5. Deuda de sangre

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Ishana sintió un extraño sentimiento reconfortante con su pequeña victoria. Había llegado a la conclusión de que Mela no le gustaba y tampoco la quería cerca de su marido.

En un momento, mientras paseaba con Tinnya, Hazel la interceptó.

-Tenemos que hablar - su tono le dio a entender que estaba molesto, pero tampoco podía hacer otra cosa que obedecer.

Ambos salieron del lugar de la celebración y bajo la poca luz que les brindaba la luna, Hazel la encaró.

-¿No podías comportarte por una sola vez? - su voz detonaba enfado, pero Ishana descubrió algo que pocas veces había visto. Era rabia contenida.

-No te comprendo - respondió.

-Lo comprendes más que de sobra, Ishana. ¿No podías pasar por alto el despiste de Mela? No fue más que una simple frase para intentar agradarte.

Ishana se sorprendió.

-¿Agradarme? ¿Estás ebrio? - colocó las manos en sus caderas - Es más que obvio que su intención era molestarme.

-Dices eso porque estás celosa.

-No estoy celosa de ella - se defendió - solo le recordé las normas básicas de cortesía ante un mayor. Debería haberse disculpado conmigo.

-Si no hubieses sido tan dañina, podría haberse disculpado, pero la atacaste de malas formas - las venas de su cuello se hinchaban por momentos.

- ¿Sabes qué? Me parece ridículo discutir esto. Te recuerdo que YO soy tu mujer. Deberías de ponerte de mi parte, no de la de esa cría - Hazel hizo una mueca de desagrado.

-Eres dañina y maleducada - le soltó con desprecio.

-Atributos que solo parece que te molestan en mí.

El hombre negó con la cabeza y se fue, dejando a Ishana en la oscuridad de la noche.
La joven necesitó unos minutos para tranquilizarse y, aunque no quería entrar y verle la cara de nuevo a ninguno de los dos, sintió la necesidad de encontrar a Tinnya y contarle lo ocurrido.

Pese a que la buscó por todo el salón y por las salas anexas, no la encontró. Al ver que su familia seguía allí, comenzó a extrañarse.

Preguntó a la gente, pero no la veían desde hacía rato. Su preocupación aumentó cuando se percató de que Joan tampoco estaba allí. Ishana salió a paso acelerado, sin importarle que aquello pudiese considerarse impropio. Dio aviso a la familia de la joven y a los anfitriones de la fiesta, quienes comenzaron a buscarla al momento.

Salió a la calle y, siendo poco consciente de su propia seguridad, comenzó a vagar por la plaza, asomándose en los callejones, llamando a su amiga y esperando escuchar aunque fuese un pequeño ruido. No fue la única que continuó la búsqueda por las calles, pues a su causa se sumaron algunos de los familiares de Tinnya.

Caminó por la calle principal, iluminada por pequeños faroles. Una sombra se movió a lo lejos y salió corriendo en su dirección, siguiéndola hasta una calle en penumbras.

La escena que se encontró fue algo que no se esperaba para nada: Tinnya estaba arrinconada contra una pared y agachada en el suelo, mientras que un hombre desconocido forcejeaba contra Joan y otro joven.
Los tres la vieron, pero no repararon en ella. ¿Por qué iban a preocuparse por una mujer en medio de una pelea?

Ishana barajó la posibilidad de atravesar el espacio ocupado por ellos para ir en busca de Tinnya, pero lo descartó enseguida cuando Joan se abalanzó sobre el hombre desconocido. Ella jamás había presenciado una pelea y le pareció una barbarie, cómo si de una lucha de animales se tratase.
Incluso sin saber del tema, dedujo que el hombre desconocido, que era fuerte y alto, tenía muchas más habilidades que Joan, pues se movía con más agilidad y sus movimientos eran menos y más concisos.
Pero ellos eran dos y el hombre se vio en un apuro. Tiró al otro joven, al que Ishana reconoció como uno de sus vecinos y amigo del Buitre, y este cayó desparramado contra el suelo.
El desconocido se centró en Joan, que a pesar de ir más desorientado, parecía golpear con fuerza.
Ishana no se lo pensó dos veces y cogió una piedra que tenía a sus pies, junto a un montón. Pesaba demasiado y no pudo moverla, por lo que escogió otra. La cogió con ambos brazos y se la cargó contra su pecho.
Cuando el joven se levantó, arremetió contra el hombre, pero recibió un puñetazo en el abdomen que le tiró al suelo de nuevo. Ishana dudó si acercarse, pero cuando vio un arma brillar en medio de la oscuridad, no se lo pensó más.

Se acercó a él y cuando esté quiso levantarse, Ishana le tiró la piedra a la cabeza, haciendo un ruido demasiado extraño que se quedó grabado en su mente.
El hombre desconocido, pudiendo centrarse ya en un solo agresor, lo redujo rápidamente, haciéndole perder el conocimiento.

Cuando Ishana, con lágrimas en los ojos y paralizada por el miedo, le miró, pudo verle por primera vez.
Tenía unos ojos terroríficamente claros. Podían apreciarse incluso de noche. Su gesto era serio y provocaba incomodidad. Era alto y tenía un cuerpo extremadamente musculoso, más de lo que ella había visto nunca.

Cuando el hombre se acercó a ella, Ishana retrocedió un paso. La personalidad de aquel desconocido seguro era una pantera negra, o un León. Fuese lo que fuese, gritaba a depredador.

-¿Es tu amiga? - el hombre señaló a Tinnya e Ishana reaccionó. Se acercó a ella corriendo y la abrazó con fuerza.

-Estoy bien - decía la joven entre llantos - solo me retorcí el tobillo. Estoy bien, estoy bien.

- Gracias por ayudarla - cuando Ishana se fijó en sus ropas, reconoció el símbolo de los Berserios. Entonces vio su vestimenta y se preguntó cómo no se había dado cuenta antes.

Lo que las historias decían de aquellos guerreros eran siempre crueldades. Jamás había oído algo bueno de ellos. Abrazó inconscientemente a Tinnya, temblando de miedo. Cuando el hombre las miró, su mirada no se ablandó.

-Levantaos - ambas jóvenes obedecieron y al instante hicieron una reverencia.

Ishana se atrevió a levantar la mirada y observarle. Desde aquella perspectiva era un hombre realmente apuesto.

El susodicho rebuscó entre sus ropas, a la altura de su pecho. Cuando encontró lo que quería, se lo desató y lo lanzó hacia Ishana.

-Tus manos están manchadas de sangre por salvar mi vida. Ahora tengo una deuda de sangre contigo - Ishana se olvidó de respirar y miró con pavor el objeto que tenía entre sus manos:
Un colgante de un material extraño con la forma de una garra.

>>Guarda bien ese colgante. Si alguna vez me necesitas, esa será la llave para encontrarme.

Ella solo atinó a asentir. Deseaba salir de allí lo más rápido posible. El hombre pareció leer sus pensamientos, porque se apartó hacia un lado, dejándoles, de forma simbólica, el camino libre.

Ishana no se lo pensó y tras reverenciarse levemente, ayudó a su amiga a caminar y ambas salieron a la calle principal.

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora