De alguna manera, no hubo pesadillas, no hubo insomnio y tampoco hubo miedo en toda la noche. No hubo rastro de temer despertar y que todo hubiese sido un sueño, al contrario, tuve muchas ganas de despertar.
Y cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue una sonrisa, esa sonrisa tan contagiosa e inmensa que me hizo dar gracias por haber despertado.
— Buenos días, preciosa — decía él, con la voz ronca por apenas haber despertado.
Hace dos noches, cuando desperté junto a Dylan por primera vez, no tuve esta vista, pues cuando desperté, él seguía durmiendo de espaldas a mí y al yo ir al baño por unos minutos, cuando volví, él ya se había levantado.
Y esta vez, estábamos recostados uno frente al otro, en la misma cama y con la luz del intenso sol entrando por las persianas e iluminando toda la habitación. Esta vez podía verlo recién levantado al igual que él a mí.
— Buenos días — respondí con una pequeña sonrisa.
Dylan acomodó mi cabello, pues estaba cubriendo la mitad de mi rostro, lo colocó detrás de mi oreja y se acercó a plantarme un dulce beso en mis labios.
Estar con Dylan ha cambiado mi vida y mi forma de pensar, encontrar un buen amor siempre iba a darle luz a la vida o al menos eso decía un profesor de la universidad. Y posiblemente tenga razón y el sol no sea el que ilumina la habitación, sino él.
— ¿Qué hora es? — pregunté.
— Son las siete — respondió mirando el pequeño reloj que estaba en la cajonera junto a él — Temprano todavía.
— ¿Qué hacías despierto tan temprano? — volvía a preguntar.
— Oh nada especial — se acercó más a mí, moviendo la cama en el intento — Solo disfrutaba mirarte dormir.
Me sonroje en el instante, era completamente vergonzoso que Dylan me haya visto dormir en sabrá Dios que condiciones, ¿Y si ronqué? ¿Y si babeé?
Los pensamientos de vergüenza inundaron mi mente en ese mismo instante, provocando que me escondiera debajo de las sábanas.
— Oh vamos — él comenzó a reír y a querer destaparme — ¿Por qué te tapas?
— Porque eres demasiado ridículo — contesté debajo de las sábanas.
— ¿Yo, ridículo? — fingió un tono ofendido.
Emití un sonido de afirmación.
— ¡Veras lo que hace este ridículo!
No entendí a que se refería Dylan, pero no demoró mucho tiempo en colarse debajo de las sábanas y comenzar una guerra de cosquillas.
— ¡Dylan, basta! — pedía siendo presa de las risas.
— ¿Soy ridículo? — preguntó sin dejar de hacerme cosquillas.
No podía responder, odiaba las cosquillas porque me hacían sentirme indefensa. Jerry había tratado de hacerme cosquillas varias veces y yo siempre lo golpeaba para que me dejara en paz. Sin embargo, con Dylan eso no me molestaba, me divertía el hecho de que estuviéramos pasando una agradable mañana.
— Sigues... sigues sién... siéndolo — contesté.
Eso hizo que Dylan aumentara las cosquillas y que quedara sobre mí, para así, con el peso de su cuerpo evitara que yo me moviera.
— Mas vale que pida perdón, señorita MacRay — dijo sin dejar de picar mis costillas.
— Bien, bien, perdón — dije al fin.
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Puedo reparar tu corazón
RomanceLena MacRay nunca imagino que su vida se tornaría oscura y fría en el momento en el que perdió a sus padres con tan solo 18 años. Una gran decepción y un gran golpe al corazón la hizo apagar todo rastro de sentimientos hacia las personas del mundo e...