Capítulo 14: Oz

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El día no comenzó bien. Krist estaba en alguna parte con New, tratando de disuadirlo de no dejar a Tay, y Tay estaba comiéndose sus uñas en la sala, esperando a que Krist hiciera un milagro. Había llevado al gatito afuera una sola vez, paranoico de que New llegara en cualquier momento y arruinara la sorpresa. A pesar de que lo había alimentado y le había dado una toalla para que se acurrucara, se quejaba.

La simpatía no es mi punto fuerte, pero nadie podía culparlo. Sentarse en una pequeña caja no era la mejor idea. Afortunadamente, segundos antes de que ellos regresaran, el pequeño se había calmado y dormido.

—¡Están de regreso! —dijo Tay, saltando fuera del sofá.

—Bien —dije, cerrando la puerta detrás de mí silenciosamente. —Comporta...

Antes de que mi oración estuviese completa, Tay había abierto la puerta y bajado las escaleras. La entrada era un buen lugar para mirar a Krist sonreír a la ansiosa reconciliación de Tay y New. Krist metió las manos en los bolsillos de atrás y se dirigió al apartamento.

Las nubes de otoño proyectaban una sombra gris sobre todas las cosas, pero la sonrisa de Krist era como el verano. Cada paso que daba, que lo acercaba a donde yo estaba, mi corazón latía con más fuerza contra mi pecho.

—Y ellos vivieron felices para siempre —dije, cerrando la puerta tras él. Nos sentamos juntos en el sofá, y empujé sus piernas en mi regazo.

—¿Qué harás hoy, Kitty?

—Dormir. O descansar... o dormir.

—¿Puedo darte tu regalo primero? —Empujó mi hombro.

—Cállate. ¿Me has traído un regalo?

—No es un brazalete de oro, pero pensé que te gustaría.

—Me encanta y aún no lo he visto.

Levanté sus piernas fuera de mi regazo y fui a recoger su regalo. Traté de no mover la caja, esperando que el gatito no despertara e hiciera algún ruido para alertarlo.

—Shhhhh, pequeño. Sin llorar, ¿Está bien? Sé un buen chico.

Puse la caja a sus pies, agachándome detrás de él.

—Apresúrate, quiero verte sorprendido.

—¿Qué me apresure? —preguntó, levantando la tapa. Su boca se abrió.

—¿Un gato? —gritó, metiendo la mano en la caja. Levantó al pequeño a su cara, tratando de mantenerlo en sus manos, ya que se movía y estiraba su cuello, desesperado por acercarse a su boca.

—¿Te gusta?

—¡Lo amo! ¡Tengo un gatito!

—Tuve que manejar tres horas para recogerlo después de clases el jueves.

—Entonces, cuando dijiste que fuiste con Tay en su auto para comprar...

—Fuimos a conseguir tu regalo —asentí.

—¡Es muy inquieto!

—Kitten necesitaba un gatito para combinar. —dije, tratando de mantener a la bola de pelos en el regazo de él.

—¡Parece un Muffin! Así es como voy a llamarlo —dijo, arrugando su nariz en él. Él era feliz, y eso me hacía feliz.

—Puedes tenerlo aquí. Yo me encargaré de él cuando vuelvas a tu dormitorio, y eso me asegurara de que vengas a visitarlo varias veces al mes.

—Hubiera regresado, de todas maneras, Sing.

—Haría cualquier cosa por esa sonrisa que está en tu rostro ahora mismo.

Caminando junto a ti [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora