21. Planes de futuro

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Los baños.

Ishana había escuchado esa expresión en las historias que hablaban sobre el Emperatror, y siempre había imaginado grandes piscinas de agua caliente.

Aquello distaba mucho de lo que su cabeza se había imaginado, pero era mucho más lógico.

Grandes barriles que se colocaban estratégicamente encima de brasas candentes y que calentaban el agua.

Athos se dirigió hacia allí, seguido de Ishana. Ambos en un incómodo silencio. Cuando Athos llegó, se giró hacia ella.

-Puedo lavarme yo solo - le dijo.

Pero Ishana no estaba dispuesta a ceder.

-Déjame hacerlo - recalcó con seguridad - Desde que he venido, no he podido hacer nada por ti. Loue tiene razón, una mujer debe de ayudar a su marido en todo lo posible.

Athos no estaba de acuerdo. Ella no era su sirvienta. Pero en su rostro no había más que determinación, por lo que no tenía el valor de decirle que no. Era una de las primeras cosas que su mujer le pedía desde que ostentaba esa posición.

-De acuerdo - suspiró.

Se acercaron a la bañera vertical y la joven le ayudó a quitarse la ropa. Era la primera vez que lo tenía tan cerca y de día, por lo que pudo apreciar con detenimiento las cicatrices de su espalda. La piel del hombre se puso de gallina con su roce, pero ninguno de los dos comentó nada al respecto.

Ishana desvió la mirada cuando él se quitó el resto de la ropa y se metió en el agua. Tras eso, ella se dispuso a lavarle con el jabón que estaba junto a la bañera.

Cuando estaba acercando el brazo al cuerpo del hombre, este la cogió por la muñeca, deteniéndola.

-¿No vas a remangarte? Te mojarás entera.

Ishana observó su perfil.

-Las mujeres en la aldea no tenemos permitido mostrar las muñecas - se justificó.

Athos soltó el aire.

- Aquí puedes mostrar todos los brazos si quieres. No te mojes la ropa.

Ishana asintió y con cuidado y lentitud, desabrochó los botones de sus mangas, remangándolas y dejando al descubierto su blanca piel.

Ishana cogió el jabón y comenzó a frotar con suavidad el cuerpo de su marido, desde los hombros, los brazos, hasta el pecho. Athos estaba con los ojos cerrados, relajado.

-Traeme la toalla - pidió en un momento.
Ella obedeció y esperó a que el hombre se cubriese con ella. Le entregó la ropa y le ayudó a vestirse de nuevo, ambos en un completo silencio.

Ishana se había molestado en controlar el temblor de sus manos y había evitado hablar porque no estaba segura de que su voz funcionase correctamente. Si hubiese estado atenta, se habría dado cuenta de que Athos se encontraba en una situación similar a la de ella. Pero no fue el caso.

-¿Qué voy a hacer? - se dijo a sí misma cuando estuvo de nuevo sola en la tienda.

Se palpaba el pecho, dónde su corazón latía con fuerza. Sentía atracción hacia su marido, cosa que jamás le había pasado. Analizó mentalmente los encuentros íntimos que había tenido con Hazel.

Correctos. Alguno placentero. Respetuosos... Pero jamás había sentido esa atracción. Algo que provocaba que un solo centímetro de piel en contacto con Athos, se volviese el centro de su atención.

***

Ishana era una mujer diferente a lo que estaba acostumbrado. Tuvo que irse de allí lo más rápido posible, pues su condición física podría haber generado una situación demasiado incómoda.

Nunca había entendido por qué las mujeres de Valho no podían enseñar la piel de sus muñecas, o la de los brazos. Para él siempre había sido un trozo de piel más, cómo las manos o el rostro; no veía nada íntimo en ello. Hasta que vio a Ishana.

Su muñeca, probablemente escondida durante años de la vista de cualquier intruso, era blanca y suave. Tenía unos brazos finos, sin cicatrices o marcas. Verla remangarse había sido un reto, pero cuando sus manos comenzaron a acariciarle, controlarse había sido casi como un castigo.

Había huido de allí.

Estaba dándole vueltas en la cabeza a las palabras de su bastón y encontraba cierto sentido en ellas. Nunca había pensado en casarse, ni en formar familia, pero ahora se veía en esa situación, ¿No tendría sentido aprovecharlo?
Ishana era una mujer atractiva; tenía unos modales intachables y una buena personalidad. Ya se habían casado, por lo que no habría nada de malo en darse una oportunidad como un matrimonio de verdad.
Su intención había sido llevarla consigo y darle una vida libre de cualquier retención, que escogiese su camino, lo que quería hacer en el futuro. Pero ella se esforzaba por complacerle y estaba atenta a él en todo momento. Entonces, ¿No debería preguntarle qué deseaba ella?

Sí, eso era lo más correcto.

Se vistió y se fue a la tienda donde su mujer descansaba. Cuando entró, la vio caminando de un lado a otro, pensativa.

* * *

Ishana cruzó sus ojos con los grises helados de Athos.

-¿Ocurre algo? - preguntó nerviosa.

Athos avanzó, con su porte grande y poderoso, hasta situarse cerca de ella.

-Tenemos que hablar - respondió.

Ishana le miró con detenimiento, esperando a que el hombre le explicase qué ocurría. Athos continuó.

-Quisiera saber cual es tu deseo de futuro.

-¿Deseo de futuro? - preguntó sin comprender - ¿Te refieres a qué deseo hacer?

Él asintió e Ishana caviló la respuesta durante unos momentos.

-Deseo ser una buena esposa para ti - respondió segura de sí misma. ¿Qué otra respuesta podría haberse esperado?

-¿No deseas viajar a algún sitio? ¿Dedicarte a algo? - Ishana se lo pensó.

-Nunca he sopesado tener un oficio. A las mujeres no nos está permitido. Y no tengo ningún otro interés más allá de servirte adecuadamente.

Athos asintió y se preparó mentalmente para lo que quería decirle.

-¿Estarías dispuesta a vivir tu vida a mi lado? ¿Como marido y mujer? - ella se sorprendió.

-He estado dispuesta desde el momento en el que cogiste mi mano - recordó el día del juicio - Lo siento si esa no fue la impresión que di.

-No te disculpes Ishana - Athos dio un paso hacia ella - soy yo el que debería haber estado atento a tus intereses. Si en algún momento deseas hacer algo, puedes decírmelo. Haré lo que esté en mi mano para dártelo.

Ella asintió, agradecida de corazón por ello.

Athos se dio la vuelta, pero ella le detuvo agarrándole el brazo.

-Espera - le soltó enseguida y se recompuso - Somos marido y mujer, y sé que esta es tu tienda. ¿No quieres dormir aquí?

IshanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora