Capítulo 19: La casa de papá

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Viernes. El día de la fiesta de citas, tres días después de que Krist sonrió por el nuevo sofá y entonces minutos más tarde dio vuelta la botella de whisky sobre mis tatuajes.

Los chicos habían terminado de arreglarse para la fiesta, y yo estaba sentado frente al departamento, en los escalones, esperando a que Muffin terminara de explorar. Por razones que no podía detallar, mis nervios estaban disparados. Ya había tomado un par de tragos de whisky para tratar de tranquilizarme, pero fue inútil.

Miré mi muñeca, esperando que cualquier ominoso sentimiento que tenía fuera sólo una falsa alarma. Mientras comenzaba a decirle a Muffin que se diera prisa porque estaba jodidamente frío afuera.

—¡Ya casi es hora, pequeño! —dije, alzándolo en brazos y caminando hacia adentro.

—Acabo de llamar al florista. Bueno, floristas. El primero no tenía suficiente. —dijo Tay. Sonreí.

—Los chicos van a enojarse. ¿Te aseguraste que los entregarán antes de que lleguen a casa?

—Sí.

—¿Qué pasa si llegan a casa temprano?

—Estarán aquí con tiempo de sobra. —Asentí. —Oye —dijo Tay con media sonrisa. —¿estás nervioso acerca de esta noche?

—No —dije, frunciendo el ceño.

—Lo estás también, ¡eres un marica! ¡Estás nervioso por la noche de citas!

—No seas idiota —dije, dirigiéndome a mi habitación.

Mi camisa negra ya estaba planchada y esperando en su gancho. No era nada especial, una de las dos camisas con cuello abotonado que tenía. La fiesta sería mi primera, sí, e iba con mi novio por primera vez, pero el nudo en mi estómago era por algo más. Algo que no podía descifrar. Como si algo terrible estuviera acechando en el futuro inmediato.

Nervioso, regresé a la cocina y me serví otro trago de whisky. El timbre sonó, y levanté la vista del mostrador para ver a Tay corriendo a Través de la sala desde su habitación, con una toalla en su cintura.

—Podría haber abierto.

—Sí, pero entonces tendrías que parar de llorar en tu Jim Beam —se quejó, jalando la puerta. Un pequeño hombre cargando dos enormes ramos más grandes que él, estaba parado en la entrada.

—Uh, sí... por este camino, amigo —dijo Tay, abriendo la puerta más amplia.

Diez minutos más tarde, el departamento empezaba a ser de la forma que imaginé. La idea de conseguir las flores de Krist antes de la fiesta de citas se me había ocurrido, pero un ramo no era suficiente.

Justo cuando uno de los chicos repartidores se fue, otro llegó, y otro. Una vez que cada superficie en el departamento orgullosamente mostraba al menos dos o tres ramos ostentosos de rosas rojas, rosas, amarillas y blancas, Tay y yo estábamos satisfechos.

Tomé una rápida ducha, me rasuré, y me deslice en unos vaqueros cuando el motor del Honda zumbó ruidosamente en el estacionamiento. Unos segundos después se apagó, New atravesó la puerta principal, y luego Krist. Sus reacciones hacia las flores fueron inmediatas y Tay y yo sonreíamos como idiotas mientras ellos chillaban con deleite. Tay miró alrededor de la habitación con orgullo.

—Fuimos a comprarles flores, pero pensamos que un ramo no sería suficiente.

Krist envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.

—Ustedes chicos... son asombrosos. Gracias.

Palmeé su trasero, dejando mi palma detenerse en la suave curva justo arriba de su muslo.

Caminando junto a ti [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora