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La tensión pesaba en estos momentos. Koro-sensei nos daba la espalda, dejando un ambiente sobrecargado en el aula mientras veíamos repetidas veces los resultados de los exámenes.

—Toda la culpa es mía—habló rompiendo el silencio—. He subestimado lo que esta escuela es capaz de hacer. Después de esto, no puedo ni miraros a la cara.

Suspiré con frustración, pasando mis dedos entre mi pelo, reprimiendo las inmensas ganas de llorar. Miré de reojo a Karma, apartando la mirada de inmediato al ver que me observaba.

Escuché cómo se levantaba de su silla y, seguido de eso, un grito sorpresivo de Koro-sensei.

—¿Estás seguro?—preguntó Karma con la mano apuntando a nuestro profesor por haber lanzado su cuchillo—. Si no nos miras, no nos verás cuando intentemos matarte.

—¡Karma—reprendió con un tono rojizo en su piel— estoy muy depre ahora mismo así que...!

Volvió a su amarillo natural después de ver cómo Karma tiraba sus resultados sobre la mesa del profesor.

—Cambiar unas pocas preguntas no va a poder conmigo.

Todos se acercaron, exclamando sorprendidos al ver sus notas tan altas. Yo prefería observar desde la lejanía.

Trataba de molestar a nuestro profesor con sus burlas, hasta que finalmente todos se pusieron de acuerdo con Karma, haciendo a Koro-sensei tomar fuerzas y querer una venganza estudiantil contra el instituto.

Suspiré con alivio. Todos parecían divertirse, riendo ante el cambio tan repentino de actitud de Koro-sensei.

Mi ojos se cruzaron con los de Karma, quien me guiñó un ojo sacando la lengua, lo que indicaba que había vuelto a hacer de las suyas.

Sonreí, volviendo mi atención a las hojas de examen. Había quedado en el puesto ciento tres de ciento ochenta y seis. Decidí dejar de frustrarme, ya que los resultados no habían sido tan pésimos como esperaba, aunque eran deplorables. Aparté las hojas para levantarme y unirme a mis compañeros.

—Mira, querida—pasó un brazo por mis hombros en cuanto llegué a su lado—. El pulpo tiene miedo de que le asesinemos.

—Vaya, Koro-sensei—me crucé de brazos—. ¿No será que está perdiendo velocidad? Se está volviendo débil y no quiere que sus alumnos lo sepan.

—¡Nada de eso!—negó rápidamente con un color todavía más rojo que el de antes—. ¡Repetid conmigo: vamos allá!—dijo eufórico levantando sus tentáculos.

Todos volvieron a reír, me sentía tan cómoda con mis compañeros que no me di cuenta el momento en el que dejé que mi cabeza reposara sobre el hombro de Karma.

Definitivamente había bajado la guardia y, en cuanto la recuperé, me aparté sin hacer ningún comentario.

Volví a mi sitio, incómoda ante mi acción tan descuidada, sintiendo la atenta mirada del pelirrojo sobre mí durante el resto del día.

—Deja de mirarme así—le di un golpe en el hombro en cuanto cruzamos la puerta del antiguo campus—. Es incómodo y me desconcentra

—Pero—pasó un brazo por mis hombros—hemos tenido un momento romántico. Déjame disfrutar un poco más—dijo con mirada suplicante.

—¡Aléjate de mí!

Me deslicé por debajo de su brazo, retrocediendo y chocando con otra persona.

—Lo siento—me giré hacia Maehara.

—Tranquila—sonrió dulcemente—. Oye, me he enterado de algo sorprendente.

Apoyó un brazo sobre mis hombros y yo me acerqué a él para saborear el chisme que me tenía preparado.

—Cuenta—susurré.

—Verás, he restado hablando con varios de clase—asentí para que prosiguiera—y resulta que...—se acercó a mi oreja, tapando sus labios para esconderlos de Karma—el pelirrojo de ahí no es tu novio.

Me esquivó con agilidad, evitando que mi puño impactara en su brazo y comenzando a reírse en mi cara.

—Vaya—llevó su manos a su cabeza, levantando sus brazos para tomar una postura despreocupada—. Y yo que pensaba tener alguna posibilidad.

—¡Ven aquí, maldito!—comencé a seguirle por la montaña cuesta a bajo.

—Vamos, al menos una cita—juntó sus manos en modo de súplica.

—¡En tus sueños, mujeriego de mierda!

—Seguro que tenéis algo—nos señaló a Karma y a mí, haciendo que girase mi cabeza al pelirrojo que caminaba hacia nosotros—. Es por eso que no me dejas tener una cita contigo, ¿verdad?

—Es porque conservo parte de mi dignidad—dije más tranquila para acercarme a él—. Por eso—tiré de su corbata para acercarlo a mí y fulminarle con la mirada—no saldré con alguien que no se toma en serio los sentimientos de otra persona.

Le solté, dejándolo en aquella postura, inclinado hacia mí, pero sin que yo estuviera ahí puesto que me marché sin mirar atrás e indignada por sus intenciones.

—¿En serio que no estáis saliendo?

—¿A qué viene esa pregunta?—preguntó hasta quedar al lado del castaño de mechas.

—Estás perdiendo una oportunidad de oro, amigo—negó cruzándose de brazos.

—Y tú estás perdiendo el tiempo—dijo con expresión tranquila antes de meter las manos en los bolsillos e ir en busca de la chica.

Tomó dos bricks, cada uno correspondiente con los sabores favoritos de ambos. Aceleró su paso hasta encontrarse a la femenina de espaldas.

Retrocedió tan rápido, como si quisiera huir de algo o de alguien. Chocó con el pelirrojo en el intento, logrando llamar su atención, miró al frente.

—Vamos—movió su cabeza para indicar que camine a su lado.

Pareció pensarlo por unos segundos, pero finalmente cedió y, tomando fuerzas, caminó, temblorosa, al lado de Karma.

—Lo siento—susurró antes de pasar un brazo sobre los hombros de la contraria, excusándose de antemano por el contacto.

Sus ojos se posaron sobre el grupo de estudiantes con malas intenciones, parecían esperar a la chica. Su mirada era amenazante, sus ojos atravesaban a esos tipos como cuchillas.

—Ha venido con Akabane—chasqueó la lengua uno de ellos.

—Mejor vámonos, es una pérdida de tiempo tratar con una cobarde—propuso otro.

—Sin él no sabe hacer nada. Inútil.

—Ya pillaremos a esa mediocre sola—finalizó el último para comenzar a marchar.

Todas esas palabras le hicieron girar sobre sus talones, dispuesto a mostrarles a esos estudiantes por qué le precedía el título de psicópata violento.

—¡Karma!

Su respiración se cortó por unos segundos, contemplando esos ojos llorosos sobre él. Tomó una bocanada de aire, preparándose para soltarlo y pensar con la cabeza fría.

—Vamos...—tiró de su chaqueta negra, indicando al pelirrojo las ganas que tenía de marcharse del lugar.

Se limitó a asentir, no sin antes dar una última mirada hacia el grupo de estudiantes ya en la lejanía.

Había actuado impulsivamente por palabras dirigidas a un ajeno, y no uno cualquiera.

NUESTRA PEQUEÑA REALIDAD || KARMA AKABANE X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora