II

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Lisa despertó con la imagen de ojos dorados en su memoria. Nuevamente había soñado con el día en que falleció su abuelo. Ella tenía solo cuatro años cuando sucedió pero fue un evento que quedó grabado en su memoria, aún cuando con el paso del tiempo se transformó en un recuerdo borroso. Lisa estaba segura que aquella tarde alguien estuvo con ella cuando su abuelo se desmayó. Fue esa persona quien la llevó a la cabaña donde estaban sus padres, pero por más que intentaba recordar cómo lucía aquella persona, no lo conseguía. Sólo recordaba aquellos ojos dorados que brillaban como si tuvieran vida propia. 

Rodó en su cama y vio el reloj. Apenas eran las 6 pero sabía que sería inútil intentar dormir asique simplemente se levantó y decidió tomar un baño. Cuando estuvo lista, se dirigió a la cocina y se preparó un café. Sentía el cuerpo algo tenso, pero sabía que se debía a las horas que pasó tras el volante la noche anterior cuando regresó a Denver. 

Su prima, una pequeña de siete años había fallecido tras una intensa batalla con una enfermedad cardiaca. Lisa la adoraba. Era una pequeña risueña y optimista, aún cuando era muy consciente de su enfermedad. Cuando los medicamentos comenzaron a provocarle efectos secundarios, ella decía que valdría la pena si con eso mejoraba. Pero no mejoró. Y Lisa odiaba que se la hayan arrebatado. Es por eso que cuando supo que estaba grave en el hospital hace cinco días atrás, no lo pensó dos veces antes de tomar su auto y conducir hasta su hogar en Grand Island. Por supuesto que al llegar las noticias no eran buenas. Los doctores no sabían qué hacer por la pequeña y un día después de su llegada, falleció. Sus tíos estaban devastados. Sus padres estaban devastados. Ella estaba devastada. Fue un golpe duro para la familia y es por eso que después del funeral, decidió quedarse unos días más. No es que ella se sintiera mejor que el resto, pero sentía que lo correcto era estar con su familia y acompañarlos en el duro momento que estaban atravesando. Pero no podía continuar faltando a clases, asique con pesar regresó al departamento que compartía con sus mejores amigas en Denver. 

Después de pasar seis horas al volante, abrió la puerta del departamento y se sorprendió cuando vio a sus dos mejores amigas esperando por ella a pesar de ser bastante tarde. En cuanto la oyeron cruzar la puerta, ambas corrieron a abrazarla y decirle que todo estaría bien. Jennie, Jisoo y Lisa solían vivir en Grand Island. Se conocieron en primaria y se convirtieron en buenas amigas de inmediato. Las tres no sólo compartían una larga amistad sino que también compartían el deseo de ser enfermeras. Enviaron solicitudes a las mismas universidades y cuando las tres fueron aceptadas en la Universidad de Denver, no dudaron en mudarse y comenzar una nueva aventura juntas. 

—Despertaste temprano—La voz de Jennie asustó a Lisa. 

—¡Cielos! Me asustaste—se quejó poniéndose una mano sobre su pecho. Se quitó sus lentes y se masajeó el puente de la nariz—Quería repasar mis notas antes de ir a clases— 

—¿Irás a clases aunque apenas has dormido unas horas?—preguntó Jennie preparándose una taza de café. 

—Sabes que no puedo seguir perdiendo clases. Los profesores son comprensivos, pero hay un límite y no quiero averiguar cuál es—suspiró tomando su taza de café entre sus manos.

Jennie sonrió y tomó asiento a su lado. Lisa tenía razón. Las personas son comprensivas pero sólo hasta cierto punto y los profesores en su universidad no eran la excepción. 

—Espero que nuestros apuntes te hayan ayudado—comentó Jennie y Lisa le regaló una media sonrisa. 

—Por supuesto que sí. Muchas gracias, Jen. Incluso se dieron el tiempo de destacar lo más importante e incluir ejemplos. Es increíble—Jen se encogió de hombros restándole importancia. Ella y Jisoo sabían por el momento difícil que estaba atravesando su mejor amiga y lo que menos deseaban, era que se agobiara intentando ponerse al día con los días perdidos. 

Until death do us apart (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora