Prólogo

135 18 0
                                    

Incluso con el sudor en su frente y el salto en su respiración, no parecía enferma. Su piel no tenía el resplandor melocotón al que yo estaba acostumbrado, y sus ojos no eran tan brillantes, pero todavía era hermosa. Era la mujer más hermosa que jamás había visto.

Su mano se dejó caer de la cama y su dedo tembló. Mis ojos se movieron desde sus frágiles y amarillentas uñas, a su delgado brazo, su hombro huesudo, y finalmente me detuve en sus ojos. Me estaba mirando, sus párpados abiertos en dos rendijas, sólo lo suficiente para hacerme saber que ella sabía que yo estaba ahí. Eso es lo que amaba de ella. Cuando me miraba, realmente me veía. No miraba más allá de mí a las otras docenas de cosas que necesitaba hacer con su día, o desconectarse de mis estúpidas historias. Ella escuchaba, y eso la hacía realmente feliz. Todos los demás parecían asentir sin escuchar, pero ella no. Ella jamás.

—Singto. —dijo con su voz ronca. Se aclaró la garganta, y las esquinas de su boca se curvaron. —Ven aquí, bebé. Está bien. Ven.

Papá puso un par de dedos en mi nuca y me empujó hacia adelante mientras escuchaba a la enfermera. Papá la llamaba Becky. Llegó a la casa por primera vez hace unos días. Sus palabras eran suaves y sus ojos eran un poco amables, pero no me agradaba Becky. No puedo explicarlo, pero que estuviera aquí me asustaba. Sabía que estaba aquí para ayudar, pero eso no era algo bueno, a pesar de que mi papá está de acuerdo con ella. El empujoncito de papá me llevó varios pasos al frente, lo suficientemente cerca de mamá para que pudiera tocarme. Estiró sus largos y elegantes dedos y acarició mi brazo.

—Está bien, Singto —susurró. —Mami quiere decirte algo.

Metí mi dedo en la boca y lo empujé alrededor de mis encías, poniéndome inquieto. Asentir hizo que su pequeña sonrisa creciera, así que me aseguré de hacer más movimientos con mi cabeza mientras daba un paso hacia su cara. Usó lo que quedaba de su fuerza para deslizarse más cerca de mí, y luego tomó un respiro.

—Lo que voy a pedirte será muy duro, hijo. Pero sé que lo puedes hacer, porque ahora eres un niño grande.

Asentí de nuevo, haciéndola sonreír, incluso si no lo decía en serio. Sonreír cuando se veía tan cansada e incómoda no se siente bien, pero ser valiente la hacía feliz. Así que fui valiente.

—Singto, necesito que escuches lo que voy a decir, y aún más importante, necesito que lo recuerdes. Esto será muy difícil. He estado tratando de recordar cosas de cuando tenía tres años, y yo...

Su voz se desvaneció, el dolor fue muy fuerte por un momento.

—¿El dolor se está poniendo inmanejable? —dijo Becky, empujando una aguja en la intravenosa de mamá.

Después de unos momentos, mami se relajó. Tomó otro respiro y lo intentó de nuevo.

—¿Puedes hacer eso por mami? ¿Puedes recordar lo que voy a decir?

Asentí de nuevo, y levantó una mano en mi mejilla. Su piel no era muy cálida, y sólo pudo mantener su mano por unos segundos antes de que se pusiera temblorosa y cayera sobre la cama.

—En primer lugar, está bien estar triste. Está bien sentir cosas. Recuerda eso. Segundo, se un niño tanto como puedas. Juega, Singto. Sé tonto. —Sus ojos le restaban importancia. —Y tú y tus hermanos cuídense los unos a los otros, y a tu padre. Incluso cuando crezcan y se vayan a otro lugar, es importante volver a casa. ¿De acuerdo?

Mi cabeza se balanceó de arriba abajo, desesperado por complacerla.

—Uno de estos días, te enamorarás, hijo. No te conformes con cualquier persona. Elige a la persona que no sea fácil, una por la que tengas que luchar, y después nunca dejes de pelear. Nunca... —Tomó un suspiro profundo. —dejes de luchar por lo que quieres. Y nunca... —Frunció el ceño. —olvides que mami te ama. Incluso si no puedes verme.

Caminando junto a ti [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora