18. Necesidades

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Había mesas largas de madera y burdos taburetes hechos también de madera; algunos de ellos eran trozos de un tronco de árbol cubiertos por cuero para no mancharse de resina.

El lugar reservado para Ishana estaba en una mesa aparte, cuyas sillas eran más delicadas y acolchadas. La joven se sentó y esperó. No sabía a qué, pero todos estaban esperando.

Antes de darse cuenta, la figura grande e imponente de su marido apareció entre los soldados. Vestía una capa negra con cuello de pelo, que le distinguía entre todos sus hombres. Cuando se acercó a ella y se sentó en la silla contigua, todos guardaron silencio.

-Quiero presentaros a mí mujer, Ishana- dijo con voz alta - A partir de ahora, el trato hacia ella será acorde a su título de Esposa del General. No habrá malas formas ni comportamientos impropios hacia ella. ¿Queda claro?

-Sí - de manera unánime y un tanto brusca, todos respondieron e hicieron un gesto que a Ishana le resultó desconocido, posando la mano sobre el pecho.

La cena se repartió sin muchas florituras. Varias mujeres y hombres caminaban con grandes potas de las que iban sacando la comida que repartían entre los soldados. Athos aprovechó el momento para hablar con su mujer.

-Siento no haberte recibido - se disculpó - Pensé que tardarías más tiempo en venir. Tenía preparado un carruaje especial para recogerte.

-No importa - respondió ella - sus hombres no me trataron mal. Cumplieron con el protocolo de la forma más respetuosa posible.

Athos se giró hacia ella

-¿Protocolo?

Ishana se quedó rígida. ¿Había dicho algo mal?

-Cuando entré en el campamento - dijo con suavidad y un marcado tono de ignorancia - No estaba segura de dónde debía de ir, por eso intercepté a los primeros soldados que vi.

"Técnicamente me detuvieron ellos"

-¿Te detuvieron? - se sorprendió.

Ishana frunció el ceño.

-¿No deberían? Me dijeron que debían de detenerme hasta poder identificarme - Athos se sentó tenso en su silla.

-Así es el protocolo. Pero no con mi mujer - Ishana no conocía al hombre que tenía delante, por eso temía meter la pata con cualquier cosa, pero pudo ver cómo el hombre fijaba su vista en los soldados que comían, con el gesto serio y las manos tensas, y supo que estaba molesto.

-Señor Athos - dijo ella intentando calmarle - Ellos no sabían que yo era su mujer. Cumplieron las normas y fueron respetuosos conmigo. Si pudiera dejarlo pasar esta vez, estaría muy agradecida - contuvo la respiración mientras esperaba la reacción del hombre.

Athos inspiró profundamente y miró a Ishana, relajando el gesto. Extendió la mano hacia ella y esta le miró, confusa.

-Enseñame las manos - explicó él.

La joven estiró las manos hacia su marido y este las cogió con cuidado, como si temiese que fueran a romperse si apretaba más de la cuenta.
Ishana fue consciente de la diferencia de tamaño, pues las del hombre casi doblaban las suyas.

Athos levantó levemente sus mangas y dejó al descubierto las marcas rojas que las cadenas habían dejado en sus muñecas. Nada grave, ni siquiera era una rozadura.

-Señor Athos, quisiera hacerle una pregunta - Ishana rompió el silencio, mientras detenía la cuchara que había estado moviendo los últimos dos minutos, mientras trataba de identificar qué llevaba aquel potaje.

Cuando el hombre la miró, ella continuó.

-¿Podría decirme qué edad tiene? - lo preguntó completamente sería, pero él no se lo esperaba.
La miró con sorpresa, aunque se recompuso enseguida.

-Tengo treinta y uno - dio un sorbo a su copa de xugo.

Ishana asintió y siguió comiendo en silencio. Treinta y un años. Aquello no era común en la Aldea y se preguntó si tanta diferencia de edad influiría de alguna manera en su matrimonio.

Ishana fue acompañada por su marido a la tienda y ambos se detuvieron antes de entrar.

-Esta será tu tienda - le explicó él - mañana traeré lo necesario para tu completa comodidad, espero que disculpes su estado descuidado.

Ishana miró disimuladamente el interior de la tienda, consciente de dos cosas: Uno; aquella no era realmente su tienda. Y dos; no estaba para nada descuidada.

-Señor Athos, es más que suficiente para mí - respondió con seriedad - nunca he tenido muchas comodidades. Estoy segura de que me acostumbraré muy pronto.

Él asintió y se dio la vuelta, con intención de irse. Aunque antes de dar dos pasos, volvió a girarse hacia su mujer.

-Ishana - llamó - No debes de tratarme de usted. A partir de ahora llámame por mi nombre.

Ella asintió, un poco incómoda e insegura. Cuando el hombre se alejó de allí, se dispuso a prepararse para dormir. Estaba realmente agotada.

Una necesidad apremiante la despertó a mitad de la noche.

"No puede ser verdad"

Ishana se levantó y se asomó fuera de la la tienda. Antorchas del tamaño de personas estaban clavadas por todo el lugar, iluminando los caminos. Algunos soldados patrullaban, de dos en dos, para asegurarse de que nadie sospechoso rondaba por medio del campamento.

Y ahí surgió su duda. Ella necesitaba realizar sus necesidades básicas y por más que había buscado, no había encontrado ningún bacín. No había nada en la tienda, por lo que la lógica le indicaba que debía de haber algún lugar fuera destinado a ello.
Se vistió rápidamente, consciente de que no podía pasearse por ahí en paños menores, y caminó, con la esperanza de no tener que preguntar a ningún soldado algo tan vergonzoso.

Tal como se temía, no encontró nada, por lo que decidió acercarse a una zona de árboles. ¿El problema? Quedaba fuera de la barricada.

Se acercó, segura de sí misma, a los soldados que vigilaban el lugar. La interceptaron enseguida.

-Excelencia - saludó confuso uno de ellos.

-Buenas noches - respondió ella - necesito salir un momento.

El hombre miró a sus compañeros.

-No es seguro salir, excelencia.

Ishana sabía que su pedido estaba fuera de lugar, pero a su vejiga le daba igual. Necesitaba salir.

-Voy a salir - dijo con determinación - Solo iré al bosque y volveré.

El hombre se incomodó. No podía desobedecer, aunque cumplir las órdenes de la joven le trajese problemas. Ordenó abrir paso e Ishana pudo caminar, con toda la dignidad posible, hacia el exterior del campamento.

"Qué satisfacción"

Reconoció la tienda que Athos le había preparado porque esta era más grande que las demás y se distinguía incluso en la oscuridad de la noche. Cuando movió la tela de la puerta y entró, se encontró sorprendida por una figura.

Dio un pequeño respingo y se tapó la boca para no chillar. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que quién estaba allí era Athos.
Vestía un simple pantalón, no llevaba nada cubriéndole el pecho y tenía un gesto malhumorado que preocupó a la joven.

"Creo que estoy en problemas"

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora