10. La orden de caballeros de Ungrick

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-Se te acusa de asesinato - Cuando el Sumo pronunció esas palabras, a Ishana se le cayó el mundo encima.

Sospechaba quién podría haberla denunciado, pero lo corroboró cuando le vio entrar en la sala con una sonrisa petulante.

- El denunciante y a la vez testigo, Joan, declara que tú fuiste quien golpeó la cabeza de su amigo con la piedra, acabando así con su vida. Por asesinato y encubrimiento, se te condena a siete días de encarcelamiento en la cámara oscura y muerte por las Siete Lanzas.

Ishana tardó en reaccionar por el impacto, aunque tampoco le extrañaba que fuesen a juzgarla sin siquiera darle la oportunidad de defenderse. Como ya no le quedaba nada por perder, decidió hablar.

- Esperen - dijo con un tono de voz elevado que jamás había utilizado delante de sus mayores - me declaro inocente.

Todos los presentes la observaron con estupor. Fue Hazel quien intercedió por ella.

-Excelentísimos, suplico que le den la oportunidad a mi mujer de defenderse.

Ishana conocía lo justo sobre leyes. Sabía que los Sumos mayores se creían las figuras con más autoridad de la aldea de Valho, pero había alguien que estaba por encima de ellos: Los Berserios.

-No fui yo quien mató a ese chico - declaró, segura de sí misma, provocando que Joan se enfureciese.

-¡Claro que fuiste tú!

-El hombre a quien buscáis es el Berserio - se defendió.

A esas alturas los presentes ya estaban pálidos. Nunca se habrían imaginado que alguien se revelase de esa manera.

-¿Tienes manera de probarlo? - dijo de manera casual uno de los Sumos.

-Sí - respondió ella - Convoco al Berserio como mi testigo.

Un murmullo se elevó en el lugar, poniendo a Ishana más nerviosa aún. Ni siquiera era consciente de lo que estaba haciendo.

-¿Sabes acaso quién es?

-Puedo encontrarlo - se giró hacia Hazel - mi marido conoce a un Berserio, Talu. Él puede saber quién nos ayudó esa noche.

Joan sonrió y los Sumos suspiraron. Había centenas de Berserios apostados a las afueras de la ciudad. Aquello no era viable.
Desestimaron la petición de Ishana y la condenaron a la cámara oscura durante siete días, tras los cuales, sería ejecutada.

Hazel se acercó a ella con miedo en los ojos e Ishana aprovechó el momento para darle el colgante de la garra que aún llevaba en su pecho.

-Tenéis que encontrar a ese Berserio - dijo posando el extraño metal sobre las manos de su marido.

Enseguida se la llevaron, de malas formas. Fue conducida a una habitación vacía, dónde le quitaron la ropa y le pusieron un viejo camisón desgastado de color tierra sucia.
Había escuchado hablar de la cámara oscura, pero nunca en primera persona de alguien que hubiese estado en ella. Decir que estaba asustada era poco. Ishana estaba aterrada.

Le pusieron unos grilletes pesados en las manos, de metal frío, de los que salía una larga cadena. Un hombre la llevaba cómo si fuese una pieza de ganado.

La puerta frente a la que se detuvieron era de metal negro. Ella nunca había visto una puerta de metal, mucho menos una de aquel tamaño. Cuando la abrieron, con un chirrido, se encontró dentro una habitación vacía, completamente oscura. Allí la dejaron.

No era consiente del paso del tiempo pues la ansiedad y el miedo hacían que su mente se obnubilara. En un momento sonó un chirrido del que no pudo averiguar la procedencia; entonces algo la golpeó con fuerza en la pierna.
Si no hubiese estado sentada, habría caído al suelo.
No pudo evitar gritar del dolor. Antes de poder recuperarse, otro objeto le golpeó la espalda.

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora