3. Los MacRay

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De verdad que la siguiente media hora se me paso muy lenta, no podía dejar de escuchar como Wilghtmore reía mientras veía no sé qué cosas en su celular. Incluso puedo jurar que me estaba durmiendo sobre mis brazos del aburrimiento y del maldito calor, pero las ganas de ir al baño me ganaron.

— ¿Puedo ir al baño? — pregunté.

— Estas en detención— respondió sin dejar de mirar su celular.

— Solamente voy a ir al baño, no me voy a escapar— insistí sintiendo como las ganas de ir al baño aumentaban dentro de mí.

—  Está bien, ve, pero te quiero aquí de vuelta— me miró con severidad. Aguanté su mirada por unos segundos y después me reí bajito para después levantarme de la silla.

Salí de su oficina directo al baño. Al llegar al baño hice mis necesidades, después me lave las manos y me mire al espejo, bufé. Necesito soportar lo que queda de tiempo con el enfrente de mí. Vamos, si puedo soportar un salón repleto de idiotas, puedo soportar a un hombre treintón con una obsesión por pasarse la mano por el cabello cada cinco minutos. Que tan difícil puede ser.

Después de unos minutos decidí regresar al salón, no quería que Wilghtmore creyera que me había fugado, aunque ganas no me faltaban de hacerlo. Así que volví al salón de clases donde estaba cumpliendo los últimos minutos de mi castigo, pero ¡Carajo! El señor Wilghtmore tenía mi libro de Romeo y Julieta entre sus manos.

— ¡Entrometido! —  le grité haciendo que se sobresaltara. Camine hacia él a paso veloz y le quite mi libro de sus manos.

— ¿Romeo y Julieta? — me preguntó curioso, elevando una ceja.

— No le interesa.

— Es un gran libro, muy... romántico — comentó— Deben....

— ¿Gustarme? — pregunté antes que él.

— Si — respondió fácilmente — En tu mochila había más libros de ese género — señaló los libros que tenía en su escritorio.

El idiota había aprovechado que fui al baño para husmear en mi mochila, le di demasiado tiempo para encontrar los libros y hasta de leerlos si quería. Estaba realmente molesta, tomé mi mochila y le quite los libros de su escritorio para poder guardarlos en mi mochila con brusquedad, solo deseo irme ya de aquí.

— El tiempo aún no termina — dijo intentando detenerme. — Siéntate, Lena.

— Siéntese usted, yo me largo— me di la vuelta lista para irme, pero las cosas no siempre salen como esperamos.

— No te voy a tener paciencia solo porque tus padres murieron, Lena— me pare en seco. Es el primer día, al parecer los chismes corren rápido. — Deja de comportarte como una malcriada y comienza a respetar a los demás.

— Le diré algo que usted se muere por saber desde que quién sea que le haya contado sobre mí, le contó— me volví a mirarlo y este estaba con el ceño fruncido y las manos cruzadas sobre su pecho— El problema no son mis padres, ni tampoco los libros de mi mochila, el problema... es Danny.

—  ¿Qué? —  preguntó desconcertado.

— Hasta mañana profesor –me di la vuelta y salí del salón sin decir una palabra más.

¡Mierda se lo dije! No debí decírselo, pero era lo que él quería, lo que todos los maestros han querido saber todos estos años ahora lo sabe él, el maestro nuevo sabia el nombre del asesino de mis padres y si era tan inteligente como decía ser iba a averiguar qué Danny era mi exnovio. No quería que nadie se enterara que el primer amor que tuve solo me utilizo, sería una burla para todos y mi vida seria más cansada de lo que ya es socialmente. Soy una tonta. Caminé por el patio de la escuela para poder salir, pero justo al dar la vuelta en el pasillo principal, alguien más tonto que yo choco conmigo.

Puedo reparar tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora