14. Escuchar a hurtadillas

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Cuando declaró que no iría a dormir a casa, se había dejado llevar por la ira. Ahora se encontraba en la calle, con un orgullo demasiado grande como para permitirle volver.
Caminó durante más de quince minutos, hasta llegar al lugar que quería: una pequeña puerta de madera en buen estado, barnizada y decorada.

Tras unos pocos segundos, Tinnya abrió la puerta.

-¿Ishana? - preguntó confusa - ¿Qué haces aquí?

-He discutido con Hazel.

-Oh - Tinnya no necesitó más explicaciones.

Nunca había visto a Ishana de aquella manera, por lo que comprendió al instante que algo grave debía de estar ocurriendo. Dejó a su amiga en el salón mientras ella iba a hablar con su marido, para explicarle la situación.

-Bran a ha dicho que no hay problema en que te quedes aquí esta noche - dijo alegre la chica joven.

Ishana le agradeció.

-Mañana le agradeceré como corresponde - prometió.

-No te preocupes - Tinnya brillaba de felicidad - vayamos juntas a la habitación, como cuando éramos pequeñas.

Casi sin darse cuenta, Ishana estaba siendo guiada por su amiga, quién quería escucharlo todo al detalle. Jamás había llevado a cabo un acto de rebelión tan grande como irse de casa de noche y sabía que al día siguiente habría represalias. Pero por otra parte se sentía a gusto y feliz de estar con alguien con quien compartir sus penas.

Tinnya era una persona importante en su vida. Cuando ambas era más niñas, Tinnya había salvado su vida: Ishana había caído al lago y estaba ahogándose, cuando su amiga salió corriendo en busca de un adulto. El lago tenía unas orillas empinadas, barrosas y resbaladizas, por lo que sacar a Ishana de allí fue una autentica maniobra. Si Tinnya no hubiera conseguido ayuda, Ishana estaría muerta. Por esa razón, consideraba a la joven la única persona del mundo por la que valía la pena arriesgar algo.

Hablaron durante horas. Ishana descargó su frustración y Tinnya sufrió por ella, consciente de que la situación no era fácil.

Cuando Ishana volvió a casa, antes del medio día, Hazel no estaba. Limpió y ordenó un poco y se dispuso a hacer la comida mientras su cabeza trabajaba a toda velocidad.

Cuando llegó la hora de la cena y su marido no apareció, Ishana se preocupó. Cogió un abrigo y salió en su busca.

"¿Dónde narices se habrá metido?"

Se fue directa al taller y vio que aun había luz, por lo que supuso que debían de tener mucho trabajo. Eso, o que Hazel la estaba evitando.
Tocó con suavidad a la puerta y la abrió despacio, encontrándose con Talu al otro lado del escritorio, haciendo anotaciones en unas hojas.

-Mis respetos - dijo Ishana en voz baja para no asustar al hombre.
Talu levantó la cabeza, sorprendido de encontrarse a la joven a esas horas en aquel lugar.

-Ishana, ¿buscas a Hazel? - ella se sintió incómoda y asintió.

-Hace tiempo se fue para la forja - señaló con la cabeza - creo que pasará la noche trabajando. No quería que le molestásemos - al ver cómo el gesto de Ishana se tensaba, añadió:

-Seguro que le vendrá bien un descanso.

Ella agradeció y se dirigió hacia allí. Sabía que se había sobrepasado al irse la noche anterior de casa, sin decirle dónde iba. También era consciente del enfado que tendría Hazel en esos momentos y en cierta manera, comprensible.
Le había preparado su comida favorita, esperaba que tuviese hambre y aquello pudiese ayudarle a frenar el mal humor y mostrarse más receptivo a una disculpa. Y ya de paso, a una conversación seria.

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora