Capítulo 33| El que tú quieres.

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POV Leah:

—¿Qué piensas hacer este fin de semana? —me pregunta Ruth, una chica de mi clase.

Ya terminaron las lecciones de la mañana y tenemos la tarde libre. Nos dejaron un proyecto de Biología, tenemos que investigar sobre las formas de adaptación de los animales salvajes en cautiverio. Es un trabajo de equipo, me tocó con Ruth, Lilian y con Bruno.

—Bueno… No sé si estaré aquí, planeo salir de viaje por fin de año —digo.

Todos son majísimos y en cierta forma responsables, pero no mucho de esto último. Digamos que son típicos adolescentes que hacen todo lo que les deja la escuela pero lo entregan a última hora. Sé que con un poquito de presión serán estupendos como compañeros de estudio así que no me voy a preocupar mucho por esto.

—¿Entonces lo haremos virtualmente? —pregunta Bruno.

—Bueno, podemos hacer una lista de preguntas generales y luego cada uno puede investigar sobre el tema —propone Lilian.

Estamos caminando por los pasillos de la escuela que poco a poco va quedando vacía. Busco con la mirada a algunos de mis amigos pero no veo a nadie.

Nikolás quedó en otro de los equipos de estudio. Desde que tengo memoria la mayoría de los profesores nos coloca en diferentes tareas y ese tipo de cosas. Cómo saben que somos unidos, prefieren juntarnos con otras personas para estimular el trabajo. Sacarnos de nuestra zona de confort.

—Eso me parece genial, cuando tengan las preguntas pueden mandármelas por la vía que quieran —acepto.

—Yo estaba pensando que las hicieras tú —responde Lilian.

—¿Yo?

—Eres buena investigando —comenta Bruno—, ya sabes, para hacer los artículos debes de tener métodos específicos y tienes más experiencia así que…

<<Eso creo que te convierte en la responsable del equipo>>

—Por mí está bien —acepto.

—¡Estupendo! —dice Ruth.

Luego de despedirnos, paso por el gimnasio para ver a alguna de las chicas en la práctica de porristas.

La rutina está hermosa, dan saltos y piruetas en el aire mientras mantienen la coordinación del grupo. Lo hacen irradiando energía, el público se anima cada vez más y contagia de fuerzas y esperanzas a los jugadores del campo.

Me quedo un rato en las gradas hasta que es la hora del descanso. No quería molestarlas ni interrumpir el acto.

—Les quedó lindísima la práctica —comento al acercarme a ellas.

—¿De verdad? —pregunta Yeny.

—Claro que sí.

—Al menos nuestro arduo trabajo está dando frutos —dice Grettel.

Darianna está acostada en el suelo con el pecho agitado y roja como un tomate.

—¿Esta vez te esmeraste, eh? —le pregunto a la rubia.

—Ni me digas nada, estoy muy cansada —contesta sofocada.

—¿Y cómo fue que se les ocurrió esa rutina?

—En realidad la hizo Mónica, es la que está haciendo de jefa sustituta hasta que se sepa dónde carajo está metida Yelina —dice Grettel.

—¿Sigue perdida?

—Bueno, si lo analizamos perdida no está. Tú la llamas y ella contesta, el problema radica en que está faltando demasiado en la escuela y ni siquiera se presenta cuando vamos a practicar —comenta Darianna desde el suelo.

Es increíble cuánto se puede esconder alguien cuando no quiere ser encontrado.

—Si sigue así van a relegarla del puesto —dice Yeny mirando a Mónica de soslayo—, y no culparía a las demás por tomar esa desición. Mónica está haciendo muy bien su trabajo como líder.

—Yelina también es buena en eso —dice Darianna.

—Pues cuando se aparezca que lo demuestre —responde la mulata—, ya han sido muchos días y casi es el partido de finales de semestre. Necesitamos esforzarnos, practicar mucho y alguien que nos guíe. Ahora Yelina no está y tienen que aceptar que Mónica puede ser lo que sea, pero siempre trata de que todo salga perfecto.

—No lo estamos negando —contesta Grettel—, es solo que nos preocupa nuestra amiga.

Las chicas se pasan un tiempo más hablando del tema y me despido de ellas para irme a casa. Tengo pensado que el próximo artículo lo haré sobre las porristas, su importancia en el desempeño del equipo y su papel imprescindible para vencer un partido.

Yo creo que quedaría muy bien, unas cuantas entrevistas, buscar información en internet… Aunque podría buscar información aquí mismo.

—Hola Mónica —me acerco a la chica.

—Hola Leah —me mira un poco inexpresiva, es como si no supiera que hacer o qué decirme.

—Oye sobre la fiesta, creo que no me comporté de lo mejor contigo —me sincero—, eso no fue muy maduro de mi parte.

—En realidad no dijiste nada malo, aunque seguramente sí que lo pensaste —contesta.

Justo en ese punto tienes mucha razón.

—Aún así, me molesta un poco cuando no puedo controlarme y hago las cosas sin pensar. Quiero disculparme contigo si en algún momento te hice sentir mal —vale ahora viene la otra parte—. No puedo decirte que si eso ocurrió no era mi intención, pero quiero que sepas que ahora estoy dispuesta a hacer las cosas de otra manera.

Ella me mira con ojos juzgones y puedo entenderla. No es normal que una persona a la que ni topabas y encima tuvieron encuentros incómodos, venga y te diga que quiere ser tu amiga. Pero de verdad quiero ir cambiando poco a poco mi manera de ver la cosas y darle una segunda oportunidad a las personas que creo que lo merecen.

—Está bien, supongo.

—¿Puedo hacerte unas preguntas? Es que pienso hacer un artículo sobre las animadoras de nuestros equipos y qué mejor que hablar con la jefa —me arriesgo.

—Sólo soy la suplente.

Ella deja las cintas de colores que tenía en las manos para dejarlas en la banca mientras se ajusta los cordones de las zapatillas.

—Estás haciendo un grandioso trabajo con las chicas y realmente me gustaría hacerte unas preguntas —insisto.

—Supongo que si son sólo unas preguntas…

—¿Qué significa para ti ser porrista?

—A la mayoría de los adolescentes les desagrada volver a la escuela luego de unas largas vacaciones y también les disgusta esperar en los tiempos muertos de cada partido, ahí es cuando entramos nosotras —explica—. Tratamos de mejorar los ánimos del público y de los jugadores. Ser porrista es entretener a las personas, intentar que se mantengan todo el tiempo posible mirando hacia el campo, que no se aburran mientras los jugadores buscan ganar contra el otro equipo.

—Háblame sobre las actuaciones.

—No se trata de una simple presentación, hay que realizar bailes y mostrar destrezas físicas en el marco de un tiempo determinado. Es como jugar contrarreloj. Las rutinas desarrolladas se extienden unos cinco minutos —comenta—. Pueden incluir diversos bailes y saltos, además de utilizar cintas, bastones y otros elementos que complementan el momento.

—¿Principales ventajas?

—Incorporarse al plantel de porristas del colegio secundario, de la universidad o del equipo de la ciudad suele ser un motivo de orgullo. No es fácil entrar aquí y mucho menos mantenerse, se requiere de constancia y sacrificio, por eso se admira bastante a quién está aquí —responde mecánicamente.

Ella ha dedicado toda su vida al mundo artístico. Lleva bastante tiempo encima del escenario por así decirlo. Sabe exactamente qué quieren escuchar los periodistas y pareciese que planifica las respuestas incluso antes de que vengan las preguntas.

—¿Desventajas?

—Ser porrista es un deporte que provoca suspiros y admiración por doquier, ya te lo he dicho —hace una pausa conmigo para decirle a las chicas de que la práctica de hoy terminó—. Pero también es muy complicado dar la talla en cada actuación, satisfacer a un público exigente conlleva estar bajo presión y debes saber trabajar con eso. También en ocasiones nos lesionamos y tenemos que pretender que no ha pasado nada hasta que se acabe el show.

—La vida de un artista no es fácil —admito.

—Cuando trabajas para un público tienes que ponerlo en primer lugar, incluso antes que a ti. Es el precio a pagar.

—¿Algún temor con respecto a lo que haces?

Ella se queda callada por un segundo. Baja la cabeza y se nota en su expresión que realmente está pensando en ello. Comienza a recoger las cosas en su mochila, seguramente para ir al gran salón que hay en el otro extremo, en donde se practica la gimnasia artística.

Después de unos segundos responde:

—Que me deje de gustar.

—¿Crees que algún día dejarás de hacerlo?

—Posiblemente, nada es para siempre y ser porrista no será la excepción. Algún día lo voy a tener que dejar y espero que la razón no sea que de tanta presión le acabe cogiendo odio. Eso es a lo que temo, llegar a odiar algo que un día amé.

<<Eso fue tan…>>

<<Profundo>>

—Vale, creo que eso ha sido todo —digo bajito.

—Un placer —contesta.

Planeo irme con toda esta nueva información en mi cerebro pero siento que hay todavía algo que no le he dicho.

Es ahora o nunca.

—Si algún día necesitas a una amiga o quieres hablar de algo, quiero que sepas que estoy siempre disponible para lo que te haga falta, Mónica.

—Creo que eso no va a pasar por el momento —responde y para suavizarlo un poco luego dice—: Pero si me hace falta algo, es bueno saber que tengo opciones a las que acudir.

Ok, me ha dicho que soy una opción.

<<Leah recuerda que no debes forzar las cosas>>

Tiempo al tiempo dicen los sabios.

Después de eso finalmente me voy a mi casa. Una parte de mí se siente tranquila con la desición que tomé de hablar con Mónica. Era algo que debía hacerse tarde o temprano y me alegra que haya sucedido así. Fue mejor de lo que esperaba.
Pero otra parte de mí siente que todavía no está todo bien, hay alguien más con quién debo hablar.

***

—¡Estás muy guapa hoy! —me dice Hannah, una compañera del club de periodismo.

—Muchas gracias —contesto felizmente.

Está chica siempre nota a los demás y les hace cumplidos sobre su humor, vestuario, aura… ¡De todo! Ojalá existieran más personas así que alegren tus días.

A pesar de que me gusta trabajar en distintos lugares sobre mis  artículos, hoy decidí pasar por el club para echarle una ojeada. Es mi último año de instituto y quiero aprovechar al máximo todo lo que pueda. Cuando deje la escuela para ir a la universidad, tendré que dejar de escribir mis artículos para el periódico escolar y entonces alguien más ocupará mi puesto.

Es una decisión que será bastante difícil para mí, pero así suceden las cosas en la vida. A veces vamos a dejar cosas atrás para que podamos seguir adelante y continuar con nuestro recorrido.

Creo que de todas las personas que hay aquí, Hannah sería una estupenda elección para mi reemplazo. Tendré que proponerlo en la próxima reunión que se realice…

Estoy enlazando algunas temáticas sobre el artículo sobre las porristas, hay mucho de que hablar y estoy tratando de que quede lo más corto posible. Mucho texto aburre a las personas y no van a querer leerlo.

—Hola Leah.

Estoy segura de que mis oídos escucharon las palabras pero mi cerebro no las procesó. Estaba tan concentrada en lo que estaba haciendo que hasta que un compañero me tocó el brazo no levanté la vista.

—¿Qué ocurre? —pregunto dejando la vista del escritorio y miro hacia mi compañero.

—Te están llamando —responde.

Y es entonces cuando veo a la persona que está parada a una distancia considerable de mí. Detrás de algunos burós con respecto a mi posición. Con una actitud recelosa pero decidida.

Me levanto del asiento y cierro la libreta en dónde estaba trabajando hasta ese momento. Con pasos pausados, pensando en lo que voy a decirle, me acerco hasta él.

—¿Planeabas ignorarme? —pregunta el chico.

—Cuando estoy concentrada ignoro a todos aunque no sea conciente de ello —respondo— Es bueno verte, quería hablar algunas cosas contigo.

—Antes de que digas nada, ¿podemos salir afuera? No sabía que este club estaría tan lleno.

Es cierto de qué hoy está más lleno de lo normal. Todos los de último año piensan igual que yo y quieren estar en los proyectos finales que se hagan en el club. Es como las últimas canciones de un concierto. Así se siente.

—Claro que sí.

Salimos de la institución y caminamos un rato en silencio hasta que encontramos un banco vacío entre la zona donde se imparten las clases y en dónde se practican los diferentes tipos de clubes.

—Quiero disculparme contigo Leah, no fue correcto de mi parte hacer lo que hice.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me besaste si sabías que no era correcto?

Por primera vez desde ese día en la heladería vuelvo a ver a Mitchell. Tenía la idea de que nos estábamos evitando mutuamente y eventualmente alguno de los dos daría el primer paso. Yo iba a hacerlo pronto, en cuánto supiera qué le iba a decir. Pero se me adelantó y cuánto más rápido se dé el golpe, más rápido se puede buscar la cura.

—Porque me gustas.

¡Y qué golpe!

Tres palabras. Tres palabras que encierran un sentimiento que cambia mucho las cosas, cambia las personas, las situaciones, la vida.

Llevo esperando gran parte de mi existencia a que me digan esto, a que me digan que le gusto y que sean sinceros justo como lo está haciendo él. ¿Entonces por qué se siente tan mal? ¿Por qué siento ganas de llorar por esto y no precisamente de felicidad?

<<Porque sabes que no le correspondes>>

—No sé qué decirte respecto a eso —susurro con los ojos aguados.

—Dime que no te gusto. Es sencillo Leah, solo dilo.

Siento como si estuvieran apretando mi pecho tan fuerte que la respiración se me vuelve irregular. No es la primera vez que rechazo a alguien, pero la diferencia cala hondo cuando esa persona es alguien que te importa.

Puede ser que haya sido poco tiempo de que lo conozco, pero sé que es de esas personas que no se miden por la cantidad, sino por la calidad de los momentos que han pasado juntos.

¿Por qué duele tanto romper un corazón?

—Mitchell… —mi voz se apaga después de esa frase.

—Si no lo dices voy a creer que tengo alguna oportunidad contigo —responde decidido—. Leah no seas de esas que juegan a dos bandos, que están intentándolo con alguien pero mantienen cerca al otro por si no funciona.

—Yo no pienso hacer eso.

—Leah si no me lo dices, no me importará nada —advierte—. Me va a valer madres ser tu segunda opción, tu chico de repuesto. Voy a luchar por ti hasta el final si no me pides que me detenga.

Está decidido e intenta con todas sus fuerzas que su voz no se desvanezca al final de cada frase pero sé que le duele y eso me hace sentir miserable. Quizá si hubiera hecho las cosas de forma diferente no estaría en esta situación.

¿Cómo detener el proceso de que te guste alguien?

Ojalá me gustara, de verdad que sí.

—Mitchell eres un chico increíble y no mereces ser la segunda opción de nadie, nunca te permitas ser el chico de repuesto.

—No has dicho las palabras.

—Mitchell yo no puedo estar contigo.

—¿No puedes o no quieres?

<<Buena pregunta>>

—Mi corazón no me lo permite, no puedo estar contigo queriendo a alguien más. Te estaría ilusionando y al final te dañaría más de lo que te estoy dañando ahora. ¿Me entiendes verdad?

—Claro que te entiendo —sonríe tristemente—. Al corazón no lo manda nadie.

—Sabías lo que iba a contestarte.

—Estaba preparado para eso. No se puede ir a la guerra sin armamento, sería un acto estúpido.

—¿Por qué de todas formas? ¿Si ya lo sabías por qué insistir y confesarte?

—Tenía que arriesgarme, quizá cambiabas de opinión.

Quizá…

Quizá en un mundo dónde no estuviera tan prendida de él, de su personalidad, de su tacto, de sus bromas y de la forma en la que se comporta cuando está a solas conmigo. Antes de que todo se viniera abajo.

Quizá si no estuviera tan aferrada a que ese Nikolás puede volver y esos momentos también… Pero sigo creyendo de que si algún día lo fue, no es demasiado tarde para nosotros.

Sé que es tonto estar enamorada de un recuerdo.

Y a veces quisiera soltar y no aferrarme tanto, pero se volvió parte de mi identidad y no sé cómo construir otra.

Así que lo único que me queda es aferrarme a eso a lo que creo que es amor.

—¿En serio creías eso? —pregunto con la cabeza gacha.

—Realmente… En el fondo… De verdad…

—¡Mitchell!

—No lo creía.

—Pero…

—Pero no soy un cobarde Leah, no tengo tiempo en mi vida para estar perdiéndolo en acertijos y jueguitos. —hay cierto ápice de jocosidad sarcástica en eso— No soy él, que prefiere ser un amigo con derechos antes que tu novio.

Uff, eso fue un golpe bajo lleno de verdad.

—Es complicado —trato de excusarme.

—No, niña bonita. Lo más sencillo que hay es dejar de lado todo si de verdad quieres algo. Pero supongo que son todos esos juegos y reveces lo que al final te gusta. Eso es algo que no puedo darte.

—¿Qué hubieras hecho si no te digo que no hay oportunidad entre nosotros?

—Oye, no abras la brecha que acabas de cerrar —se ríe—. Pero de todas formas te voy a contestar, yo te amaría sinceramente sin tantos tapujos ni dobles intenciones. Algo que quizá no sea para siempre —hace una pausa—, pero te prometería que durante el tiempo que sea te haría muy feliz.

—Eso es lo que quiero —digo bajito mirando hacia mis pies.

—Pero no soy el que tú quieres.

Después de eso nos quedamos un rato sentados en el banco. Escuchando el sonido de las aves cuando volaban sobre nosotros y se posaban en los árboles, atentos a las voces de las personas cuando caminaban de un sitio a otro. Viendo al mundo moverse mientras nosotros permanecíamos estáticos.

—Eres muy maduro para tu edad, a tu lado me siento una niña —rompo el silencio.

—No soy “maduro”.

—¡Demuéstralo!

—Sabía que Nikolás estaba al otro lado de la calle y aún así te besé, eso no es de personas maduras.

—¡Oye! —lo golpeo suavemente.

—¡Tú me obligaste a decirlo! —se ríe un poco.

—¿Qué harás ahora?

—Pensaba en comer algo de fruta así que voy a ir al supermercado.

—No me refiero a eso.

—¿Te refieres a mis sentimientos? —pregunta.

Asiento con la cabeza.

—No lo sé Leah. Vivo la vida en el momento, tú fuiste mi único plan a largo plazo en meses.

—Perdón.

—No importa, no puedo obligarte a quererme.

“Algunas decisiones sabes que son correctas al momento de hacerlas, otras veces necesitas de un tiempo para comprobarlo y en unas pocas no te bastará la vida.”

Te amo, &quot;mejor amigo&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora