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Te ame por la seguridad que me diste
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P25
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Mónaco, Montecarlo

No se como, pero llegamos a mi habitación, se encontraba del otro lado de la de mis padres y hermano, por otro pasillo.

Así que llegar de pie es como un logro.

Al menos Charles estaba de pie, yo ya tenía mis piernas rodeando su cadera. Sentí su mordisco en mi labio inferior y jadeé al no tenerlo en mi boca.

—Charles —supliqué cerca de sus labios.

—Quiero que sea importante.

—Lo será si es contigo.

Y con eso le doy permiso de continuar.

Si lengua entra a mi boca agresivamente, con sus manos en mis mejillas.

Lucho por el control, al no ceder se lo doy todo como una una sumisa.

Sonríe sobre mis labios.

—Aprendes rápido.

Saca su playera por encima en un simple movimiento rápido y yo bajo mis shorts. Caemos en mi cama.

—Te equivocas —digo entre besos—, solo he sido obediente.

—¿Si? —baja por mi cuello.

—Mmm —es lo único que me sale cuando siento como chupa— dejarás marcas.

Escucho su risa ronca detrás de mi oreja.

—Tienes razón, me equivoco. Parece que no has aprendido.

Viaja hasta mi clavícula con su boca, comienza a desabrochar el primer botón del camisón que llevaba.

—¿Que es lo que no aprendí?

Sube a mi boca probándola, como si tratase de conocer cada espacio con su lengua.

—No seré un buen maestro si te doy la respuesta así de fácil —inquiere con una sonrisa ladeada.

El gesto es tan sexy que muerdo mi labio inferior conteniéndome. Sus ojos quedan paralizados en mi boca, relame sus labios y suspira.

—Joder. Si sigues haciendo eso terminaré antes de que pueda tocarte.

Mis ojos brillan con el deseo. Con la curiosidad bajo mi mano por su abdomen, su cuerpo tenso, duro, y bien formado.

Llego hasta el borde de los pantalones cortos indecisa. No nos hemos dejado de mirar, se ha vuelto una competencia. Al notar mi indecisión él mismo toma mi mano y la mete entre su ropa.

—Esto me haces...

Tomo el miembro entre mi mano, con un agarre firme, y pierdo la batalla siendo la primera en bajar la vista por donde nuestras manos se pierden.

Trago grueso, siento el duro pene entre mis dedos.

—Quiero que me masturbes —ordena sacando su mano, dejando solo la mía.

Muevo un poco. Lentamente. Se tapa en mi cuello lamiendo y chupando para dejar más marcas. Lo escucho gruñir cuando los movimientos se aceleran.

—Me vuelves loco.

Jadea, y es el jadeo más sensual que he escuchado.

Continúa con los botones de la camisa y en un acto de desesperación la arranca toda. Para mi suerte hoy llevaba un sostén rosa palo de encaje.

The Last Call - Charles Lecrerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora