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—Malnacidos—bufé—. Nos dejan en la miseria en todo, hasta en el maldito viaje escolar.

Nos encontrábamos en los vagones de tercera clase del tren que nos llevaría a Kioto, casi listos para partir.

—¿Seguro que estás bien ahí sola?—preguntó Nagisa con preocupación, asomándose por los asientos del frente.

—Tranquilo—levanté mi pulgar—. Tengo seis asientos para mí solita. Así podré dormir.

—Si tú lo dices...—dijo sin convicción.

—Siempre puedes disfrutar el estar sentada sobre mi regazo, querida—comentó burlón, asomándose por otro de los asientos y guiñando su ojo.

Reí brevemente en respuesta, apartando la mirada de él y volviendo mi semblante incómodo.
Parecía que, de alguna forma, quería que las cosas volvieran a la normalidad.

Estuve evitando a Karma estos últimos días antes del viaje. Se me hacía realmente incómodo entablar conversación con él después de haberme visto llorar por un chico. Cosas mías, sentía que mi dignidad había caído por los suelos en frente suya.

—Un viaje escolar—crucé mis brazos para apoyar mi cabeza y mirar el techo metálico del tren—. Se supone que es perfecto para estrechar lazos con tus compañeros.

Chasqueando mi lengua, giré mi cuerpo hacia los asientos vacíos frente a mí, escuchando las risas de mis compañeros de fondo.

—Será mejor que duerma—cerré mis ojos.

Jamás creí estar cómoda en esta clase. Nadie se metía conmigo, mucho menos me insultaba de forma cruel, todo era tranquilo. Pero esa sensación de soledad no se iba. Sé que es mi culpa, soy yo quien debería levantarse y relacionarse con la gente, pero me aterra el hecho de que me conozcan de verdad. Al fin y al cabo, siempre terminan alejándose, ¿por qué debía hacerlo?

Abrí mis ojos, sintiendo el cuerpo ligero, como si estuviera flotando. Entonces sentí ese dolor en mi brazo, cayendo con fuerza al suelo.
A pesar del dolor decidí quedarme tumbada sobre él, era fresquito y cómodo.

—¿Estás bien?—se asomó mi grupo, sobresaltado—. Hemos escuchado un ruido— Nagisa dejó de hablar en cuanto me vio tendida sobre el suelo.

—Hola—saludé con la mano—. Todo bien, tranquilos. Todo bien...

Mi pelo se alborotó, Koro-sensei había hecho uso de su velocidad para quedar de pie al lado de mi cabeza.

—Buenos días, profe—sonreí.

—¿Cómo te encuentras? Ese golpe no ha sonado muy bien.

—¿Por qué os preocupáis tanto de repente?—levanté la voz, irritada.

Tomé aire al ver las caras de mis compañeros y la expresión sorprendida de mi profesor.

—Lo siento—me disculpé con la voz temblorosa—. Estoy bien, de verdad.

Me levanté, ignorando el tentáculo que me tendía Koro-sensei para ayudarme. Volví a uno de mis asientos vacíos, cruzándome de brazos y cerrando mis ojos.

—Ten—sentí un ligero peso sobre mis piernas. Abrí mis ojos para mirar un zumo de naranja con una barrita de cereales—. Últimamente te veo muy pálida. Parece que no estás desayunando adecuadamente. Debes ir por comida al vagón restaurante.

—Ya le he dicho que no se preocupe por mí—miré la comida con recelo—. Gracias.

Asintió levemente antes de volver a su asiento.

Escuché unos pasos acercarse, tranquilizándome al ver que se trataba de las chicas de mi grupo pasando de largo hasta otro vagón. Cerré mis ojos, apartando la comida de mis piernas al asiento de al lado. Volví a cruzarme de brazos para tratar de dormir.

Para mi desgracia, mi intento de siesta se arruinó cuando sentí otra presencia sentarse a mi lado.

—¿Nos vas a comerte eso?—preguntó Karma agarrando la comida.

—No—respondí tajante, recibiendo un pesado suspiro de su parte.

Temí por mi vida al escuchar cómo abría el envoltorio de la barrita y de la pajita del brick de zumo. Y, efectivamente, lo hizo.

—Come—dijo poniendo la barrita cerca de mi boca.

Me estaba obligado a comer.

—¡Que no quiero!—aparté la cara.

—Si no lo haces me veré en la obligación de desvelar información confidencial.

Me estremecí ante tanta crueldad hacia mi persona. No creí a Karma capaz de ser un persona que fuera contando los secretos que le confiaban, a pesar de su personalidad infantil y violenta.

—Me importa una mierda—agaché la cabeza—. Usa como burla mis sentimientos, no me importa.

Si hablaba de más terminaría llorando en frente de él, otra vez, pero ya había pasado por suficientes burlas como para que deje de importarme que un puñado de personas más lo hiciera.

Se levantó, llevándose la comida con él, o eso creía hasta que vi sus pies en frente. Se había sentado en el asiento que había delante.

—Si no comes ese pulpo te obligará a hacerlo—acercó la comida de nuevo—. De él no te librarás tan fácilmente.

Le arrebaté la comida de las manos, no sin antes fulminarlo con la mirada.

—Que aproveche—canturreó con una sonrisa de victoria, volviendo a sentarse a mi lado

Dejé pasar su provocación, dando lugar a un incómodo silencio entre los dos. Silencio que Karma decidió romper sin ningún problema.

—No te sobreesfuerzes—vi cómo se cruzaba de brazos—. Nadie debería ver tus sentimientos como motivo de burla. Y tú no deberías forzarlos a nada.

Me quedé en silencioso, y cuando Karma se iba a marchar, le detuve, tomándolo de la muñeca para hacer que vuelva a sentarse.

—Va a ser difícil—sonreí, apartando la barrita de mi boca—. Pero lo que pienso en tener con él es imposible. Además—fruncí el ceño—. Ahora sé qué tipo de persona es. Me siento... Decepcionada—suspiré con frustración—. No sabría describirlo.

—Bueno, como tú has dicho—metió las manos a sus bolsillos—. Algo así se supera, ¿verdad?

Lo miré unos segundos, estaba cerrando los ojos, como si se estuviera preparando para dormir. Verlo así de cerca y tan tranquilo me hacía sentir relajada, parecía un niño pequeño y tierno.

Extendí mi mano, aprovechando el pequeño momento de distracción, para tocar las puntas de su flequillo, apartándolas de su frente.

Karma abrió sus ojos con sorpresa, mirándome como si tratara de analizarme.

NUESTRA PEQUEÑA REALIDAD || KARMA AKABANE X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora