25. Zorra asquerosa

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Cabalgar era mucho más tedioso que ir en carruaje y así se lo hizo saber a su marido, de forma educada, tras unas tres horas de viaje.

Athos, sin reparo alguno, mandó detenerse al grupo con el que avanzaba.

-Lo siento mucho - se avergonzó Ishana al ver a todos los guerreros que venían detrás, detenerse.

Caminó un poco y sintió alivio instantáneo. Antes de poder decir nada, Athos ya había interceptado un carro donde ella viajaría.

-Talu - saludó Ishana.

-Excelencia - devolvió el hombre. Ella se sintió incómoda al escucharle referirse a ella de ese modo.

-Puedes tutearme, Talu.

Ellos viajarían en un carro cerrado, con lona hecha de piel resistente, tirado por dos caballos percherones de cuerpo ancho y fuerte.

-¿Quieres ver mis nuevos diseños? - ella asintió.
Una vez se pusieron en marcha, Ishana se sintió mejor. Talu era un hombre amable, emocionado y orgulloso de su trabajo, que explicaba todo a Ishana de manera sencilla y paciente. A ella no le disgustaba aprender sobre planos. Aquel era el trabajo de Hazel y de alguna u otra manera, siempre había participado.

Aprendió a descifrar las anotaciones del hombre y poco a poco comprendió los métodos que usaba. Con una base de por medio, ya no era difícil participar en sus conversaciones, e incluso aportar ideas.

En cierto momento Talu se fue, dejándola sola en el carro. Lejos de disgustarse, aprovechó el tiempo para meditar en todas las cosas que había aprendido. Se tomó el atrevimiento de robar uno de los papeles de Talu y un grafito.
Se dejó llevar por la imaginación, haciendo pequeños diseños de maquinaria que utilizaba los diseños propios de Valho y de los Berserios. Sabía que eran inviables y poco prácticos, pero se sentía inspirada.

Apenas quince minutos más tarde, un soldado fue en su busca.

-Excelencia - saludó - se le requiere cinco cuadrillas más atrás.

Ishana frunció el ceño. ¿Quién podría ser? Cinco cuadrillas más atrás viajaba el penúltimo general. Por detrás de las mujeres.

-¿Cuál es la razón? - no le gustaba irse sin que Athos supiese dónde estaba.

-No me han dicho, solo sé que la esperan con presura - el joven soldado parecía incómodo.

Ishana asintió. Le pidió un segundo, y tras doblar con cuidado su papel de bocetos y colocarlo de manera que no cayese del carro debido al traqueteo, se fue tras el joven.

Los soldados avanzaban en su dirección, por lo que no tardó nada en cruzarse con el carro donde viajaban las mujeres de los generales. Caminando por el lateral de la marcha, ni siquiera se molestó en mirar en esa dirección, no vería mucho. Enseguida se encontró con uno de los generales.
El hombre era grande y fornido, pero a diferencia de Athos, quién estaba pulcramente afeitado, este tenía una espesa barba canosa. A pesar de que su porte inspiraba miedo, su rostro parecía amable. Tenía unos pequeños ojos redondos y castaños, enmarcados por unas cejas anchas.

Cuando Ishana estuvo frente a él, este levantó la mano y la marcha se detuvo. La joven sintió una inquietud molesta cuando se encontró frente a frente con todos los soldados.

-Excelencia - saludó bajando la cabeza en señal de sumisión.

-Debes de ser Ishana - su voz era ronca y aunque su rostro parecía amable, su tono detonaba firmeza e inflexibilidad.

-Así es, excelencia.

El hombre asintió.

- Soy César Inclán, general del tercer escuadrón. Te he ordenado llamar porque has sido acusada de agresión - el hombre habló con dureza e Ishana levantó la mirada con sorpresa.

-¿Agresión? - preguntó confusa - ¿A quién podría haber agredido yo, excelencia? Si apenas conozco a nadie.

-La persona que te acusa es mi mujer, Dora. Si no me equivoco, has viajado con ellas hasta hoy.

Ishana apretó el gesto.

"El mundo está lleno de brujas"

-Debe de haber un error, excelencia - se defendió - jamás he agredido a su mujer. Ni a nadie.

El hombre hizo silencio.

-Esto se discutirá en la noche, cuando hagamos un alto. Mientras tanto, viajarás bajo supervisión de esta cuadrilla.

Sin darle tiempo a reaccionar, Ishana se vio rodeada por cuatro soldados. Le pusieron las manos a la espalda y la guiaron hasta un carro, dónde dos ellos se colocaron estratégicamente de manera que ella no pudiese escapar. Aunque tampoco lo habría hecho.

Se sintió frustrada al verse impotente y de nuevo sin potestad para defenderse. Aceptó con resignación el trato injusto, esperando que Athos o Talu se diesen cuenta de su falta y fuesen a buscarla, sacándola de aquella situación.

Viajaron poco más de dos horas e hicieron alto en un valle. César se acercó a ella sin demora y ordenó a los soldados llevarla hasta su tienda.
Cuando Ishana entró, se sintió nerviosa de nuevo. Observó el interior cómo pasatiempo para distraerse, hasta que el general entró y se sentó en una enorme silla decorada.

-Continuaremos con la acusación - dijo con un tono aburrido y cansado, como si aquello no fuese más que un contratiempo molesto - mi mujer afirma que la golpeaste y su compañera Niva lo corrobora. ¿Tienes algo para defenderte?

-¿En qué momento la golpee? - preguntó - He viajado con ellas hasta este medio día. Si lo hubiese hecho antes de ese momento, ¿No se habría formado revuelo? De hecho, nos despedimos amablemente. Todos los soldados que estaban fuera pueden corroborarlo.

César hizo un gesto con la mano y Dora entró en ese momento, con la mejilla visiblemente colorada. Ishana levantó una ceja. ¿Se habría golpeado realmente con algo o sería simple maquillaje?

-Has escuchado - le dijo César a su mujer - ¿Cuándo ocurrió?

Dora miró con altivez a Ishana.

-Fue de tarde. Supe que se había cansado de montar a caballo, por lo que viajó en carro con el diseñador del General Athos. En cierto momento él se fue y ella, aburrida, vino en nuestra búsqueda. Tuvimos una pequeña discusión sin importancia acerca de la ropa y ella, cómo salvaje incontrolable que es, me golpeó.

"No sólo eres una zorra asquerosa, sino que también me estás vigilando"

César se giró hacia Ishana.

-Es mentira - declaró.

-¿Puedes probarlo?

En ese momento, Athos apareció por la entrada de la tienda.

Ishana miró con burla hacia Dora.

-Sí, sí que puedo. Está bruja descarada es una mentirosa.

Y tanto Dora cómo César la miraron con sorpresa.

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora