10. Hermanos Ricci

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10. Hermanos Ricci

Lía Messina

Me senté bastante alejada de Adonis, encargándome personalmente de que nuestros cuerpos no se rozaran ni por accidente.

Tragué saliva.

—¿Qué pasa?

—Mañana vendrás conmigo a casa de Massimo, después de cuando acabe tu primer turno —intenté con fuerza que mi mandíbula no tocara el suelo—. Solo quería decirte que... Bueno, solemos entrenar, si crees que no puedes ver la pelea puedes quedarte en el salón viendo alguna película o algo así.

Quise decirle que yo me había visto involucrada en muchas peleas trabajando en un restaurante como Forno di Pedra. Muchos hombres de la mafia llevaban sus conflictos a las manos e, incluso, a las armas así que muchas veces he tenido que separar peleas, detenerlas y curar a los heridos.

Sin embargo, no dije eso, porque eso estaba fuera de mi papel de rubia tonta. Una rubia tonta se asustaría al ver sangre y se desmayaría al ver un arma.

—Claro —asentí por lo bajo.

—Otra cosa más —habló—, intenta mantenerte un tanto alejada de Matteo. No quiero tenerlo coqueteando contigo todo el rato.

Sí, no hacía falta que me lo pidiera. Matteo Ricci me aterraba casi tanto como él.

—Eh... De acuerdo. 

Soltó un suspiro.

—Eso es todo, ¿quieres contarme cómo ha ido tu día?

No, no quiero.

—Iré a darme una ducha y luego a dormir, estoy agotada.

Me pareció ver algo como decepción en los ojos de mi esposo, pero se esfumó rápido. Asintió con la cabeza.

—Subiré en un rato.

***

A la tarde siguiente, los nervios recorrían todo mi cuerpo como si fuesen la propia sangre de mis venas. Había decidido ponerme unos simples vaqueros anchos y una ombliguera fina de manga larga, esta era de color amarillo pastel y solo exponía la línea de mi ombligo, así que no era muy reveladora.

Adonis tocó dos veces a la puerta, mientras peinaba mi cabello.

—¿Estás lista?

¿Lista para ir a casa del Capo, el Sottocapo y el futuro Capitano? No. Mil veces no.

Bueno, al menos tendría a Dav conmigo. Es posible que no entre en pánico si ella está cerca.

Así que, a pesar de mis ganas de encerrarme en el baño, dejé caer mi pelo sobre mi espalda y salí del cuarto.

—Sí, claro.

No me perdí como los ojos de Adonis se posaban un par de segundos de más en la línea expuesta de mi abdomen, esta era la primera vez que le dejaba ver tanto (sin contar nuestra noche de bodas, pero la camisa me tapaba bastante bien). No comentó nada, sus ojos volviendo a mi cara.

—Bien. Vamos.

Caminó a mi ritmo, quedándose a mi lado, y subimos al ascensor privado de su planta. Este solo iba a recepción, el aparcamiento y su ático. Mis nervios solo aumentaron en ese pequeño espacio, Adonis probablemente lo notó pero no habló al respecto. Nos subimos a su coche y el camino fue corto, pero silencioso.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora