Capítulo 11: Perra fría

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Volver a casa solo, en el asiento trasero del Charger de Tay, era poco estimulante. New tiró sus zapatos y rió mientras tocaba la mejilla de Tay con su dedo gordo. Debía de estar locamente enamorado de él, ya que él sólo sonrió, divertido con su risa contagiosa. Mi teléfono sonó. Era Save.

—Tengo un novato listo para dentro de una hora. En Hellerton.

—Sí, eh... No puedo.

—¿Qué?

—Me escuchaste. Dije que no puedo.

—¿Estás enfermo? —preguntó Save, la ira creciendo en su voz.

—No. Debo asegurarme de que Kitty regrese a salvo a casa.

—Tuve muchos problemas para armar esto, Maddox.

—Lo sé. Lo siento. Tengo que irme. —Suspiré cuando Tay se estacionó en su puesto frente al apartamento y el Porsche de Ice no se encontraba por ningún lado.

—¿Vienes, primo? —preguntó Tay, volteándose en su asiento.

—Sí —dije, mirando mis manos. —Sí, supongo.

Tay empujó su asiento hacia adelante para dejarme salir, y me detuve junto al pequeño cuerpo de New.

—No tienes nada de qué preocuparte, Sing. Confía en mí.

Asentí una vez y los seguí por las escaleras. Fueron directo a la habitación de Tay y cerraron la puerta. Caí en el sillón reclinable, escuchando las risas incesantes de New, y tratando de no imaginar a Ice poniendo sus manos en la rodilla de Krist, o en su muslo.

Menos de diez minutos después, el motor de un carro ronroneó afuera, e hice mi camino hacia la puerta, sosteniendo la perilla. Podía oír dos pares de pies subiendo por las escaleras. Una ola de alivio me llenó. Krist estaba en casa. Sólo sus murmullos se filtraron por la puerta. Cuando hubo silencio y la perilla de la puerta se movió, la giré por completo y abrí rápidamente. Krist cayó a Través del umbral y sostuve su brazo.

—Tranquilo.

Inmediatamente se volteó para ver la expresión en la cara de Ice. Era tensa, como si no supiera qué pensar, pero se recuperó rápido, fingiendo ver más allá de mí hacia el interior del apartamento.

—¿Ningún joven humillado, varado, que necesite un aventón a casa? —Le lancé una mirada furiosa. Él tenía agallas.

—No empieces conmigo. —Ice sonrió y guiñó un ojo a Krist.

—Siempre estoy dándole problemas. Ya no tan seguido como solía ser, ya que descubrió que era más fácil si hacía que ellos manejaran sus propios transportes.

—Supongo que eso si simplifica las cosas. —dijo Krist, volviéndose hacia mí con una sonrisa divertida.

—No es gracioso, Kitty.

—¿Kitty? —preguntó Ice. Krist se movió nerviosamente.

—Es, eh... una abreviatura de Kitten. Es sólo un apodo, ni siquiera sé de dónde lo sacó.

—Tendrás que contármelo cuando lo averigües. Suena como una buena historia. —Ice sonrió. —Buenas noches, Krist.

—¿Quieres decir buenos días? —preguntó el.

—Eso también —dijo con una sonrisa que me hizo querer vomitar.

Krist estaba ocupado desvaneciéndose, así que, para traerlo de vuelta a la realidad, cerré de golpe la puerta sin advertencia. Se echó hacia atrás.

—¿Qué? —espetó.

Pisoteé por el pasillo hacia la habitación, con Krist detrás de mí. Se detuvo justo en la puerta saltando en un pie, tratando de quitarse los zapatos.

Caminando junto a ti [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora