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A veces la cura es una persona
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Azerbaijan, Baku

Cuando desperté tenía el desayuno en la mesita y una carta con un "Cambia esa cara de mierda porque hoy ves la carrera desde mis boxes" y a un sonriente Charles pegado a mi cara a la espera de mi repuesta.

—Que... original —fue lo único que dije.

El plato tenía caritas sonrientes y unas cerezas en el centro, todo acomodado meticulosamente.

—Tengo una sorpresa más, pero anda, comete todo que tienes que estar com las energías altas.

Me acabé todo en el plato y luego el postre. Él quito todo y nos acomodamos frente a frente como indios.

—¿Que tal estuvo?

—¿Bien?

—¿Solo bien?

—¿Por que insistir tanto?

Se rasca la nuca y masculla.

—Yo lo he hecho.

Abrí los ojos sorprendida.

—Es mentira.

—No lo es —se enfurruña, me encanta que lo haga— me levante a primera hora para invadir la cocina del hotel. Charles Lecrerc tiene sus dotes culinarios, y más dotes que seguro quieres conocer.

Levanta las cejas y me parece un gesto tan genuino y divertido que no puedo evitar la risita.

—No creo que esos dotes extra de los que hablas se te den tan bien —lo reto— en cuanto a los culinarios, por ahí vas.

—Gracias. Y no te enseñe la mejor parte, creo que debo hacerlo...

Veo a los labios y él ve a los míos.

—Tendrás que mostrarme...

Como dos imanes nos pegamos en una cantidad exagerada de besos.

—Vamos a la ducha —dice atrayéndome a él para levantarme.

Lo sigo mientras le voy sacando la ropa.

Chocamos con la pared deteniéndonos para reír juntos antes de volver a lo nuestro.

Entramos desnudos a la ducha y estira su mano abriendo la llave del agua. Cae helada despertando todos mis sentidos.

Me abraza y lo rodeo, nuestro calor nos ayuda hasta acostumbrarnos a la fría temperatura.

—Sé que te mueres por esto —se señala—, pero no es correcto Mon amour.

Lo veo mal y me quita la mueca con um tierno beso en los labios.

—Tenía que bañarte de una u otra manera.

—Lo dices como si fuera alérgica al jabón.

—Alguien me contó que de niños lo eras. Una gota de agua y corrías de tu madre para esconderte.

—Eso fue hace mucho. Ahora me encanta bañarme.

—No pensé lo mismo hoy que dormí contigo.

Y con eso me zampa el shampoo en la cabeza haciendo que me caiga por todas partes.

—¡¡¡PENDEJO!!!

El shampoo cayó por toda mi cara, lo tragué y comencé a toser, entro a mis ojos y picaba.

The Last Call - Charles Lecrerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora