07. ¿Hombre de honor?

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07. ¿Hombre de honor?

Lía Messina

—Oye, Jo-Jo, ¿piensas seguirme por todo el restaurante? —le pregunté a mi guardaespaldas, que estaba en el asiento de conductor mientras yo estaba atrás.

—Me quedaré en la puerta, ¿qué te parece eso?

Hice un mohín con los labios, asintiendo.

—Bien —asentí—. Uh, tendremos seguridad, ya podemos convertir Forno di Pedra en uno de esos restaurantes de lujo.

—¿Esos que ponen porciones diminutas y a los que tienes que ir con mocasines? —inquirió, fingiendo un escalofrío.

Solté una carcajada. George y yo habíamos mejorado nuestra relación durante el fin de semana. No vi mucho a Adonis, porque había estado ocupado enseñando a Marco Ricci, hermano menor de los Ricci, a ser Capitano. El chico se iniciaría en la Ndrangheta la semana que viene, obteniendo así su puesto hereditario como capitán de soldados, y como Adonis era el Capitano provisional había tenido que enseñarle bien todo el asunto.

O sea, que me había pasado todo el fin de semana con Jo-Jo, cotilleando sobre sus ligues y viendo esas estúpidas comedias románticas que me encantaban. A él igual.

Realmente nadie pensaría que George era un asesino. Parecía un chico de veinticinco años normal y corriente, al que le gusta tener novios de una noche y ver películas tontas.

Bajé la vista a mi teléfono, enviándole un mensaje rápido a Dav. Probablemente estaría durmiendo, o follando con su prometido. Fuese como fuese, no iba a responderme.

Lía: ¡Hey! ¿Vendrás hoy al restaurante? Si no vienes, ¿podemos encontrarnos? Necesito un consejo y lloriquear un poco.

Cuando llegamos al restaurante de mi familia, me bajé del coche y entré junto a Jo-Jo. Forno di Pedra aún no había abierto, eran las siete y media por lo que faltaban treinta minutos para abrir, pero el local ya estaba casi preparado para la apertura.

Papá se notó incómodo al verme, claramente sintiéndose culpable. Su malestar aumentó cuando se fijo en George detenido junto a la puerta, cambiando su expresión relajada de hace unos momentos a una seria, intimidante y profesional.

Ignoré la culpa en la cara de mi padre y fui a abrazarlo con fuerza. Siempre fui una chica muy familiar, ser una mujer de la mafia hizo que ningún chico se acercara a mí en la secundaria (porque claramente yo debía mantenerme virgen hasta el matrimonio) y que las chicas me mirasen raro por no llevar ropa demasiado reveladora (por el mismo motivo). Así que siempre me apoyé en mi familia, mi hermano Diego fue mi mejor amigo y, hasta que llegó Dav, el único. Papá y mamá fueron buenos padres, los amaba con toda mi alma, aunque mamá era un tanto superficial.

La criaron para eso, tampoco era del todo culpa suya. Ser superficial es lo que se espera de una muñeca de la mafia.

—Mi pequeño angelito... —murmuró contra mi cabeza, abrazándome fuertemente. Su voz se rompió.

—Estoy bien, papá.

—Lo siento mucho, cariño. Lo siento —siguió susurrando—. Nunca debí aceptar eso. Debí dejar que me mataran.

—No digas eso —rebatí—. La que acepté fui yo, ¿recuerdas? Y nunca podría vivir sabiendo que no hice nada para evitar tu muerte.

—Yo soy el padre, yo debo cuidarte.

—Me cuidas —le aseguré—. Adonis... Adonis es un hombre de honor. Me ha tratado bien, papá.

No mentí, pero a pesar de eso fue extraño llamar «hombre de honor» a un Antonegra. Sin embargo, fue más extraño aún saber que mis palabras fueron ciertas.

¿Era todo un engaño de Adonis o él realmente no era tan malo como yo pensaba?

Adonis Messina

—Siempre tienes que tener algún plan bajo la manga. Plan B, plan C y plan D, como mínimo —le expliqué a Marco—. Eres inteligente, sé que serás buen Capitano. Debes estar al pendiente, si nos atacan o si atacamos, tienes que tener un plan.

—Podré hacerlo.

Asentí.

—Lo sé —me giré a mirar a los chicos, que organizaban la próxima carrera junto con Alfonso Leone, el encargado de ese sector—. ¿Algo más en lo que tenga que ayudar?

Massimo soltó un suspiro, recostándose hacia atrás en la silla.

—No, vete a descansar. Si necesito algo más te llamaré —afirmó—. ¿Le has explicado todo a Marco?

Asentí, el menor se acercó a ellos para mirar el plano de la carrera.

—Al final será el día de su cumpleaños, ¿cierto?

El Capo asintió y Matteo soltó una risotada, burlándose.

—¿Asustado, enano?

—¿De qué tú, precisamente tú, vayas a poner tus manos sobre mí para dibujarme algo imborrable en la piel? —le alzó una ceja— Puede que un poco preocupado de que me dibujos una polla en el brazo, sí.

—Él no lo hará —Davina apareció en el salón, vestida y con su bolso. Su cabello estaba recogido en una trenza, realmente me sorprendía lo largo que llevaba el pelo.

Quiero decir, ¿no le dolía el cuello?

—Oh, lo haré —aseguró Matteo.

Vina rodó los ojos, acercándose a Massimo para dejarle un beso rápido en los labios.

—Iré a Forno di Pedra a ver a Lía —le explicó. Davina había dejado de trabajar en el restaurante, pero se pasaba mucho para ayudar y ver a mi mujer, que era su mejor amiga.

—¿Vas armada?

Davina agarró la mano de Massimo para ponerla en sobre su cadera trasera, supongo que demostrándole el bulto de la pistola. O probablemente solo querían toquetearse, esos dos no podían apartar las manos el uno del otro.

No los culpo, yo tampoco quería apartar las manos de mi mujer. Aunque ella de momento no me dejaba.

Mierda, tengo que averiguar qué cojones le dijo Mila. Íbamos medianamente bien hasta que ella fue al baño.

De acuerdo, intentad no criticarme mucho —bromeó él, dejando otro beso en sus labios.

Conocía a Massimo desde hace casi siete años y nunca, nunca, lo había visto tan en paz como cuando está con Davina.

—No te preocupes, hoy tú no eres el orden del día —le guiñó un ojo.

Se despidió de nosotros, insultando por lo bajo a Matteo, y se marchó. Yo, me removí inquieto.

—Bien, chicos, tengo que irme. Nos vemos después.

Salí de casa del Capo y me subí a mi coche, encaminándome a casa de Mila. Si hacía falta, le sacaría la verdad a golpes.

Nadie, absolutamente nadie, se interponía entre mi mujer y yo.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora