XIX

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—¿Qué estás haciendo?—

Roseanne se había dormido profundamente después de una increíble noche junto a Lisa. De hecho, ni siquiera recordaba haberse quedado dormida porque la más joven se aseguró de dejarla completamente agotada. Roseanne pensaba que nada podría superar la primera noche que pasó junto a la futura enfermera pero claramente estuvo equivocada. 

—Uh... es tarde. Debería volver a casa—respondió Lisa a medio vestir. Roseanne se levantó lentamente de la cama hasta quedar sentada y miró la hora en el reloj de su mesita de noche. 

—Son las cuatro de la mañana—comentó. 

—Si. Lo sé— 

—¿Por qué volverías a casa a las cuatro de la mañana?—preguntó Roseanne confundida—Creí que pasaríamos el fin de semana juntas— 

—¿Eh?—Lisa la miró con sorpresa. En algún momento de esa noche Roseanne perdida en el deseo dijo que deseaba pasar el fin de semana justo así. Pero Lisa realmente no pensó que estuviese hablando en serio. Es decir, fue algo que dijo producto de la pasión del momento ¿no?

—No quiero que te vayas—dijo Roseanne con honestidad y Lisa tuvo que hacer uso de todo su fuerza de voluntad para no sonreír como una idiota. 

—¿En serio?— 

—Por supuesto. Pero si deseas irte, entonces...— 

—¡No!—se apresuró a decir Lisa volviendo rápidamente a la cama para sentarse frente a ella—Claro que no quiero irme. Pero no quería que pensaras que estaba leyendo demasiado en esto asique creí que tal vez lo mejor era volver a casa— 

—Lisa...—suspiró Roseanne y acarició con delicadeza una de sus mejillas—ya te dije que no hay manera que piense eso de ti. Y aún si ese fuera el caso, no me molestaría en absoluto. Me gusta la idea de estar en tu mente todo el tiempo—

Lisa esta vez no pudo ocultar su sonrisa. No sabía exactamente cuál era su relación actual con Roseanne pero esas mariposas en el estómago definitivamente significaban algo. 

—Si ese es el caso... Espero estar en tu mente también—comentó Lisa. 

—Oh, créeme que lo estás. Constantemente—dijo Roseanne con una sonrisa. Sin perder el tiempo, se acercó a la joven y la besó con dulzura e intensidad. Los besos de Roseanne volvían loca a la menor. En serio, sentía que podía besarlos por toda la eternidad—¿Qué tal si esta vez me permites retribuir todo tu esfuerzo?— 

—¿De qué estás hablando?—preguntó Lisa confundida. 

—Sólo di que sí—respondió Roseanne con una risita. 

Lisa rió y no dudó en aceptar. Y agradecía no haber dudado porque mientras disfrutaba y se perdía en el cuerpo de Roseanne, sentía que podía tocar el cielo y deseaba que ese sentimiento no terminara nunca. 



Lisa despertó casi a mediodía y se sorprendió al encontrar la cama vacía. Miró alrededor de la habitación pero no había rastros de la doctora. Se levantó y fue directamente al baño mientras observaba todo con atención. Anteriormente ya había estado en esa habitación pero no tuvo tiempo de observar nada y ahora que podía hacerlo, le sorprendía un poco. La habitación de la doctora era enorme y parecía sacada de una revista. Los colores blanco, negro y gris predominaban en todo el lugar; desde el suelo y las paredes hasta la decoración. Sin embargo, no había ningún tipo de objeto personal. No habían fotografías, ni libros ni siquiera colecciones de algo que se pudiese identificar como su pasatiempos. Si Lisa no supiera que Roseanne vivía ahí, entonces pensaría que se encontraba en el típico departamento modelo que los agentes inmobiliarios muestran a los futuros compradores.  

Until death do us apart (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora