El dios de los castigos

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Las cosas rápidamente volvieron a la normalidad y minutos después de hacer las paces, los dos volvían a comer sus almuerzos como solían hacer antes de que nada pasará. Ahora, los dos planeaban que hacer, pues tarde o temprano Meiko volvería e intentaría tratar de exponerlos.

-¿Tendrá las fotos en el hospital en su habitación?

Kakyoin andaba de un lado a otro, pensando en lo que deberían hacer.

-No pensarás en colarte para robar las fotos ¿verdad?

-Creo que es una opción más pacifista que la tuya.

El pelirrojo lo miraba con reproche, pues hacía unos segundos, Jotaro había sugerido amenazarle con volver a meterla en el hospital. Al chico, aquello le parecía demasiado brusco , la chica ya tenía suficiente con haber sido mandada al hospital una vez. Además, Meiko estaba tan ida de la olla que quizás incluso se excitaría al ser golpeada por el pelinegro. Kakyoin arrugó su cara al imaginarse esa escena.

-Bueno, pues ya me dirás cómo piensas hacer eso, porque tú aún estás castigado.

-Lo haríamos por la noche, obvio.-Respondió con burla.

-Yare yare daze... Adiós a dormir... En serio, puedes parecer un angelito pero en realidad eres un completo psicópata.

Kakyoin fingió sentirse ofendido.

-Aunque tendría más sentido que tuviera las fotos en su casa, puede que por alguna razón aparente, tenga alguna copia en el hospital, por lo que cada uno irá a una de las localizaciones. Yo iré al hospital.

-Claro, para mí lo más difícil. Su habitación donde tendrá millones de cosas.

-Si, pero su habitación estará vacía y yo no solo tengo evitar que ella despierte, si no que también si compañero de habitación, ya que es probable que haya otra persona hospitalizada junto a ella. Y gracias a Hierophant puedo ocultarme en las sombras mientras el hace el trabajo.

Jotaro no contestó, simplemente suspiro. Con aquello el plan se zanjó. Cada uno saldría de su casa cuando ya no hubiera nadie más despierto o al menos estuvieran en sus habitaciones. Cada uno tendría que ir a la localización que le correspondía. El problema ahora era que ninguno de los dos sabían cual era su casa. Con el hospital no pasaba lo mismo ya que en la ciudad solo había un hospital, por lo que era obvio donde estaría. Sin embargo no era tan fácil saber sobre la localización de su vivienda personal. Por eso mismo, en mitad de las clases, Kakyoin se escusó, con la escusa de necesitar ir al baño. La profesora, a regañadientes, le coincidió permiso para salir. El chico salió y en vez de dirigirse a los baños, se dirigió a la sala de profesores. A aquella hora no había ningun profesor en la sala y aunque solían cerrar la puerta, todo el profesorado tenía una copia de la llave. Misma llave que Kakyoin agarró "prestada" a la profesora antes de salir del salón. Siendo lo más rápido posible, abrió la puerta y busco las fichas personales de cada estudiante. Después de un rato a riendo y cerrando cajones, los encontró. Revolvió entre ellos hasta encontrar el de ella. Agarró una nota adhesiva y bolígrafo que había traído en el bolsillo de su pantalón y apunto la dirección. Rápidamente dejo todo en su sitio y salió de la habitación, cerrando la puerta con la llave en el proceso. Comenzó a andar a paso acelerado hacia su aula. Como solía ser habitual todos lo miraron cuando la puerta se abrió. En aquellas clases tan aburridas y monótonas, cualquier cosa servía para entretener a los estudiantes, como podía ser el caso de un profesor suplente, un alumno ausente, una mosca revoloteando por la sala, e incluso que una puerta que normalmente se abría solo al final y comienzo de la clase, se abriera en mitad de la lección.

-Por fin vuelves. Estaba empezando plantearme mandar a uno de tus compañeros en tu busca.

-Me disculpo, no había papel y tuve que ir a otros baños.

Enamorando a un Kujoh(Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora