08. Charlas agradables y... no tan agradables

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08. Charlas agradables y... no tan agradables

Lía Messina

¡Dav!

Cuando vi a mi mejor amiga entrar a Forno di Pedra, fui casi corriendo hasta ella. Me lancé a sus brazos, Dav me estrechó con fuerza.

—Hola, Lí —susurró.

Sé que ella no se sentía cómoda con el contacto excesivo, pero yo amaba con toda mi alma los abrazos. Abrazar a alguien importante era como sostener su corazón durante unos segundos.

Cuando nos separamos, Dav me sonrió. Ella era preciosa, tenía el cabello larguísimo y rizado, me fascinaba su pelo. Y la quemadura de su brazo izquierdo solo la hacía ver mejor.

Davina Fiore, próximamente Ricci, era una luchadora.

—Bien, ¿cuál era ese consejo que necesitabas?

Suspiré, sabiendo que esto iba para largo.

Avisé a papá de que me tomaría mi media hora de descanso, él asintió enseguida. Creo que papá aceptaría cualquier cosa que le pidiera, cualquiera, solo porque se sentía demasiado culpable.

Davina y papá hablaron un par de minutos, sobre cosas triviales pero con un pequeño trasfondo que hablaba de la Ndrangheta y los futuros negocios previstos. No fue mucho tiempo y Dav en seguida me arrastró al área de empleados.

Me senté en una de las sillas, soltando un suspiro. Ella trajo una silla delante mío.

—¿Adonis te ha hecho sentir mal? —inquirió y supe por su tono que, si mi respuesta era afirmativa, lo mataría a golpes.

Aunque me sorprendió vagamente que utilizara las palabras sentir mal y no obligado a algo. Quiero decir, ¿Davina no creía que Adonis me violaría? ¿O solo lo había usado ese término para no asustarme?

Probablemente solo esté sobrepensando.

—No, supongo que no —murmuré—. Pero estoy tan asustada, Dav.

—¿Por qué?

Con un suspiro bajo, me recliné en la silla y la miré. Sentí mis mejillas enrojecerse antes de que si quiera formulara la pregunta.

—¿Tú... Recuerdas...? Ya sabes, ¿recuerdas cuando perdiste la virginidad?

La sonrisa de Dav fue un tanto sarcástica y supe que no estaba preparada para lo que diría.

—Tenía catorce y necesitaba un lugar donde vivir durante invierno si no quería morir de hipotermia —explicó—. Tampoco fue algo tan malo, supongo. El chico era joven y, cuando no estaba muy cansado, intentaba que yo lo disfrutara.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, poniéndome los pelos de punta y aumentando mi horror. Davina debió notarlo, porque se retractó.

»Quiero decir, yo no disfruté del sexo hasta que estuve con Massimo. Para mí el sexo siempre fue una herramienta, algo que me hizo sobrevivir —explicó. Su voz casi tenía orgullo, como si supiera que haber sobrevivido era un mérito y no una vergüenza. Me gustaba esta Dav—. Pero el sexo se disfruta, Lí, es placer. Te lo aseguro —sonrió dulcemente, poniendo un mechón detrás de mi oreja—. No creo que debas tener miedo.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora