Capítulo 24: Olvidar

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—¡Perth está llamando otra vez! ¡Contesta el maldito teléfono! —gritó Tay desde la sala de estar.

Mi móvil seguía en la parte superior de la televisión. El punto más lejano de mi dormitorio en el apartamento.

Los primeros días de tortura sin Krist lo encerré en la guantera del Charger. Tay lo trajo de nuevo, argumentando que debería estar en el apartamento en caso de que mi padre llamara. No me pude negar a lo lógico, estaba de acuerdo, pero sólo si lo dejaba en el televisor.

La necesidad de cogerlo y llamar a Krist me estaba enloqueciendo, por el contrario.

—¡Singto! ¡El teléfono!

Me quedé mirando el techo blanco, agradecido de que mis otros hermanos hubieran cogido la indirecta, y me sentí molesto porque Perth no lo hubiera hecho. Él me había mantenido ocupado o borracho por la noche, pero tenía la impresión de que también tenía que llamar en cada pausa mientras él estaba en el trabajo. Sentí que estaba en algún tipo de vigilancia de suicidio Maddox.

Dos semanas y media de vacaciones de invierno, y el impulso de llamar a Krist se había convertido en necesidad. Cualquier acceso a mi teléfono me parecía una mala idea.

Tay abrió la puerta y arrojó el pequeño rectángulo negro al aire. Se posó sobre mi pecho.

—Jesús, Tawan. Te lo dije...

—Sé lo que dijiste. Tienes dieciocho llamadas perdidas.

—¿Todas de Perth?

—Una es de Portadores de Pantis Anónimos.

Cogí el teléfono de mi estómago, apreté mi brazo, y luego abrí mi mano, dejando caer el plástico duro al suelo. —Necesito un trago.

—Necesitas una ducha. Hueles a mierda. También es necesario que te cepilles los malditos dientes, te afeites, y te pongas desodorante.

Me senté. —Tú dices mucha mierda, Tawan, pero me parece recordar que hice la colada y la sopa durante tres meses enteros después de Kao.

Se burló. —Por lo menos me lavaba los dientes.

—Necesito que programes otra pelea —dije, cayendo de nuevo sobre el colchón.

—Tuviste una sólo hace dos noches, y la otra semana una antes de eso. Los números se redujeron debido a la ruptura. Save no programará otra hasta reanudar las clases.

—Entonces, trae a la gente al lugar.

—Demasiado arriesgado.

—Llama a Save, Tay.

Tay se acercó a mi cama, cogió mi celular, hizo clic en algunos botones, y luego lanzó de nuevo el teléfono a mi estómago. —Llámalo tú mismo.

Puse el teléfono en mi oreja.

—¡Capullo! ¿Qué has estado haciendo? ¿Por qué no has contestado a tu teléfono? ¡Quiero salir esta noche! —dijo Perth.

Entrecerré los ojos hacia la parte posterior de la cabeza de mi primo, pero salió de mi habitación sin mirar atrás.

—No me da la gana, Perth. Llama a Lay.

—Él es un camarero. Es la víspera de Año Nuevo. ¡Podemos ir a verlo, sin embargo! A menos que tengas otros planes...

—No. No tengo otros planes.

—¿Sólo quieres sentarte allí y morir?

—Más o menos —suspiré.

—Singto, te amo, hermanito, pero estás siendo un enorme cobarde. Krist era el amor de tu vida. Lo entiendo. Es una mierda. Lo sé. Pero nos guste o no, la vida tiene que seguir.

Caminando junto a ti [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora