The Last Call - Charles Lecrerc

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Las palabras son el arma más mortal que un ser humano posee
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Australia, Melbourne

No podía sacarme ese beso de la cabeza.

Me volvía loco el imaginar el poder que ella tenía sobre mi desde el día uno.

Por eso cuando la vi caminando por el paddock en Australia me acerqué solo para tenerla cerca, tener su aroma a lavanda y su sabor a fresa que me pedía más desde que la pobre.

—Mejora la cara Wolff.

A pesar de sus ojeras seguía viéndose bellísima, con todo y su cara de necesitar torturar a alguien.

—Y tu mejora en la cama. Ya varias chicas se quejan de que no las satisfaces.

Por que ninguna merece llenarse como tú de mi, mon amour.

—No dirás eso cuando te tenga debajo de mi.

Solo puedo imaginar su cuerpo debajo del mío mientras la penetró, casi escuchó sus gemidos en mi oído.

—Quien dijo que me tendrías debajo, yo funciono más arriba.

—Ponlo a prueba.

Por favor, te dejo hacerme lo que quieras, pero déjame chuparte y saborearte.

La seguí, su mal humor irradiaba tanto que las chicas que sonreían se asustaron cuando la vieron.

—En serio —le digo— pareces hater de la vida.

—Y lo soy. Maldita vida.

Me detengo sintiendo una tristeza irradiar, ella no sabía que yo sabía sobre eso.

—¿Que haces?

Reaccione y la seguí.

—Recordé algo —le resta importancia.

Pide su bebida y luego ordena por mi.

—¿Latte? Eso explica mucho.

—¿Deduces toda mi personalidad por un latte?

Se nos entregan las bebidas y nos sentamos en una mesa.

—Mhm —le doy un sorbo.

Pone sus gafas en su cabeza y la sigo viéndola a los ojos.

—¿Tienes algo sobre el tipo que nos tomó la fotografía?

Pregunto y niega mientras se echa un bocado de crema batida abriendo mucho la boca.

Seguro que mi polla cabe ahí.

—Sasha me está ayudando con eso. Lo mejor es que me lo dejes y te concentres en tu carrera.

—No cargues todo el peso en ti.

Ve a la nada por un rato. Hasta que el ring tone de un perro la despierta del transe.