12. Replantearselo todo

58 14 9
                                    

-Su brazo es lo único que tiene mal aspecto - declaró el sanador - pero se recuperará.

La quemadura de su brazo estaba supurante y sucia, aunque el hombre había hecho un buen trabajo quitándole toda la suciedad posible. Le entregó a Ishana una pomada que debía de aplicarse dos veces al día y la dejó descansar.

En su pierna y su espalda había dos hematomas, que ya tenían color oscuro, tirando a amarillento.

Aunque sea sorpresivo, su cuerpo no era lo que más le molestaba en esos momentos; era su suegra. La señora se paseaba por la casa dando gritos a diestro y siniestro, diciéndole a su hijo lo mal ordenado y descuidado que estaba todo.

-¿Cómo podéis vivir entre tanta basura? - gritaba la mujer.

-¡Madre! ¡Eso es de mi trabajo! Por favor, no lo toque.

-Esto lleva así demasiado tiempo - Ishana no logró saber a qué se refería - ¡esto no se ha limpiado desde hace meses!

Ishana se cubrió la cara con el cojín. Prefería hacerse la dormida y no escucharla. Tal vez podía decir que estaba muy enferma y que no podría levantarse en semanas.

"Realmente no se irá si hago eso" pensó, muy a su pesar.

-¡Un solo día en esta casa y esa joven ha hecho más que tu mujer en años! - Ishana levantó el cojín de su cara.

"¿Cómo?"

¿Habría escuchado bien?

Intentó escuchar más de la conversación, pero Hazel acababa de decirle a su madre que bajase la voz, por lo que no escuchó más que murmullos. Sintió cómo su pecho se encogía. ¿Realmente Hazel habría llevado a casa a una mujer mientras ella no estaba? Tan solo habían pasado dos días, ¿Sería alguien contratado para limpiar?

"No habrá sido capaz de traer a su amante..."

El resto del día estuvo malhumorada y preocupada. Hazel se había ido al trabajo y su suegra no dejaba de hacer ruido y hablar sola, por lo que no podía descansar.

A la hora de la comida, la señora subió con un tazón de comida caliente.

-Mis respetos - Ishana bajó la cabeza.

Odiaba a aquella señora, pero seguía siendo una mayor y además, su suegra.

-Permiso, querida, permiso.

Ishana cogió el bol con cuidado y lo removió un poco con el cubierto.

-Señora suegra, ¿podría hacerle una pregunta?

-Por supuesto - dijo segura de sí misma - dime.

-¿Qué opina de la joven que vino a la casa?

Miró detenidamente el rostro de la señora y vio desconcierto en él. Titubeó antes de responder.

-¿Joven? ¿Qué joven? ay, Ishana - le puso una mano encima de la suya - No tengo ni idea de lo que me hablas.

"No era ninguna mujer contratada para limpiar"

Ishana puso gesto confuso y preocupado.

-Lo siento, juraría haber escuchado a Hazel decir algo de una joven - se llevó la mano a la cabeza - ¿Será que lo soñé?

La señora asintió con vehemencia.

-Sí, exacto. Has sufrido mucho y por eso los sueños parecen más vívidos. Una mujer a casa, qué tonterías dices - se rio con nervios.

Ishana sonrió y asintió con la cabeza.

-Su comida está riquísima - siguió comiendo, sin decir nada más.

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora