19. Un torso desnudo

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Athos se acercó a ella nada más la vio e Ishana fue consciente de la diferencia de altura. Él era mucho más grande que ella.

En la oscuridad de la noche, su rostro solo era un amasijo de sombras realmente tenebroso.

-¿Dónde has ido? - preguntó de una manera autoritaria.

-Necesitaba salir un momento - su voz salió como un hilo de agua que rebasa de un vaso.

-Me han venido a advertir de que te estabas paseando por el campamento tú sola, sin ningún tipo de escolta - se cruzó de brazos, aunque no estaba levantando la voz - Y por si fuera poco, has salido del campamento.

Ishana bajó la cabeza.

-Me disculpo por mi comportamiento improcedente.

Athos no apartó la mirada de ella y acabó suspirando.

-Si te digo esto es porque es mi deber velar por tu seguridad. Jamás has estado en un lugar como este y si ocurriese algo, ni siquiera podrías defenderte. La mayoría de los soldados son hombres que no han tocado a una mujer en meses...

Ishana comprendió.

-He sido inconsciente - reconoció - merezco un castigo.

Pensándolo con lógica, sí había sido imprudente al salir en medio de la noche sin saber a dónde iba; pero no había tenido opción. Aunque tampoco se sentía cómoda con aquel hombre dándole una reprimenda, tal como hacía su padre cuando ella era una niña y hacía alguna travesura.

Athos se acercó a ella, hasta el punto en el que Ishana no pudo hacer más que levantar la mirada y clavar sus ojos en los de él.

-Si necesitas algo, solo pídelo - su voz se volvió un ronroneo y la joven dejó de respirar por unos instantes.

-¿Me has escuchado? - ella tragó saliva y asintió. ¿Qué hacía tan cerca? ¿Y por qué estaba tan nerviosa?

-No volveré a salir de manera tan imprudente - susurró.

El roce del torso de Athos despertó en ella una sensibilidad que desconocía en su propio cuerpo. Su piel estaba más caliente que la de ella, a pesar de no llevar ropa. Sintió la respiración del hombre, profunda y regular y entonces...

Frío. Vacío. Athos se apartó de ella.

-Me disculpo por haber entrado en tu tienda - dijo el hombre - Pero procura ser más consciente de aquí en adelante. Si necesitas algo, hay decenas de hombres que pueden ayudarte.

-¿Y mujeres? - soltó - Me refiero a que hay ciertas cosas que no podría preguntarle a un hombre, ¿Hay alguna mujer a quien pueda consultar?

-Sí. Mañana sin falta enviaré a alguien para que puedas hablar.

Ishana asintió y el hombre se fue. La joven se acercó hacia las mantas de la cama y se cubrió con ellas, totalmente abochornada.

¿Cómo he podido ponerme así de nerviosa con su cercanía?

Tardó bastante en poder dormirse de nuevo, dándole vueltas en la cabeza a lo ocurrido. Se había dado cuenta de varias cosas, como que su marido era realmente atrayente y guapo. Y que no era mala persona; no había levantado la voz, ni hecho aspavientos. Por descontado, tampoco le había puesto la mano encima, ni le había castigado. Había mostrado su preocupación. Si todo seguía así, su decisión de casarse habría sido aceptada.

Y cuando se durmió, soñó con unos ojos grises mirándola atentamente.

* * *

-¿Cómo he sido tan idiota? - Athos negó con la cabeza - Era obvio que necesitaba a una mujer para ciertos temas.

Se sorprendía de su propia inutilidad. La verdad es que nunca había tratado con otra mujer que no fuese su madre o las guerreras de sus filas, y nunca se había dado el caso de que tuviese que preocuparse por sus necesidades. Ishana era diferente; era una mujer de Valho, débil, sumisa y acostumbrada a una vida totalmente diferente. Debía de ser cuidadoso con ella.

-¿Ya has solucionado el problema de tu mujer? - le preguntó su bastón, con una sonrisa en el rostro.

-Loue - Athos fue consciente de que había llegado a la zona de acampada que vigilaba la zona Sureste del campamento - Necesito que busques a Gada a primera hora y la lleves a la tienda de mi mujer. Quiero que la secunde en todo lo que necesite.

Loue asintió.

-¿Cuántas noches piensas quedarte aquí? - le preguntó con la confianza de un amigo con el que lleva toda una vida juntos.

-Hasta que consiga otra tienda - su amigo rio.

-Es tu mujer, Athos - siguió oteando la noche - tendrás que dormir con ella.

-Es mi mujer porque tenía una deuda de sangre con ella - respondió, pensativo - Las mujeres de Valho son realmente desafortunadas, su vida está regida por unas normas muy desfavorables para su género.

Loue asintió, tornando su gesto a uno serio.

-Tú lo sabes bien - dijo con voz calmada - Eras un civil antes de convertirte a Berserio. Aún así, cualquiera que sea la razón, ahora estáis casados y tú tienes treinta y un años, creo que deberías replantearte el tener un matrimonio real.

Athos no respondió a eso.

* * *

-Excelencia - la voz de una mujer se escuchó tras las telas e Ishana se acercó a la puerta. Ya llevaba rato levantada, pero no había salido de allí.
Se sorprendió de ver a una mujer vestida con las ropas de los soldados Berserios, fuerte y hermosa.

-Mi nombre es Gala - continuó - vengo por órdenes del general para guiarla y orientarla.

Ishana asintió con lentitud.

El ejército se iría en un par de días, por lo que había mucho ajetreo. El campamento tenía una minuciosa organización e Ishana agradeció las explicaciones de Gala.

Ishana caminó tras la mujer durante mucho tiempo, aprendiendo dónde podía conseguir comida, dónde hacer sus necesidades y dónde conseguir agua para asearse. Dónde podría pasear sin interferir en las actividades de los soldados y donde acudir en el caso de necesitar comprar algo.

Era la hora del almuerzo. Los soldados tenían dos comidas diarias y, si el tiempo y las condiciones lo permitían, tres. Ishana se dirigió al mismo lugar que el día anterior y Gala la acompañó hasta la silla.

-Gala, gracias por ayudarme pero ya puedes retirarte - le dijo Ishana al ver que la mujer se quedaba pegada a ella.

-Mis órdenes son estar a su lado por si necesita algo - Ishana agradecía aquel gesto por parte de su marido, pero no le gustaba tener a alguien pegado a sus talones todo el tiempo.

-Voy a comer - dijo con una sonrisa amable - y no necesito nada. Deberías de comer algo tú también.

A pesar de ello, Gala solo se fue cuando Athos apareció y se sentó a su lado.

-Buenos días - saludó el hombre.

Ishana recordó la noche anterior y desvió la mirada de él, azorada.

-Buenos días - Sirvieron varias fuentes de patatas cocidas, huevos y frutos. Ishana se incorporó, cogiendo el plato de su marido y llenándolo.
Athos la observó con atención, mientras la mujer iba escogiendo y preguntándole qué prefería.

Dejó el plato frente a su marido y le observó detenidamente. Athos miraba la comida, como si estuviese decantándose por qué comer primero. Al sentirse observado, levantó la mirada y se cruzó con la de Ishana.

-¿Es de tu agrado? - preguntó ella preocupada porque el hombre no comenzase a comer.

-Lo es - respondió.

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora