Until death do us apart (Chaelisa)

XXV

Hace unos días atrás...

Roseanne estaba agotada. Desde que llegó a Oklahoma junto a Félix, Jackson y Bang Chan apenas habían tenido oportunidad de descansar porque habían demasiadas víctimas y pocos recursos. 

Agradecía mantenerse constantemente ocupada porque eso reducía el tiempo para pensar en Lisa y la manera en que quedaron las cosas antes de irse. Lisa le había confesado estar enamorada de ella pero en ese momento no fue capaz de responderle. En los momentos menos esperados se encontraba preguntándose a sí misma cómo se habría sentido la joven cuando no recibió una respuesta.  

—¡Doctora!—escuchó la voz de una mujer llamarla con desesperación—Por favor, ayude a mi abuela—

Roseanne se giró y observó a una joven mujer que arrastraba la silla de ruedas donde había una anciana muy pálida quejándose de dolor. 

—¿Qué le sucedió?—preguntó Roseanne tomando su estetoscopio. 

—Tiene mucho dolor en el pecho. Se desmayó hace un rato y la traje de inmediato—explicó la joven y Roseanne asintió mientras escuchaba el corazón y la respiración de la anciana. Y no le gustó lo que escuchó. 

—Tendremos que realizarse algunos exámenes. Llamaré a una ambulancia para que la trasladen a Norwan—

—¡No!—dijo la anciana con desesperación—No. Me voy a quedar—

—Ella quiere quedarse ¿No hay manera que pueda ser atendida aquí?—preguntó la que Roseanne supuso era su nieta. 

—Es un campamento de emergencia. No tenemos los equipos necesarios para realizar el tipo de exámenes que ella necesita—explicó la doctora. 

—No quiero ir. Por favor...—insistió la anciana. 

—Por favor, doctora. Mi abuelo está aquí... Y mi abuela está muy enferma. Si algo sucediera, ella quiere estar cerca—

Roseanne dudó por un segundo pero finalmente asintió. Sabía que a la anciana le quedaba poco tiempo. Su alma poco a poco estaba siendo atraída a ella, algo muy común en pacientes con enfermedades terminales. Tal vez duraría un par de días más. No había mucho que Roseanne pudiera hacer por la anciana. 

Roseanne encontró una cama disponible e hizo cuanto pudo por aliviar su malestar, pero aún así los medicamentos no parecían ayudarla demasiado.

—Babalawo—murmuró la anciana. Roseanne arqueó una ceja al escuchar la manera en que la llamó.

—¿Cómo dices?— 

—Babalawo—repitió la anciana—Tú eres Babalawo— 

Roseanne sonrió. La anciana debía tener orígenes africanos si tenía esas creencias. 

—No. Babalawo es un brujo. No soy Babalawo—murmuró la doctora. 

—¿Qué eres?—

—Una doctora—respondió con simpleza pero la anciana entrecerró los ojos sin creerle—Vengo del más allá—dijo finalmente y la anciana abrió los ojos con sorpresa. 

—¿La muerte?—preguntó pero Roseanne no respondió—¿Me llevarás al más allá?—

—No. Aún no es tu hora— 

—Llévame—pidió la anciana—Duele. Duele mucho. Llévame— 

—No se puede jugar con eso, anciana—explicó Roseanne.