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—¿No crees que estás sobrevalorando tus capacidades?

—¿A qué te refieres?—metió las manos en sus bolsillos—. Solo creo que debo hacer lo de siempre, nada más.

—Aunque seas el mejor de la clase—me detuve, quedando frente a él—. Deberías estudiar, Karma—le lancé una mirada seria.

El silencio no duró por mucho tiempo, pues, después de mirarme con ligera sorpresa, Karma acarició mi cabeza y soltó una carcajada.

—Eres adorable cuando te preocupas por mí.

—¡Lo digo en serio!—aparté su mano—. Te puedes arrepentir de algunas de esas decisiones extremas que sueles tomar.

—No te preocupes—guiñó un ojo—. Haré que tu novio se trague sus palabras.

—Joder, Karma—rodé los ojos—. Tus bromas ya no dan.

—Tendré que cambiar de estrategia—pasó un brazo por mis hombros—. Si tanto te preocupo... ¿Por qué no me das un beso de buena suerte?

—¡Que te calles!

—Te pillé—picó mi mejilla—. Te pones muy nerviosa cuando bromeo sobre eso. Parece ser que no se te dan muy bien las relaciones amorosas, ¿verdad?

—¿Y lo dices tú?—pregunté irónica—. Deja de pensar en mi vida amorosa y piensa en que debes ayudarme a estudiar. Aunque con esa actitud dudo que estés dispuesto.

—Pensaba dormir toda la tarde—apartó su brazo—. Pero mi casa es tu casa.

—No importa—suspiré—. Tampoco quisiera molestarte. A lo mejor voy a estudiar a la biblioteca.

—¿Estás de broma?—rió—. No escarmientas. Después de todo lo que ha pasado con la apuesta de tu novio y quieres ir por ahí.

—Cierto—suspiré más irritada—. A lo mejor paso por alguna cafetería.

—Te acompaño.

—No. Vete a dormir—aceleré el paso.

—¡Oye!—gritó entre risas—. Vamos, yo invito.

—Acepto—tiré de su brazo para obligarlo a caminar a mi lado.

—¿Ves? Así nos entendemos. ¿No te asusta?

—¿El qué?—enarqué una ceja.

Fue repentino, casi no pude reaccionar al sentir los dedos de sus manos entrelazándose con los míos, acercando mis nudillos a sus labios.

—Cada día te conozco más—sus ojos buscaron los míos—. A decir verdad, estoy descubriendo cada una de tus debilidades. Es como si poco a poco nos fuéramos encerrando en... Nuestra pequeña realidad.

—¿Qué...?

Salté hacia atrás, alterada por el momento tan extraño que acababa de ocurrir. Sentía mis mejillas ardiendo y el corazón acelerado por el golpe de sorpresa.

—Yo cada vez te entiendo menos, Karma.

—Vamos—sacudió la mano en el aire, a lo lejos—. Los postres no van a venir solos.

Suspiré en un intento por tranquilizar mis nervios antes de alcanzar a Karma y tratar de mantener un ambiente normal.

Después de una misión casi imposible por sacar temas de conversación triviales sin sentirme intimidada, llegamos a la cafetería y nos sentamos en una mesa grande para poder apoyar los libros.

—¿Te vas a quedar ahí mirándome?—levanté la vista hacia él.

—Te ves encantadora desde aquí—dio un sorbo a su batido—. Si necesitas ayuda...

NUESTRA PEQUEÑA REALIDAD || KARMA AKABANE X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora