I

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El sol de la tarde comenzaba a desaparecer poco a poco mientras una hermosa mujer caminaba tranquilamente por el campo, a través del largo césped verde. Montañas altas se divisaban a lo lejos y el único sonido que se escuchaba era el agua corriendo en el río. Era una tarde serena y hermosa. 

El sol pronto se puso por completo sumiendo el campo en completa oscuridad. Sólo entonces la tranquilidad del lugar fue interrumpido por un sollozo. Era tan bajito que apenas se escuchaba pero no pareció perturbar la calma de aquella mujer. Se acercó con paso lento pero decidido hacia el origen de aquel sonido. Una niña lloraba en silencio. El cuerpo de un anciano estaba a su lado, desvanecido. La cabeza del hombre descansaba en el regazo de aquella niña que continuaba llorando restregándose los ojos con fuerza, como si eso sirviera para que su llanto se detuviera. La pequeña alzó la cabeza al darse cuenta que no estaba sola y sus sollozos se detuvieron en cuanto sus ojos se encontraron con los de aquella mujer. Lo primero que la niña notó es que era hermosa. Tan hermosa que parecía un ángel. Su figura alta y delgada se acentuaba con un vestido largo y negro. Su cabello era largo y lacio. Incluso en la oscuridad la pequeña notó que era tan rubio que parecía blanco. Pero no fue eso lo que llamó su atención y no le permitió apartar la vista. Fueron sus ojos. Sus ojos dorados brillaban como si en ellos hubiera oro líquido. La mujer mantuvo su rostro fijo en el anciano, su rostro impasible. Luego, miró a la niña.

—¿Eres un ángel?—preguntó la niña. La mujer esbozó una leve sonrisa y le tendió la mano a la pequeña. Ella miró la mano y luego al anciano en su regazo—Es mi abuelo. Creo que está dormido. No puedo despertarlo—

—Tu abuelo no despertará—habló la mujer por primera vez. La niña creyó que su voz era lo más hermoso que había escuchado alguna vez. No la conocía. Nunca la había visto. Pero no sentía miedo. 

—¿No despertará?—preguntó mirando de nuevo a su abuelo. 

—No—repitió la mujer. La niña parecía tener problemas comprendiendo esto porque miró atentamente al hombre, esperando cualquier movimiento que le indicara que despertaría en cualquier momento—¿Recuerdas que tu abuelo estaba muy enfermo?—preguntó la mujer y la niña asintió. 

—Mamá dijo que el abuelo pronto iría a encontrarse con la abuela—explicó la niña, recordando las palabras de su madre.

—Así es. Tu abuelo la está buscando en lo alto de las nubes—dijo la mujer señalándole el cielo con una de sus manos. La niña miró el cielo y abrió los ojos con sorpresa. 

—¿El abuelo puede volar?—preguntó.

—Ahora puede hacerlo. Ahora tiene alas y puede volar a través de las nubes—explicó la mujer. Aunque su rostro parecía inexpresivo, su voz era dulce. La niña miró el cielo con un brillo en los ojos imaginándose a su abuelo volando por lo alto. Entonces arrugó el entrecejo y miró nuevamente su regazo. 

—¿Pero qué pasa con su cuerpo?—

—Para poder volar en lo más alto del cielo debemos dejar nuestro cuerpo atrás—la mujer volvió a extender su mano a la niña—Tu abuelo ya no se encuentra en ese cuerpo porque su cuerpo estaba viejo y enfermo. No podía volar así—

La niña asintió lentamente, comprendiendo de a poco las palabras de la mujer. Se inclinó hacia el cuerpo del anciano para darle un beso en la mejilla antes de dejarlo con cuidado sobre el césped y tomar la mano que la mujer le ofrecía. Su mano era cálida a pesar de que la noche era fría y ella sólo estaba usando un vestido que parecía muy delgado. Comenzaron a caminar. La niña no preguntó adonde se dirigían porque su atención estaba fija en la mujer que caminaba a su lado. No podía dejar de observarla, estaba cautivada por su belleza y su manera de actuar. 

Until death do us apart (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora