17. Campamento Berserio

47 15 8
                                    

Un "¿Qué?" unánime se escuchó en la sala.

-¿Qué? - dijo Ishana al escucharle. Aquello no era lo que se esperaba.

-¿Qué? - dijeron sus padres. ¿Qué consecuencias podría tener que su hija se casase con un Berserio?

-¿Qué? - en el caso de Hazel, aquello fue acompañado de infinidad de preguntas.

-¿Qué? - se preguntaron los Sumos Mayores.

Athos cogió la mano de Ishana y se la mostró a todos los presentes.

-Desde ahora, Ishana es mi mujer - dijo con voz autoritaria - No está sometida a las leyes comunes de los civiles, por lo que cualquier problema relacionado con ella, será resuelto bajo la ley de los guerreros Berserios.

Ishana estaba fría. Estaba en shock. No sabía qué hacer o qué decir. Athos la guió hasta una sala contigua.

-¿Por qué? - fue lo primero que ella preguntó.

-¿Por qué, qué? - Athos la miró confundido, sentándose en una silla.

-¿Por qué se casó conmigo? - preguntó.

-Tú me lo pediste - se defendió el hombre, sacando la carta de su bolsillo - tu carta decía que necesitabas un marido.

"Señor Athos, Guerrero Berserio, Miembro de la Orden de Caballeros de Ungrick,

Necesito su ayuda. Me divorciaré en pocos meses y necesito un marido.

Si me ofrece su ayuda en esto, consideraré su deuda saldada.

Ishana."

-Un marido - aclaró ella - No tenía por qué ser usted.

-No podría haberte entregado a un hombre cualquiera - respondió con calma - La deuda contigo es mía, por lo tanto, yo asumiré la responsabilidad.

Ella se cogió las manos, sin saber bien qué decir.

-Reanudaremos el viaje en pocos días. Te aconsejo que vengas al campamento lo antes posible para poder ir adaptándote.

Athos se levantó, dando por concluida la conversación. Ishana asintió e hizo una leve inclinación de cabeza. Estaba demasiado nerviosa como para poder pensar con claridad.

Se despidió de su familia y amigos, sin dedicarles mucho tiempo. Hacía cinco años que no convivía con sus padres, por lo que la distancia no sería un problema. La única a la que dejó con más dificultad fue a Tinnya, pero ahora era una joven casada, por lo que Ishana no marcaría mucha diferencia con su ausencia.

Fue sola, con las pocas pertenencias que se había llevado, que entraban todas en una bolsa de viaje. Pocas veces había viajado hasta las afueras de la Aldea de Valho, y nunca lo había hecho sola.

El hombre que había dirigido el carro durante las dos horas que tardaron en llegar, se despidió de ella. El espectáculo que tenía frente a sí era algo que no se esperaba. Y no porque no fuese obvio, sino porque no se había parado a pensar en cómo sería un campamento de guerreros Berserios.

Estaba apostado en la llanura del valle, dividido en varios focos, de forma circular cada uno de ellos. Había una férrea barrera repleta de soldados y barricadas. Se podían apreciar desde la distancia los círculos de arena donde los guerreros entrenaban y peleaban.

Ishana suspiró. Aquello era demasiado grande y tardaría horas en encontrar a su nuevo marido. Caminó, cargando con su maleta y temerosa de acercarse demasiado, por el sendero que bajaba hasta el campamento.

Escuchó hierros chocando, voces y diversos sonidos atronadores. El ambiente estaba cargado de energía. Cuando se acercó, los guardias de la zona, Berserios y con vestimentas negras, la obligaron a detenerse. Ishana sintió miedo y se quedó estática mientras un hombre se acercaba a ella.

-Estás en territorio Berserio - le advirtió - nadie puede pasar.

Ishana respiró con fuerza.

-Soy la mujer de uno de los generales - dijo con la voz más débil de lo que pretendía.

-¿Qué general? - preguntó sin creerselo del todo.

-Athos - respondió.

El hombre habló con otros dos durante un par de minutos y se giró de nuevo hacia Ishana.

-No nos consta que el General Athos esté casado. Si quieres entrar, tendremos que confirmarlo y serás detenida hasta entonces. Sino, date la vuelta y vete.

-Esperaré - dijo segura de sí misma. Como si tuviese alguna opción.

Tres hombres se acercaron a ella, con las manos en las empuñaduras de sus espadas. Uno de ellos cogió la bolsa y la abrió, registrándola, bajo asombro e indignación de Ishana. Otros dos se colocaron a su espalda y le cogieron las manos, aunque sin llegar a hacerle daño.

-Acompáñanos - Ishana fue guiada a una parte apartada del campamento y observó con impotencia cómo le encadenaban las manos.

-Lo siento, pero es el protocolo - dijo con tono neutro uno de los soldados - una vez confirmemos tu identidad, podremos soltarte.

Ella asintió.

"Es ahora cuando me replanteo si he hecho bien"

Pasó más de una hora sentada en aquel lugar y las muñecas comenzaban a irritarse. Uno de los hombres llegó para confirmar lo que había dicho.

-Lo siento excelencia - soltó sus muñecas - hemos recibido órdenes de escoltarla hasta su tienda.

Caminó tras uno de los hombres, yendo tras ella dos más. Atravesó el sembrado de tiendas de dormir, un área de puestos con diferentes productos, y un círculo de arena.
Se dio cuenta de que habían salido de uno de los centros de entrenamiento de forma circular y entraban en otro.

-El general Athos está a cargo de este área - le explicó - he de llevarla a su tienda y más tarde irá alguien para mostrarle el lugar.

Ishana observó todo con poca atención, pues estaba cansada e inquieta. Tardaron quince minutos en llegar a una tienda grande y amplia, donde el soldado la dejó.
Entró y miró las pocas pertenencias que había dentro; una cama improvisada con mantas en suelo, colocada sobre alfombras de tonos oscuros. Un escritorio y una silla de madera que parecían tener mucho uso; un perchero con lo que parecía una armadura y un algunas cajas cuyo contenido le era desconocido. Paseó por la estancia, sin atreverse a tocar nada, pero tras unos minutos decidió sentarse en la silla y descansar.

"Ni siquiera sé si Athos vendrá" pensó mirando las melladuras de la mesa "Qué desconsiderado. Al menos podría haber dejado el recado a alguien de darme indicaciones"

Vio como el sol se ocultaba y su estómago se sentía dolorosamente vacío. Llevaba horas allí encerrada y solo le había dado tiempo a echar una cabezadita apoyada contra la mesa.
Cuando ya estaba replanteandose salir, un hombre apareció al otro lado de la puerta.

-Excelencia - habló - tengo órdenes de guiarla y acompañarla a cenar.

Ishana no tardó dos segundos en abrir la tela de la puerta. Observó al hombre que tenía frente a ella: grande, fuerte y con barba espesa. Debía de sacarle varios años.

Ishana hizo una reverencia.

-Mis respetos - el hombre la miró con asombro y no supo qué decir. Ishana le miró a los ojos - ¿He hecho algo mal? No estoy familiarizada con sus costumbres, ruego que perdone mi ignorancia.

El hombre pareció abochornado por unos instantes.

-No es eso, excelencia. Usted es la mujer del general, su posición está por encima de la mía. No debe tratarme de usted, y mucho menos reverenciarse - intentó explicarle.

Ishana asintió, comprendiendo.

-Así que, a pesar de ser mayor y hombre, aún tengo mayor posición que ustedes. Que vosotros - se corrigió - ¿Es así?

-Así es, excelencia - Ishana sonrió.

-Bien. Gracias por explicarme, ¿cuál es tu nombre?

-Soy Marcus - el hombre la trataba con un respeto para nada forzado, aún así, parecía firme y seguro. Se sintió extraña al tener un hombre así tratándola como si ella fuese superior.

-Marcus - continuó - si no es inconveniente, ¿Podrías explicarme algunas cosas de camino a la cena?

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora