12. Dulce

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12. Dulce

Lía Messina

—Aquella noche, en el restaurante japonés, me encontré con una amante tuya o algo así.

—Ex amante —me corrigió—. Como sea, te escucho.

Solté una risita nerviosa, sin poder evitarlo. Hablar de sexo no era lo mío, Dav no solía tener problema y ser su amiga había hecho que perdiera la aversión a ciertas palabras, pero era complicado.

—Ella dijo... Bueno, dijo que eras una bestia. Ya sabes, en la cama —tragué saliva—. Dijo que no podía caminar durante dos días después de... eso.

Lo miré, intentando leer su expresión, pero estaba en blanco. Solo se limitaba a escucharme.

»Y, bueno... Yo soy virgen... Y... eso.

Apretó los labios, aunque una pequeña risa se le escapó de la garganta. Le fruncí el ceño, separándome de él.

—Te estás burlando de mí —acusé.

—No, no, rubia. Lo siento —me agarró de la cintura, evitando que me fuera—. Es solo que me parece divertido que pienses que iba a ser un animal durante tu primera vez.

—Como sea —rodé los ojos—. No importa.

Él subió una mano a mi cara, acariciando mi mejilla con una suavidad que no creí que pudiera tener.

—Sí que importa, Lía. Si te molesta, importa —susurró cálidamente—. Está bien, entiendo que pudieras pensar eso, pero deberías haber hablado conmigo desde un principio, ¿no crees?

Hice una mueca de obviedad.

—Te tenía pánico, Adonis.

—¿Tenía? ¿Eso significa que ya no? —juro que su sonrisa fue tan grande que no puede decirle que no.

—Supongo que estamos avanzando.

—Eso es bueno, rubia. Paso a paso.

Exhalé, sonriendo un poco. Adonis realmente se estaba esforzando. Tal vez debía escuchar a Dav y darle una oportunidad.

Casi dejándome llevar, me acerqué a él y junté nuestros labios en un beso rápido e inocente. Me separé con prisa, completamente sonrojada, y me levanté del sofá.

—Iré a ducharme... Eh... Te espero en la cama —las palabras se atragantaron en mi garganta—. Quiero decir... Para dormir, no para...

—Ya lo sé, rubia —rió por lo bajo—. Ve.

Me fui de ahí con prisa, queriendo salirme de su punto de mira. Dios, no me creo que lo haya besado. Aunque solo ha sido un pequeño contacto, pero no importa. ¡Labios con labios es beso! Oh, joder.

Tras una ducha que quizá alargué más de lo necesario, me puse el pijama y me sequé el pelo. Decidí atarlo en una trenza para dormir.

Cuando entré a nuestro cuarto, (nuestro cuarto, que raro sonaba), Adonis ya tenía puesta la ropa que usaba para dormir y miraba algo en su teléfono. Al verme, dejó el aparato en la mesita de noche y sonrió, alzando la manta para que pudiera meterme debajo.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora