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La puerta de la habitación sonó y me quede ahí, hecha un ovillo con aquella manta que papá me regaló cuando era apenas una niña.

Volvieron a tocar.

No hice nada, me aferré a esa manta, me aferré a mis brazos.

Tocaron más fuerte.

Escuche voces en la entrada, pero no me moví, ignoré todo.

Hasta que después de unos minutos la puerta se abrió de golpe dejando entrar la luz de los pasillos del hotel.

La oscuridad de la habitación y el silencio fueron sustituidos por aquella línea de luz y el ruido de una respiración agitada.

—Mierda, Elizabeth.

Cerré los ojos con fuerza, no quería ver a nadie, para ser más específica no quería verlo a él.

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Abrir el corazón es más difícil que abrir los ojos
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Azerbaiyán, Baku

Pase por el último tramo de seguridad adestrándome junto con Carlos al paddock.

—Hola Baku —dijo el español en su idioma.

—Hola Baku —lo repetí.

Se rio de mi y solté una carcajada, creo que Carlos era uno de los mejores compañeros que había tenido.

Complete mi rutina y quería dar el paseo por el circuito. Tome una bicicleta y antes de empezar fui a Mercedes a buscar a cierta chica.

—Charles —me saluda George en cuanto me ve— ¿Que te tiene por aquí?

—Vine a por Eli.

Hizo una mueca que intentó disfrazar al instante, no era tonto, conocía a George desde niños y se lo obvio que es con las cosas.

—Eli no está —dijo mirando al suelo— el cambio de horario la tiene mal.

—Pero me dijo que si vendría a Azerbaiyán.

—No —soltó—. Bueno si... pero con tantos cambios de horario está un poco enferma y el doctor le ordeno reposo.

No me lo creo, aunque ahora no esté dando si cien por cien en la fórmula, se que un cambio de horario no la puede afectar, estamos entrenados para esto, acostumbrados.

—Hola Lecrerc —Lewis entra y se detiene regresando cuando George lo ve—. ¿Pasa algo?

—¿Que tiene Elizabeth? —preguntó directamente— no soy estupido, se qué hay algo más.

Lewis ve de manera significativa a Russell quien se despide con la mano mientras se adentra a su garage.

—¿Damos la caminata juntos?

Asiento y caminamos juntos por el circuito.

—George no sabe que tú la encontraste aquel día —comienza— por eso actúa así, sabrás que ambos se quieren como familia y él hará lo que Toto diga con tal de verlos bien.

—Toto se equivoca mucho con su primogénita —repito las palabras que leí en aquella letra.

—Exacto —sonríe a boca cerrada—, por eso recurrí a ti. Creo en las coincidencias, pero no creo en que mágicamente hubieras pasado por el lugar del accidente minutos más tarde a altas horas de la noche. Pero en fin... no negaremos el hecho de que la pequeña Wolff sufre de depresión, y aunque recibe la mejor ayuda profesional y familiar no siempre habra días buenos, como por ejemplo ahora, los altibajos llegan de repente y no es que no quiera...

The Last Call - Charles Lecrerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora