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—Oh, ¿qué te ha pasado en la cara?—se acercó Kayano, preocupada.

—¿Esto?—cubrí la venda elástica en mi mejilla—. Soy muy descuidada, no es nada de lo que preocuparse.

—¿Tampoco de esto?—apareció Karma, pasando su brazo por mis hombro y tomando mis brazo con algunas vendas.

—¡No me toques!—me aparté violentamente.

—Deberías ser más cuidadosa—apareció Nagisa por detrás.

—No lo había pensado—dije sarcástica.

—Nagisa tiene razón—apareció Sugino en frente mío, caminando de espaldas y mirándome con una sonrisa—. Deberías preocuparte más por tí misma.

Las entradas a clase parecían volverse cada vez más agradables. Siempre me encontraba con los mismos compañeros de clase, como si estuvieran esperándome, y ahora se unía Karma.

Para novedades: las tonterías de Karma en clase habían cesado y Koro-sensei había tenido un encuentro romántico que, casualmente, se trataba de nuestra nueva profesora de inglés que, casualmente también, se trataba de una verdadera asesina a sueldo, seduciendo con su bonita figura y otros atributos femeninos.

—¡No quiero!

—Te comportas como una niña pequeña—rodó sus ojos con aburrimiento.

—¡Deja de tocarme!—trataba de forcejear—. ¿Desde cuándo tú y yo somos tan cercanos?

—Oye, yo no te aparté cuando me abrazaste. Dame unas palmaditas en la cabeza.

—¡Cállate!

—Parece que no se le da bien el fútbol—comentó Nagisa.

—Prefiero verlo a una distancia prudente—dije, siendo arrastrada por Karma hacia el campo.

—Esto es como un Marco Polo.

Y, de esa forma tan cruel, me vi arrastrada a un juego en el que solo me esperaba hacer el ridículo y quedar mal frente a mis compañeros de clase.

—¿Ya estás contento?—susurré detrás de Karma, pinchando su cabeza con el cuchillo de goma—. Has hecho que me humille yo solita.

—Estoy satisfecho—sacó su lengua.

—Vete a la mierda, Akabane.

—¡Koro-sensei!—la nueva profesora hizo que el juego se detuviera al llamar la atención del pulpo—. ¡Koro-sensei!—se acercó al nombrado—. Karasuma me ha dicho que eres rapidísimo, ¿es verdad?—preguntó pegando su cuerpo al de Koro-sensei.

—Bueno, un poco—afirmó con vergüenza.

—Esto me supera—giré sobre mis talones.

—¿Adónde crees que vas?—tiró del cuello de mi camisa para juntarme a él.

—Esto es desagradable incluso para mí—tiré levemente, sabiendo quién de los dos terminaría cediendo—. Déjame ir—miré hacia el frente—. Maehara—supliqué por ayuda, recibiendo únicamente una risita nerviosa.

—¿Ya estás planeando serme infiel?

—¡Que dejes el tema!

No pude seguir quejándome. Una nube de polvo se levantó en cuanto Koro-sensei salió disparado a quién sabe dónde.

—Eh... Esto...—habló Isogai—. ¿Profesora Irina? La clase va a empezar... ¿No deberíamos entrar?

—¿Clase? Claro.

Entrecerré mis ojos al ver el cigarrillo en su mano. Lo llevó directamente a sus labios sin vacilar, lo encendió y comenzó a fumar frente a nosotros.

—Metros en el aula y estudiad o algo—soltó el humo—. Por cierto, ¿podríais no llamarme por mi nombre? No voy a hacer de profesora si ese pulpo no está delante, así que llamadme señorita Jelavic.

La tensión dominaba el ambiente, pero estábamos de suerte, porque ahora contábamos con Karma.

—Entonces, ¿qué vas a hacer ahora, señorita Bitch?—preguntó con burla, recibiendo la respuesta que buscaba por parte de la asesina.

—¡Es "vic"!—le señaló con desprecio.

—¿Eres una asesina, verdad? Ni toda la clase junta puede matar a ese monstruo...—levantó su barbilla con aires de superioridad—. ¿Y quieres hacerlo tú sola?

—Solo sois unos críos, los adultos tenemos nuestros métodos para hacer las cosas—habló, queriendo dar a entender su experiencia en estas situaciones—. Tú debes de ser Nagisa Shiota.

Fue tan repentino que sentí cómo mi cuerpo se desplomaba, así que tuve que apoyarme en Karma al ver cómo nuestra nueva "profesora" besaba a un ilegal.

Todo cobró sentido, en cierto modo, cuando ofreció recompensas por cada dato sobre el pulpo que pudiera servirle como fuente de información. Incluso vendió a los hombres que trabajaban para ella.

—¿Y las chicas también podemos pedirnos a la profesora?—levanté mi mano para llamar su atención.

—Hum—una sonrisa maliciosa se formó en su rostro—. Qué atrevida. Me gustas.

Aquello fue demasiado para mi pequeño corazón inexperto.

—Karma, devuélveme a la realidad—sollocé.

—Tú eres tan ilegal como Nagisa.

—¿Por qué?—lloré sobre su hombro dramáticamente.

El tiempo libre dio a su fin, llegaba la hora de Educación Física, hora que decidí saltarme por falta de energías.

—Creo que me voy a morir—dejé caer mi peso sobre el tronco de un árbol, quedando sentada en una parte cubierta de césped—. Qué sueño...—comencé a cerrar mis ojos.

Sentía la suave y cálida brisa acariciando mis mejillas y, para cuando recuperé mis sentidos, sentí un incómodo peso sobre mí.

Solté un quejido queriendo apartar esa molestia. Abrí mis ojos entrando en pánico al encontrarme con el psicópata pelirrojo abrazado a mí.

—Oh—esbozó una amplia sonrisa—. Ya has despertado, querida. Te ves tan linda durmiendo con la boca abierta.

—¡Pervertido!—forcejeé

Soltó una carcajada, echándose atrás y mirándome con una sonrisa de victoria en su rostro.
Sentía mis mejillas ardiendo de vergüenza ante tanta cercanía y tan repentina.

—¿Se puede saber qué te pasa, idiota?—fruncí el ceño con molestia.

—Es divertido molestarte.

Bien, había fallado en mi cometido y ya era parte de la entretenida vida de Karma Akabane.

—Ni se te ocurra volver a acercarte de esa manera—me levanté para sacudir mi ropa y marcharme de ahí.

—Oh, vamos. No seas tan aguafiestas y diviértete un poco.

—¡Ese abrazo fue un estúpido impulso!—volví mi vista hacia él—. Que te quede claro. Idiota—seguí mi camino.

—Vale—apareció a mi lado—. Me queda claro—dijo con el semblante serio—. Tenemos otra hora de descanso.

—¿Y qué?—respondí de mal humor.

—Están jugando a una especie de voley con unos palos, así que—le interrumpí.

—¡No puede ser!—abrí mis ojos llenos de ilusión—. ¡Me encanta ese juego! ¡Vamos!

Caminamos un rato en silencio. No fue hasta que Karma lo mencionó cuando me di cuenta que lo estaba arrastrando conmigo, tomado de la mano.

—Estaba en lo cierto—sonrió con orgullo—. Cuando estás distraída no eres consciente del contacto físico—me hizo frenar en seco—. Incluso eres tú misma la que me está tocando.

Aparté mi mano de él, mirándole con recelo antes de seguir caminando hacia el antiguo campus.

NUESTRA PEQUEÑA REALIDAD || KARMA AKABANE X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora