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Lía Messina

Cuando salí del baño, no había ni una sola prueba del ataque de pánico que había sufrido hace medio minuto.

Logré calmarme rápido, pensando en cinco cosas que pudiera ver, seis cosas que pudiera escuchar y siete cosas que pudiera tocar. Sin embargo, ahora estaba incluso más aterrada que antes.

Adonis notó algo raro, supongo que siempre notaba esas cosas, pero no dijo nada y el resto de la cena fue en un incómodo silencio.

Cuando acabamos de cenar, Adonis pagó y nos llevó hasta su coche. Si ya estaba nerviosa de estar con él en un restaurante, su coche era aún peor puesto que era un espacio más pequeño.

—¿Qué es lo que ha pasado?

Me tensé al escuchar su voz, fue una reacción involuntaria, sin embargo mi expresión no cambió. Siempre tan buen mentirosa.

—Nada, ¿qué debería haber pasado?

—No puedes mentirle a un mentiroso, rubia.

—Pongámoslo a prueba.

Al instante, me arrepentí de decir eso. No debería hablarle así a Adonis Messina, Antonegra de la Ndrangheta.

Al contrario de lo que pensaba, Adonis sonrió. Fue una sonrisa pequeña, pero fue una sonrisa.

¡Adonis Messina jodidamente había sonreído!

El resto del camino fue silencioso, mi cabeza volando a las palabras de la mujer, sacando conclusiones. Fue una amante de Adonis, «amante» porque él nunca había sido visto con la misma mujer más de tres veces, y tenía bastante sentido lo que decía. Realmente Adonis tenía toda la apariencia de ser una... bestia.

—Adonis —lo llamé.

—¿Huh?

Tragué saliva, pensando en si esto era una buena idea o no.

—He pensado que... quizá quieras... ver a otras —murmuré—. Ya sabes, para saciarte.

Para que así no quieras follarme a mí y, cito a Mila, me dejes dos días adolorida y sin poder caminar.

—No.

Casi fruncí el ceño. Cualquier hombre saltaría de alegría si su esposa le daba luz verde para meterse bajo cualquier falda que se cruzase en su camino, pero Adonis parecía... No lo sé. No parecía enfadado, pero tampoco contento. Siempre mente era... helador.

—¿Qué? —mi voz sonó confusa— ¿Por qué?

—Porque la única mujer capaz de saciarme eres tú, Lía.

Tragué saliva.

Dios, ten piedad.

***

Me mantuve en un silencio tenso todo el viaje, asimilando que iba a perder mi virginidad de la forma más brutal posible y en una violación.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora