04. Guardaespaldas

13K 939 93
                                    

04. Guardaespaldas

Lía Messina

Adonis vivía en el ático de un gran edificio bastante lujoso. Saludó con un asentimiento al portero antes de que entráramos al ascensor y marcó el piso 20.

—Te asignaré un guardaespaldas, ya he hablado con Massimo de eso —comentó—. Puedes salir siempre que quieras, pero tienes que ir con él o conmigo.

Asentí. No estaba muy segura de si poner en palabras mi duda, pero necesitaba saberlo.

—¿Podré... Seguir trabajando?

Adonis se mantuvo en silencio unos minutos, antes de suspirar.

—Pero debes llevar a tu guardaespaldas contigo.

Sin poder evitarlo, sonreí y lo abracé. No podía explicar el alivio que sentía, me había preocupado enormemente tener que dejar atrás toda mi vida pero parecía no ser así. Al menos no del todo.

En cuanto me di cuenta de lo que estaba haciendo, salté y me alejé de él.

Joder, Lía.

Adonis no comentó nada al respecto, aunque no se mostró descontento con mi excesiva muestra de afecto. Murmuré un agradecimiento bajo, casi tímido, y nos mantuvimos en silencio hasta que el ascensor se detuvo.

El apartamento era increíble. Tenía una pared que literalmente era de cristal, una cocina abierta que daba a un salón enorme.

—Ven, te enseñaré nuestra habitación. Luego, si quieres, puedes vagar un poco por la casa.

Mi actitud medianamente relajada se esfumó al instante. Había dicho «nuestra habitación».

Quizá no me violó la noche de bodas, pero eso no significaba que no lo hiciera ahora. Con más razón, para él sería más fácil. Estaba en su territorio, yo era como un conejito en la cueva del lobo.

Me reprochó con la mirada, notando mi cambio de actitud, pero no dijo nada. Me guió por el pasillo, hasta que me abrió una puerta y me dejó pasar primero.

—Rose dejó tus maletas aquí, te he hecho un espacio en el armario y en el baño —explicó—. Puedes ordenarte como quieras. Rose es el ama de llaves, por cierto, viene todos los días de nueve a doce de la mañana.

Asentí, guardando la información.

—De acuerdo.

—Tengo que irme. Negocios pendientes —se limitó a explicar—. Pero esta noche te llevaré a cenar, no tienes que vestirte elegante. Algo simple.

—Bien —murmuré de nuevo.

—Vamos, llamaré a tu guardaespaldas y te lo presentaré.

Volví a asentir, siguiéndolo por el apartamento como un cachorro perdido mientras que él enviaba un par de mensajes por teléfono. No más de dos minutos pasaron antes de que sonara el timbre, Adonis fue a abrir.

Un hombre entró no mucho más tarde. Era alto, jodidamente fuerte, y castaño. Ojos color avellana. Sin embargo, Adonis era mucho más alto y mucho más fuerte.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora