Si supieras que te queda poco tiempo de vida... ¿Qué es lo que harías?
¿Te aferrarías a la única pizca de esperanza que te queda? ¿Empezarías una lista de cosas por hacer antes de morir y dejarías notas de despedida? ¿Tratarías desesperadamente de d...
—Esto no nos vuelve unos chismosos, ¿cierto? —susurra Nolan.
Está muy cerca de mí, pero tengo que reprimir mis ganas de darle un codazo y alejarlo, porque si se mueve un poco más a la izquierda, la barda que nos sirve de escondite no será suficiente, y Elías y Emma terminarán viéndonos. Tampoco puedo ser yo la que se aleje, porque Matías está igual de cerca de mí, pero en el lado derecho. Los tres estamos uno al lado del otro, sentados de espaldas a una de las bardas que delimitan el jardín, sin posibilidad de escapar sin ser descubiertos.
—Ese no era el propósito —defiende Matías en voz baja—. Pero si nos vamos ahora, nos van a ver.
—Ni siquiera podemos escuchar bien lo que dicen —digo, quejándome, porque si de todas formas voy a quedar como la hermana tóxica que sigue a su hermano porque está preocupada, quiero al menos tener el chisme completo.
—Ese no es el punto —refuta Nolan—. Si caminamos agachados siguiendo el camino de la barda, quizá podamos llegar a la salida sin que nos vean.
—No voy a arrastrarme por el suelo —digo, alzando la voz, pero ambos me callan antes de que alguien pueda escucharme.
—Nos vas a delatar —dice Matías, asomándose un poco por encima de la barda.
—Dudo mucho que lo hagan —comenta Nolan—. Están muy ocupados como para notar nuestra presencia.
—Entonces aprovechemos que están distraídos y caminemos lentamente, ¿de acuerdo?
—¿Y qué hacemos con esto? —pregunta Matías, sosteniendo la mochila de Emma.
Cuando vimos que ella se fue del salón dejando todas sus cosas atrás, los tres las recogimos para llevárselas, pero nunca pensamos que la encontraríamos en una plática sería con Elías y mucho menos con besos de por medio. Estábamos avergonzados y nuestra primera, pero no más brillante idea, fue escondernos como si hubiéramos hecho algo malo, y puede que sí, pero no fue a propósito.
—Llévala contigo, luego se la regresamos —indica Nolan, poniéndose lentamente de pie y haciendo señas para que lo sigamos.
—¿Por qué siempre nos tiene que pasar algo así? —pregunto, mientras avanzamos lentamente fuera de la vista de los enamorados.
Primero lo que pasó en el cementerio, y ahora esto. No puedo esperar a saber qué otras cosas más nos pasaran en el futuro.
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