13. Pelear

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13. Pelear

Lía Messina

Davina soltó un chillido emocionado, haciendo que rodara los ojos.

—Shh —chisté, callándola—. Nos van a escuchar.

Estábamos en casa de Massimo, con todos allí abajo mientras que Dav y yo habíamos subido a su cuarto para hablar por petición mía. Le había contado lo de ayer por la mañana y ella casi enloqueció.

—Me da igual, ¡Adonis te ha hecho un or... —antes de que pudiera seguir hablando, le tapé la boca con la mano. Se quedó mirándome un par de segundos, manteniéndose en silencio.

—¿Vas a dejar de gritar? —cuando asintió, le destapé la boca. Suspiré— Ni siquiera sé como he pasado de tenerle pánico a querer subirme encima suyo cada vez que lo veo.

—Bienvenida al sexo, cariño. Una vez lo pruebas, no puedes parar.

Le fruncí el ceño.

—Eso es algo que diría una ninfómana, Dav.

—Con Massimo como prometido, ¿cómo no serlo? —rió— Como sea, otra mierda más a mi lista de cosas por las que soy un mal ejemplo para tus futuros hijos.

Reí.

—Serás la tía favorita.

—Por supuesto, no espero que lo sea Matteo.

Que asumiera que los Ricci eran hermanos de Adonis fue... lindo. Quiero decir, nunca tuve amigos porque las muñecas de la mafia son malas amigas y los chicos estaban terminalmente prohibidos, así que tal vez envidiaba un poco el grupito de los Ricci y la familia que parecían ser.

No importa. Yo tenía a Dav, puedo que incluso a Adonis también. Tenía a Diego y a mi padre, que eran las personas a las que más amaba en el mundo.

—¡Nena! —chilló Massimo desde abajo— ¡Baja a entrenar!

Dav se quejó por lo bajo, antes de sonreír.

—Vamos, voy a patearle el trasero a Matteo —me instó a levantarme de la cama—. Ah, por cierto, ¿tú sabes pelear?

Me encogí de hombros.

—Diego me enseño a disparar, pero eso es todo lo que sé. Nunca he estado en una pelea y nunca he disparado a algo que se moviera.

—Quizá sea hora de que aprendas.

—No lo sé, Dav...

—¡Oh, vamos, Lí! Somos de la mafia, aunque no tengas el tatuaje perteneces a este mundo —dijo—. Y no puedes ser una damisela indefensa si quieres sobrevivir.

—Tienes razón, Dav, pero me las apaño bastante bien siendo una muñeca de la mafia.

—Bueno, puedes ser una muñeca de la mafia y una mujer de la mafia —guiñó un ojo— ¡Venga! Hazlo por mí.

—Bien —bufé, dejando que me sacara del cuarto.

—¡Genial! —sonrió. Me guió por los pasillos hasta que llegamos al gimnasio, donde estaban los chicos conversando— Chicos, vamos a enseñarle a Lía a pelear.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora