20. Cuerpo musculoso

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Ishana se recriminó a sí misma por ponerse nerviosa cada vez que Athos estaba cerca de ella. Jamás en su vida se había puesto así por un hombre, ni siquiera por Hazel.

Cuando terminaron de comer, Athos le pidió que caminase junto a él por el campamento.

-No he podido atenderte bien estos días - comenzó el hombre - Estamos preparándonos para partir y los preparativos llevan tiempo. Mañana será el último día que estemos aquí.

Ishana llevaba las manos cogidas delante de su cuerpo e intentaba caminar erguida y de manera apropiada.

-Me has proporcionado cuanta ayuda podría necesitar - se esforzó por no tratarlo de usted - aunque me gustaría saber si hay algo en lo que pueda ayudar.

Athos la miró de refilón, disimuladamente.

-¿En qué quieres ayudar?

-En cualquier cosa que no esté relacionado con armas o peleas - respondió sin pensar.

Athos sonrió. Era la primera vez que lo hacía, pero fue más que suficiente para que Ishana viese sus dientes perfectos. ¿Por qué todo en aquel hombre le parecía tan magnífico? Pensándolo con lógica, muchos hombres podían ser tan atractivos como él.

- Para estar en un campamento Berserio, eres bastante exigente - ella controló la sonrisa que amenazaba con escaparse de sus labios.

Cuando estaban caminando, apareció un hombre que ambos conocían.

-Señor Talu - se sorprendió Ishana. El hombre hizo un gesto con la cabeza para saludar.

-Excelencia - saludó - vengo con una carta para su mujer.

Cuando la extendió, Ishana vio su nombre escrito con una caligrafía que le era familiar. Frunció el ceño y miró a Athos antes de hacer ningún movimiento.

El hombre asintió con la cabeza y ella cogió la carta, abriéndola al instante.

Ishana,

No entiendo cómo has podido hacerme esto. Cómo has podido divorciarte de mí y abandonarme para irte con otro hombre.
¿Estos cinco años no valen nada para ti? Mi corazón está destrozado. No puedo dejar de pensar en ti día y noche. Me arrepiento muchísimo del daño que te he hecho, pero debes de creerme, jamás me habría divorciado de ti.

Eres mi todo, Ishana. Vuelve a casa. Me volveré loco si no lo haces.

Ishana cerró la carta y suspiró sonoramente. Ambos hombres mantenían una distancia prudencial, pero estaban atentos a ella.

Se sentía dolida, pero también enfadada. Al final, él había sido el infiel, quien la engañó con otra mujer. ¿Por qué ella era la malvada? Solo había buscado una alternativa que le permitiese mantenerse con vida.
Había confiado en él y había sido traicionada. Hazel había mentido, había roto su vínculo, había hecho promesas a otra mujer.

-¿Puedo enviar una respuesta? - preguntó a Athos.

El hombre asintió. Ishana se giró entonces hacia Talu.

-Quisiera escribir una respuesta esta noche y enviarla mañana, ¿Es posible?

-Yo me encargaré de eso - dijo su marido - Puedes escribir cartas a quien quieras.

-Gracias - respondió ella.

Talu hizo una pequeña inclinación y se fue de allí, dejando al matrimonio otra vez a solas. A Athos no le pasó desapercibido el cambio en el humor de la joven, por eso estuvo más atento a ella.

Cuando llegaron a uno de los círculos de entrenamiento, se detuvieron a observar los combates. A Ishana no le atraía especialmente ver a hombres peleando, pero por respeto a su marido, les observó con atención.

-¿Por qué lo llaman arena? - preguntó en determinado momento al fijarse en que el suelo no era más que hierba y barro.

Athos comprendió su duda.

- Las Arenas de entrenamiento oficiales están hechas con arena real. Aquí solo usamos el terreno que tenemos, que a base de pisarlo, acaba siendo barro - ella asintió.

Athos caminó hasta uno de los armeros; estructuras grandes que sostenían armas de diferentes estilos, pero principalmente espadas.

-¿Quieres coger una? - le preguntó el hombre.

Ishana vio los objetos y por su mente atravesó una idea.

"¿Habrán matado a alguien con estas armas?"

Acabó asintiendo, y Athos pareció satisfecho. Cogió una, sopesó el peso y se la pasó a Ishana. Cuando la joven la cogió, con las dos manos, sintió el tacto frío del metal.
Cuando él la soltó, la espada cayó con su peso al suelo.

Ishana la observó con asombro, seguía cogiendo el pomo de la espada, pero esta estaba apoyada en suelo.
Athos se la quitó de las manos.

-Supongo que era demasiado pesada - se disculpó.

-Pero, ¿cuánto pesa eso? - soltó ella sin pensar.

Athos sonrió.

-Demasiado para ti.

-Casi tanto como yo, más bien - él se rio disimuladamente, dándole la espalda mientras colocaba el arma en su sitio.

Athos miró la arena con atención, fijándose bien en los hombres y en sus movimientos. Ishana se dio cuenta de que su
marido era un general, pero no conocía sus habilidades.

-¿Quisieras entrenar? - le preguntó con cautela, sopesando su reacción. Athos la miró con sorpresa y negó con la cabeza.

-Estoy paseando contigo - Ishana sonrió más aún cuando Athos no pudo evitar desviar la mirada de nuevo hacia los hombres.

-Es una lástima - mirando también en esa dirección - Todavía no conozco las habilidades de un general en combate.

Cuando el hombre sonrió, ella se sintió complacida. Athos parecía comprender perfectamente sus intenciones y a ella no le importaba. A pesar de que su jugada era muy obvia, él aceptó.

Se quitó la ropa en menos de cinco segundos e Ishana, que no se esperaba aquello, le observó con sorpresa. Su rostro se coloreó al instante y se giró, con un carraspeo.

Athos rio.

-No esperarás que entrene con ropa - la miró con una ceja levantada y ella se dio cuenta de que todos iban con el torso al descubierto. Qué estúpida.

Negó con la cabeza y el hombre entró enseguida en la arena, con la espada en mano. Ishana aguantó el aire. La espalda de su marido era grande, morena y los músculos se marcaban en cada paso. El brazo que sostenía la espada se había puesto tenso a causa del peso, tensando músculos que ella no sabía ni que existían. Su respiración se aceleró.

Athos era un general y estaba segura de que se lo había ganado a pulso. Los hombres luchaban con fuerza, pero con calma. No era como una de esas peleas de taberna donde los golpes volaban sin sentido alguno.
Cuando terminaron, Ishana los observó acercarse a ella, ambos fuertes y musculosos, hablando entre ellos con complicidad.

-Es un placer conocerla, excelencia - saludó el hombre cuando estuvo a su lado - mi nombre es Loue, soy el bastón del General Athos.

-Es un placer - Ishana agachó la cabeza y el hombre desvió la mirada hacia Athos.

-Excelencia, será mejor que aproveche que el agua está limpia - dijo a su superior - Está usted lleno de mugre y puede aprovechar que tiene a su mujer consigo.

Miró a Ishana, con un gesto de inocencia.

-Qué mejor que recibir ayuda de su esposa para estas labores.

Ishana se giró hacia Athos.

-Por supuesto - respondió - ayudaré en lo que necesite.

-Bien. Pues los baños están por allí - Loue se fue al momento, con una sonrisa en la cara y una mirada fulminante de parte de Athos.

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora