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Caí al suelo llena de horror mientras mis ojos viajaban a cada parte entumecida del cuerpo de esos chicos. Se encontraban ahora tendidos sobre el suelo. Recordando segundos atrás lo sucedido, no pude evitar sentir cierta satisfacción al verlos en ese estado tan deplorable.

Levanté la vista y mis ojos se cruzaron con unos iris color cobre brillante.

Ese grupo de estudiantes estaba a punto de darme la paliza de mi vida solo por no acceder a sus peticiones. Entonces, vino ese chico de cabello rojo a salvarme el culo.

—Gracias—dije en apenas un susurro, tratando de asimilar lo que acababa de presenciar.

Metió las manos en sus bolsillos, encogiéndose de hombros como si la brutalidad que había cometido no hubiera significado nada para él.

—Será mejor que te largues.

¿Me había salvado y ahora me amenazaba? Aunque tampoco era de extrañar, estaba tratando con el mismísimo Karma Akabane, el chico más violento de todo el instituto, aquel al que todo el mundo temía y rezaban por no cruzarse en su camino.

Por esa misma razón, también recé. Recé por que la acción que estaba realizando en esos momentos no me llevara directa al infierno.

Mis piernas se movieron por sí solas y, de un momento a otro, me encontraba sobre ese chico, abrazándolo con fuerza en señal de puro agradecimiento. Fue una acción inconsciente. Y ahora no sabía si separarme o esperar la peor de las reacciones.

Pero nada de lo que había pensado ocurrió. Al contrario.

Sentí cómo se revolvía, tal vez incómodo, pero terminó llevando su mano a mi cabeza para dar pequeños toques, como palmaditas.

No volví a ver a ese chico desde aquel día.

Abrí mis ojos, terminando de recrear aquella escena del chico que salvó mi vida. Y no, no estoy siendo melodramática. Resulta que, desde aquel incidente, los chicos que se metían conmigo me dejaron en paz. Físicamente. Ya no me golpeaban. Todo porque al parecer era alguien cercana a Karma Akabane. Incluso se extendió el rumor de que teníamos algún tipo de enamoramiento.

Tampoco sabré si él llegó a enterarse de eso.

Dejé de divagar, agité mi cabeza para deshacer mis pensamientos y centrar toda mi atención. Apunté a esa gran masa amarilla con mi pistola.

—¡Disparad!

—Muy buenos días—saludó tan animado como siempre—. Voy a pasar lista, así que disparad todo lo que queráis—levantó su libreta y el bolígrafo para apuntar.

No sabía ni para qué me esforzaba, ni siquiera le habíamos hecho un rasguño en estos días que llevaba como profesor.

Volvía a sumirme en mis pensamientos en cuanto me senté de nuevo en la silla y el pulpo terminó de pasar lista. El día que lo conocimos, que fue cuando entró a clase como si nada, nos ofrecieron diez mil millones de yenes si conseguíamos asesinarlo. Por eso le disparaba.

No tenía amigos, solo compañeros de asesinato con los que habla de vez en cuando para concretar algún plan estratégico.

Después de eso, en cada recreo, el intercambio de palabras era el justo y necesario.

—Hacer un poema que refleje la belleza de los tentáculos—murmuré—. Esto es absurdo.

—¿Ya has terminado, Nagisa?

Miré al nombrado, se levantó despacio para comenzar a caminar hacia nuestro profesor con el cuchillo en mano. Una idea no muy creativa a decir verdad, normal que ese pulpo evitara el intento de homicidio.

—¿No os dije que fuerais más creativos?—fanfarroneó con el cuchillo del peli-celeste entre uno de sus tentáculos.

Todos tratamos de cubrirnos al escuchar la explosión y las bolitas anti-sensei saltar por los aires. Aunque no eran mortales para las personas dolían de narices.

La clase quedó en silencio, únicamente con los gritos de tres de mis compañeros por la recompensa que estaban a punto de llevarse a casa. Después llegaron los reclamos por parte del resto, que al parecer no habían tenido nada que ver con el intento de asesinato.

Todo se sumió en silencio total al ver el nuevo rostro de nuestro profesor. Mientras que Nagisa apartaba esa especie de membrana que cubría su cuerpo, el rostro negro y furioso de aquella criatura misteriosa perturbaba el ambiente, y de paso nuestras almas.

Desapareció. Fue por unos segundos, pero regresó tirando tres placas de casas ajenas. Eran las casa de los tres responsables de aquel intento.

—Mi acuerdo con el Gobierno me prohíbe haceros daño. Pero si intentáis otro asesinato así—tiró el resto de placas de cada uno de nosotros—haré daño a terceros—su boca llena de dientes afilados se abría lentamente, amenazante—. Familia, amigos... Puedo matar a todo el planeta salvo a vosotros.

Fue ahí cuando entendí que mi vida había acabado. Jamás conseguiríamos matar a nuestro profesor y la Tierra iba a ser destruida. Me moriría sola y virgen, qué desgracia.

Para ir a peor, también nos obligaban a ejercitarnos de manera inhumana con ese pulpo. Sí, eran ejercicios inhumanos porque solo esa criatura podía realizarlos a velocidad Mach. Suerte que Karasuma lo sustituiría en las clases de Educación Física.

¿Suerte? Bueno, eso creía en un principio.

Las clases eran igual de torturosas. Aprendiendo a manejar un cuchillo con suma facilidad desde el primer momento. Era demasiado exigente, aunque resultaba comprensible viniendo de un agente que trabajaba para el Gobierno.

Últimamente los días se me hacían eternos. No tenía ganas de asistir a clases y mis notas en los estudios cada vez iban más en picado.
¿Para qué iba a esforzarme si todo ese esfuerzo terminaba en la basura? Al fin y al cabo, por eso terminé en la Clase E. Esos idiotas molestos se las apañaron para jugar sucio y amañar mis notas en los exámenes.

Solía ser un alumno estrella. Entonces, todos me dieron la espalda en cuanto corrió la noticia de que terminaría en la clase más degradada del Instituto Kunugigaoka.

Mis padres estaban decepcionados. Realmente decepcionados. También me dejaron de lado cuando se enteraron de la noticia por medio del director. Me sorprendió bastante, pero después trataron de apoyarme. Al menos mi madre. Sin embargo, ¿dónde estaba cuando más le necesité?

Me vengaría de aquellos que se apartaron de mi lado y echaron mierda sobre mí. Algún día.

Ahora lo que más me preocupaba era no desfallecer en medio de la hora de Educación Física.

¿Algún día saldría de la clase E de Especial?

NUESTRA PEQUEÑA REALIDAD || KARMA AKABANE X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora