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—¡Papi!

Una pequeña de cinco años se lanzó a los brazos de su padre, siendo atrapada en el aire por el mayor.

¿Quién se lanzaría a los brazos de alguien sin avisar antes de la acción repentina? Podría haberse lastimado, pero era pequeña, casi inconsciente.

Una niña de nueve años se lanzó a los brazos de su padre, y este la atrapó sin problema.

Ya no era tan inconsciente, sabía lo que hacía, sabía que podía hacerse daño, pero no pensaba en ello.

Porque sabía que él siempre estaría allí para no dejarla caer.

—¿Cómo está la niña de mis ojos?

—He vuelto a sacar la mejor nota de la clase—anunció con una sonrisa imborrable en su rostro.

—Qué lista eres, cariño—acarició su cabello con dulzura—. Estoy muy orgulloso de tí.

Una preadolescente de doce años se lanzó a los brazos de su padre. Él la atrapa y la elogia por su esfuerzo, reconociendo sus méritos. No se enfada con ella, y si comete un error, busca el momento oportuno para dialogar, entender y buscar una solución.

Hasta esos días se podría decir que todo era perfecto. Tenía una buena familia y bien estructurada. No podía quejarse de nada, tampoco en lo que respecta a la economía ni a sus necesidades básicas.

Todo estaba bien.

Y todo se derrumbó en un instante.

Una adolescente llegó a casa con una expresión devastada, no se lanzó a los brazos de su padre.

Pero él tampoco estaba ahí para atraparla y que no se hiciera daño.

—¿Qué es esto?—extendió el papel frente a ella—. ¿Cómo que te trasladan a la clase E?

—Yo...—cerró las manos, clavando sus uñas en su piel—. Lo siento.

—¡No he dicho que te disculpes, quiero una maldita explicación!

Fue la primera vez que le alzó la voz de esa forma, la primera vez que veía rabia y decepción en los ojos de su padre, esos ojos que la miraban fijamente y no salían de su cabeza.

Al menos pensó que se le pasaría pero, después de eso, las interacciones entre ellos eran nulas y las insinuaciones del mayor hacia sus capacidades eran cada vez más negativas.

Insultos en su casa, una carga mental con la que trataba de seguir adelante, y fue capaz de hacerlo con ayuda de su hermano.

Insultos y palizas en el Instituto... Una situación inhumana por la que no tendría que pasar nadie en el mundo.

Por supuesto que lo iba a denunciar en cuanto sucedió la primera vez, pero entonces sucedió.

Había decepcionado a la persona que más quería. Y por un error, esa persona la dejó de lado, tanto sentimental como físicamente, dejando un vacío que pensó que nadie sería capaz de llenar.

Nunca hubiera imaginado que ese día en el que quiso acabar con todo, también se arrepentiría de sus decisiones. Ese día que quiso desaparecer, escapándose de casa, la culpa manchó su conciencia hasta tal punto de permitir un trato y una humillación inhumana en el instituto.

Ese día, ese accidente en coche y esa ambulancia con los paramédicos llevándose el cuerpo casi sin vida de su padre.

Si no se hubiera escapado él no habría ido a buscarla en un día de lluvia torrencial como ese. Pero, ¿cómo iba a pensar que se preocupaba por ella después de todo?

Aunque, después de todo, los momentos felices tampoco podían haberse desvanecido como si nada.

Después de todo, ella tenía tanto miedo de tener a alguien tan importante en su vida de nuevo, que decidió aislarse del mundo. Pero llegó él. Y ahora que debía hacer frente a sus miedos, no sabía cómo reaccionar.

Ella quería a Karma, y él la quería a ella.

¿Qué debía hacer?

NUESTRA PEQUEÑA REALIDAD || KARMA AKABANE X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora