28. Telas

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Una fiesta. No debía de ser muy difícil para ella, aunque no estaba segura de cómo eran las fiestas Berserias. Si quiera sabía si ellos tenían alguna.

Pero había estado recopilando información acerca de cómo se celebraban las Siete Bendiciones, por lo que no le costó mucho diseñar algo similar.

Aquella fiesta era parte de un plan, del cual, por supuesto, no había dicho nada a su marido. Con la autoridad de los Berserios, dirigir las cosas a su antojo no fue difícil. Su fiesta se celebraría en una de las plazas de celebración de la aldea. Aquellos eran los lugares reservados para celebraciones importantes, como por ejemplo la ceremonia de Unión.

Las plazas de celebración solían estar a las afueras, cerca de la naturaleza y los bosques, pero con buenos accesos. El lugar perfecto.

Encargaron mesas y catering, con camareros. Una banda que tocase música y bailarines para entretener. Pero todo aquello no era más que el relleno, una fachada. La clave de aquella fiesta fue el vestido. Las mujeres debían de llevar vestidos.
Y por supuesto, debían de buscar costureras y modistas que los hiciesen.

Dos días después de haber enviado las invitaciones, ya corría el rumor de que la anfitriona de la fiesta -Ishana- mantendría el color y la tela de su vestido guardado con recelo, puesto que no quería que nadie usase el mismo color que ella.

Y sabía que habría al menos dos mujeres muy interesadas en copiarle la tela para su vestido.

-Gala - llamó en voz alta cuando vio a la mujer pasear con un grupo de hombres - ¿Podrías llevar estas telas contigo y guardalas? Es muy importante, no quiero tenerlas aquí conmigo. Por si acaso...

La soldado cogió las telas de aquel raro color verde botella con destellos plateados que a Ishana le había costado mucho encontrar.

Apenas media hora más tarde, cuando la ronda de vigilancia cambio su turno, Ishana cogió otro rollo de telas y lo llevó con sumo cuidado sobre sus brazos. Salió de la tienda y caminó unos metros, hasta encontrarse con su marido.

-¿Dónde vas con esas telas? - preguntó Athos al encontrarse con ella.

-Sabía que estabas a punto de llegar - dijo con inocencia - y no quería esperar para mostrártelas. ¿Te gusta el color?

Athos cogió las telas de terciopelo y las movió bajo la luz del sol, dejándolas brillar y centellear.

-El color rojo es llamativo - comentó, acariciándolas - definitivamente destacarás con este color.

Ishana sonrió y cogió las telas de nuevo, con cuidado. Caminó junto a Athos a la tienda donde ambos dormirían juntos.

-¿Son esas realmente las telas que utilizarás en la fiesta? - preguntó, sorprendiendo a Ishana.

Se ahorró un pequeño suspiro. Su marido era inteligente.

-Aun no estoy segura - las dejó con cuidado en el suelo y se giró hacia él.

Los ojos grises de Athos parecían azul oscuro. Su mirada estaba clavada fijamente en ella.

-Si tienes problemas o necesitas ayuda...

-Lo sé - cortó ella - me has ayudado en todas las ocasiones en las que te he necesitado.

Se acercó a él y le ayudó a quitarse la ropa.

>> Hay cosas que tengo que resolver yo misma. No puedo tenerte pendiente de todos mis asuntos.

Athos asintió, aunque no pareció muy seguro de sus palabras. De cierta manera se sentía responsable de todo lo que girase en torno a ella, puesto que estaba allí por él. Casarse con un general Berserio no era fácil. Habría intrigas, envidia, conspiraciones... Y sabía, de carne propia, que las personas que les rodeaban no le harían las cosas fáciles a Ishana para poder integrarse.

-¿Estás bien? - preguntó ella. Masajeó un poco los hombros de Athos y se preocupó al ver que se perdía en sus pensamientos y tensaba la mandíbula.

Al oír su voz, Athos se relajó y cogió una de las manos de la joven, para detenerla.

-Siento no haber estado contigo estas últimas semanas.

-No deberías disculparte por ello - Athos tiró suavemente de la mano de Ishana y esta siguió el camino. Ambos acabaron sentados, uno frente al otro.

>> Sé que las responsabilidades de un general son muchas y muy importantes.

-Tú también eres mi responsabilidad - respondió él. Ishana dudó en responder, pero sintió la necesidad de sincerarse.

-Me gustaría ser solo tu esposa, y no una responsabilidad - su tono era suave, lejos de todo reproche.

Athos pareció sorprendido por tal declaración, pero su rostro se recompuso al instante.

-Quiero hacerte una pregunta - le dijo y ella asintió, dándole permiso - ¿Cuál es tu tipo de personalidad?

Ishana frunció el ceño.

-¿Te refieres a qué animal soy? - él asintió y ella pareció ruborizarse - Soy un Lycaon.

Athos la miró con sorpresa. Sabía lo que era un Lycaon, pero nunca había conocido a nadie con esa personalidad.

-En las aldeas es muy difícil encontrar a alguien con una personalidad Lycaon - fue ella quién decidió explicar - por eso hubo confusión a la hora de decidir con quién soy compatible. Al final, se determinó que las personalidades de perro, coyote y lobo son aptas para mí.

-Se limitaron a escoger animales de la misma familia. Tiene sentido. Me gustan esas opciones.

Ishana se rio.

-¿Te gustan?

-Ajá - Athos tenía una sonrisa ladeada - ¿No pueden gustarme esas combinaciones?

-¿Qué sabrás de compatibilidades? Hasta donde sé, los Berserios no necesitan saber su personalidad para emparejarse - se cruzó de brazos, provocándole.

Athos la cogió antes de que pudiese reaccionar y la inmovilizó contra su propio cuerpo, en un gran abrazo.

-¿Y si te digo que yo soy un lobo negro? - Ronroneó con voz grave.

Ishana apenas pudo tragar saliva. Podría haber pensado una respuesta elocuente, graciosa o mordaz, pero su voz se perdió de camino a su boca. Tal vez fue por el estupor que provocó en ella, que Athos sonrió e Ishana pudo apreciar de cerca su perfecta sonrisa.

¿Lo haría adrede?

El hombre se acercó a ella y la besó, quitándole el aire restante a Ishana. Esa vez fue un beso suave, lento y delicado que provocó que las entrañas de la joven se retorciesen.

Aquella fue su segunda noche juntos.

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora