32

88 19 9
                                    

—¿"Semi-nini"?—ahogó una risa.

—Me queda muy bien—se encogió de hombros.

—Pagaría por saber qué otras propuestas escribieron.

—El tuyo tampoco estaba nada mal—sonrió divertido.

—Oh—rodé los ojos—. ¿"Gran domadora de bestias"? No me hace honor para nada, es horrible y poco original.

—Deberíamos habernos llamado Señor y Señora Akabane.

—Somos asesinos—afirmé—. Pero no estamos enfrentados por asociaciones enemigas.

—Más bien opiniones opuestas.

—Ya. Sería extraño que alguno de los dos quisiera mantener con vida a la criatura que amenazó con destruir la Tierra.

Hubo un momento de silencio algo inquietante, pero ambos lo pasamos por alto. Karma tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos y apretándola con cariño. Cuando llegamos a su casa para estrenar un videojuego que había comprado hace poco, las luces encendidas llamaron nuestra atención.

—¿Tienes visita?—pregunté curiosa.

Le miré el no recibir respuesta, abriendo mis ojos con sorpresa al ver su rostro algo pálido. Tragó fuerte y reforzó el agarre en mi mano como si estuviera pidiendo auxilio.

—Karma, ¿estás...?

—¡Mi niño hermoso!

La puerta se abrió de golpe y alguien salió de la casa. Se trataba de una mujer increíblemente parecida a Karma.
Todo el aire abandonó mis pulmones al comprender la situación mientras veía a aquella mujer dando besos a Karma——que no me soltaba la mano en ningún momento——por toda la cara.

—¡Cuánto tiempo! ¡Te extrañé tanto!

—Mamá...

Tiró un poco de mí, acercándome a él y a su madre, quien se detuvo poco a poco hasta quedarse abrazando a Karma, analizándome con la mirada, o asesinándome. Ahora entendía a quién había salido Karma.

—¿Es ella?

Tardó un poco en responder, agachó la cabeza con las mejillas sonrojadas, parecía avergonzado. Me miró, dándome otro apretón y sonriendo.

—Sí—dijo con firmeza.

Casi se me sale el corazón cuando su madre le soltó para caminar en mi dirección, dejando su mirada sobre mí demasiado tiempo hasta sentir una calidez reconfortante.

Mis piernas estuvieron a punto de ceder, pero el abrazo de la Señora Akabane me mantuvo en pie.

—No sé—habló con un tono dulce— cómo agradecerte por querer tanto a mi hijo.

—Yo...—balbuceé.

—¡Oh, qué desconsiderada!—se apartó, tomando mi otra mano—. Adelante, por favor. Como si estuvieras en casa.

—¡Con permiso!—dije alterada, quitando mis zapatos al sentir que aún me arrastraban al interior.

Todo estaba pasando demasiado rápido, y Karma pareció notarlo ante mi mirada de pánico y confusión.

—Mamá, no la agobies.

—Karma nos ha contado tanto sobre tí—comentó llena de emoción—. Eres tan linda como describió. Ah, también dice que te encantan los postres, así que hemos traído algunos de diferentes países para que los pruebes. Seguro que tu sonrisa es tan hermosa como dice.

Miré a Karma nuevamente, ahora con los colores por las nubes, aunque él tampoco es que se encontrara en una situación muy distinta.

—¿Es ella?

NUESTRA PEQUEÑA REALIDAD || KARMA AKABANE X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora