26. Bofetón de los gordos

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Athos entró con un visible enfado que no inmutó en nada a César. Talu entró tras él, pero se quedó en un segundo plano.

-¿Qué está ocurriendo? - preguntó con una voz grave hacia el otro general.

-Tranquilízate Athos. Tu mujer ha sido acusada de agresión por mi mujer, sabes que es el procedimiento.

- Si bien es cierto que puedes tomar tus propias medidas, confiaba en que nuestra amistad te volviese algo más honrado y al menos me avisases - le fulminó con la mirada y César suspiró.

Ishana aprendió en esa conversación que cualquier agravio hacia la mujer de un general, quedaría bajo jurisdicción de su propio marido. Explicado de otro modo; si se demostraba que Ishana había agredido a Dora de alguna manera, César podría hacer con ella lo que quisiera.

-Estaban haciéndome una pregunta - interrumpió Ishana, llamando la atención de los hombres - y yo estaba respondiéndola.

César asintió.

-¿Dijiste que tenías pruebas de que mi mujer mentía?

Ishana asintió.

-Sí yo hubiese ido en su busca, habría decenas de soldados que me habrían visto - miró con desprecio a la mujer antes de continuar - Desde que Talu se fue, hasta que vinieron a buscarme, me dediqué a dibujar.

Talu extendió un papel hacia Athos, quién se lo mostró a César.

-Eso dibujos podrías haberlos hecho antes.

-Antes estaba con Talu y él no me habría permitido hacer unos diseños tan inservibles. Menos malgastando su valioso papel. Habría estado corrigiéndome a cada momento, pintarrajeado encima - Talu apretó los labios.

-Eso sí es cierto - sonrió César - por eso no puede estar junto con mi diseñador.

-Teniendo en cuenta esto, es lógico que no me hubiera dado tiempo a ir, discutir con las mujeres y volver. Y mucho menos caminando. Puede que en sentido contrario a la marcha hubiese avanzado rápido, pero a la vuelta casi tendría que haber corrido para alcanzar de nuevo la posición original. Os aseguro que no soy tan rápida.

Talu sonrió y Dora chasqueó la boca.

Una lógica aplastante.

Athos seguía enfadado y César comenzaba a digerir la información.

-César - habló el primero - observa el color de la mejilla de tu mujer. Y ahora mira las manos y los brazos de la mía. ¿Crees que podría haberle propinado un golpe semejante?

César pareció divertido, a pesar de la seriedad de la situación.

-La verdad que no. Sus brazos son nos más grandes que mis mondadientes.

Ishana abrió los ojos ante aquel descaro.

-¿Estás segura de que esta joven te ha golpeado? - se giró hacia Dora y esta se alteró.

-¡Por supuesto! Igual no recuerdo bien si fue antes o después de que se fuera, pero por supuesto que me ha golpeado - Se indignó, cruzándose de brazos y mirando con seguridad a su marido.

César suspiró.

-No me cuadran mucho tus testificaciones - dijo aburrido ya de la situación - Ishana, siento haberte retenido. Estoy seguro de que no has hecho nada malo a mi mujer, es solo que tiene muy mal carácter.

-¡César! - Dora enfureció y caminó hacia él, con intención de quejarse.

Athos caminó los pasos que le separaban de ella y antes de que esta reaccionase, levantó la mano y la estrelló con fuerza en su rostro, tirándola al suelo.

Dora se llevó la mano a la mejilla y le miró con pánico.

-Athos - recriminó con dureza el otro general.

-Así es el procedimiento - le devolvió al hombre - tu mujer ha mentido y acusado falsamente a la mía, provocándole perjuicio. Ahora sabe lo que es un golpe de verdad; cuando mañana tenga la mejilla roja, descubrirá que tal coloración siempre va a acompañada de hinchazón. La próxima vez que quiera fingir una lesión, debería hacérsela de verdad, no sólo usar maquillaje.

Sin recibir respuesta del hombre, quién ya se había rendido a la situación, Athos se acercó a Ishana y la sacó de allí. Ambos se marcharon, seguidos de Talu.

-¿Cómo te las arreglas siempre para acabar metida en problemas? - le preguntó el hombre caminando junto a ella.

-Esto no tiene que ver conmigo. Esas mujeres me odian sin razón.

-Siempre fueron malas hierbas, pero nunca creí que se atreviesen a tanto. ¿Qué has hecho para provocarlas? - él lo preguntó serio, lo que no hizo más que indignar a Ishana.

-¿Provocarlas? ¿Yo? - se cruzó de brazos.

-Disculpen, excelencias - interrumpió Talu, a quien ya habían olvidado - Deseo devolver esto.

Cuando estiró las manos, Ishana identificó el papel con sus bocetos y el mensaje escrito que había dejado antes de irse. Si no hubiese sido por eso, probablemente habrían tardado bastante en saber dónde estaba.

-Gracias Talu - dijo Ishana de corazón - siempre me ayudas en los peores momentos.

E hizo una reverencia que el hombre no supo gestionar muy bien.

-Me retiro. Mañana me gustaría hablar sobre esos dibujos, si no es inconveniente.

Ishana asintió y se despidieron de él. Ambos caminaron hacia la tienda en un sepulcral silencio. Athos molesto porque su mujer hubiese estado a punto de ser castigada por algo injusto. Ishana molesta porque su marido la hubiese acusado de provocar a las viejas brujas.

Esa noche dormirían sin dirigirse la palabra.


IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora