11. Mi historia

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11. Mi historia

Lía Messina

—No vamos a poner una película de miedo —negó rotundamente Dav. Yo estaba de acuerdo con ella, pero no me atrevía a decirlo.

Habían estado discutiendo por que película poner y realmente me sorprendía ver a Adonis tan... así. Tan normal. Hablaba, bromeaba y reía. Incluso se burlaba de Matteo junto a Dav. Era casi... familiar.

Sin duda, no parecía un hombre capaz de matarte con sus propias manos.

¿Y si Dav tenía razón? ¿Y si Adonis realmente no se llevaba la violencia a casa?

—Vamos, nena, has asesinado y quemado viva a gente, no puede darte miedo una película.

—Pues sí. Iros al infierno.

Intentó levantarse, pero Massimo rió y la retuvo entre sus brazos. Ella le frunció el ceño, golpeándolo en el brazo. Él exageró una mueca de dolor, haciendo que su prometida le rodara los ojos.

—Como sea, poned lo que queráis. Pero que sepas, Massimo Ricci, que esta noche vas a quedarte todo el rato despierto conmigo. ¡Y no en un buen sentido!

El Capo soltó una carcajada, con todos uniéndosele. Incluso Marco, que parecía el más serio, soltó una risita. Estaba tan jodidamente sorprendida que ni siquiera podía respirar.

—Entonces, una de miedo —sonrió Matteo—. Intenta no morir, Vina.

—Lo mismo te digo, baño público.

—A mí las películas no me dan miedo.

—Oh, no lo digo por la película.

El pelinegro la miró ofendido.

—Sádica —se indignó—. Hermano, tu mujer me ha amenazado de muerte. Contrólala.

Finalmente Matteo escogió una sobre fantasmas o algo así y maldije, porque esas eran las que más miedo me daban. Sí, lo siento, pero le tengo más miedo a un fantasma (que no existe) que a un hombre con un arma (literalmente estoy sentada encima suyo).

La película estaba a punto de comenzar cuando el timbre sonó y Massimo miró por su teléfono, supuse que las cámaras de seguridad, antes de mandar a alguno de sus hermanos a por las pizzas. Marco, rodando los ojos, fue el que accedió a ir.

Las repartió, yo dejé la de atún en mi regazo para no tener que estar inclinándonos hasta la mesa. Marco apagó las luces y Adonis me obligó a recostarme sobre su hombro para que pudiera ver con más facilidad la televisión. Temblé, agarrando un trozo de pizza. Nuestras manos se rozaron cuando él imitó mi acción.

—Relájate, rubia —me susurró al oído, antes de morder la porción.

Ya, claro, como si fuera tan fácil.

En algún punto de la película, decidí que el maldito ente maligno que quería matar a los protagonistas me aterrorizaba más que mi marido, así que escondí mi rostro en su cuello. Soy una persona que ama el contacto físico, así que evitar tocar a alguien, por mucho miedo que le tenga, es complicado. Sin embargo, supongo que la absurda película me ha hecho llegar al límite.

Dios, no quiero ser asesinada por un fantasma. Merezco algo mejor.

Adonis no reaccionó mal. Al contrario, parecía estar muy contento mientras me acariciaba la espalda con algo que, aunque me costó identificar, logré clasificar como dulzura.

Me sorprendí a mí misma, relajándome entre sus brazos. No me quedé dormida, estaba aún muy tensa por tener a los Ricci a unos pasos de mí, pero me quedé entre el limbo entre el sueño y la realidad.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora