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Después de que el invierno desapareció, los acontecimientos de aquel día permanecieron en la mente de Elsa, cada noche sufría de terribles pesadillas que no le permitían continuar con su sueño haciéndola lucir cansada y agobiada todos los días.

Sin embargo, no dejaba de enternecerse cuando se trataba de Hans; el pelirrojo se encontraba encerrado en una celda mientras ella tomaba una decisión acerca de su vida. Claro que Anna estaría dispuesta a asesinarlo con sus propias manos si hiciera falta, pero Elsa no, después de todo tenía preocupación de que sus manos se manchen de sangre y tener que sufrir con la idea de que ella misma fue la que ocasionó aquello, que ella realmente es lo que todos dicen que es. Un monstruo.

Aquella noche todos estaban preocupados por la decisión sobre la vida de Hans, ya había pasado aproximadamente un mes y no había qué castigo, limpiar el excremento de caballo no podría ser un castigo para alguien que intento asesinar a la sangre real de Arendelle.

Convocaron a la reina a una junta del consejo real, todos estaban inquietos, preocupados e incluso uno que otro enojado, ¿cómo era posible que alguien como Elsa, poderosa y eficiente, no haya decidido el castigo aún?, desesperados por tomar una decisión, decidieron enfrentar lo que Elsa temía tanto.

— ¿No piensa hacer algo al respecto sobre Hans Westergaard? —alzo la voz un hombre lleno de canas y con un traje elegante—, la gente empieza a hablar y si usted no toma una decisión, nosotros la tomaremos.

— ¿Y qué es exactamente lo que ustedes proponen? — les pregunto seriamente mirando la ventana, si había algo que le incomodaba era mirar a las personas a los ojos—, después de todo yo seré la imagen de Arendelle, cualquier castigo se verá reflejado en mi mandato.

— Tenemos la ley de su padre —el rostro de Elsa cambió por completo al recordarla, si había algo que desaprobaba era esa tonta ley. No tenía el corazón para cumplirla.

— No, es algo.. despiadada.

— Señorita, entonces ¿qué debemos de hacer? Estamos desesperados por tomar una decisión —hablo una señora con el cabello recogido—, Hans está viviendo mientras que usted se esconde en su oficina todos los días con miedo. Con todo respeto, eso no es vivir su alteza.

Aquel comentario había dolido como nunca, tenía razón, no podía continuar de aquella manera lo único que demostraba era su inmenso miedo a todo. Respiro profundamente y pasó su mano alrededor de su cuello, estaba demasiado tensa.

— ¿Qué solución proponen? — hablo mirándolos a todos finalmente.

— ¿Por qué no una decapitación? —propuso uno.

— ¿O ahorcarlo? —dijo otro.

— ¿Acaso estamos en los tiempos obscuros? —dijo Elsa sorprendida por aquellas ideas tan despiadadas, claro que ellos no se verían afectados, después de todo ellos no son los reyes—. Con todo respeto, pero la imagen de Arendelle no debería de mancharse con esos actos atroces, ustedes saben que nosotros nos caracterizamos por castigos de paz pero justos.

— ¿Entonces por qué no hacemos algo justo y lo castigamos? —dijo un hombre con un tono de voz arrogante, cosa que Elsa odiaba.

— ¡Suficiente! —alzo la voz Harris, la segunda mano de la reina—; Su alteza, usted puede imponer cualquier castigo que deseé, nosotros solo la seguiremos y apoyaremos sus ordenes. Usted es la reina, no nosotros. Estamos para darle consejos, no órdenes.

— Se que están impacientes por saber el futuro que espera la vida de Hans pero-

Una discusión se empezó a escuchar afuera de la puerta, inmediatamente supo de quien se trataba, de repente las puertas se abrieron de golpe con una pelirroja muy sonriente.

— Elsa, ¿estás muy ocupada? —dijo fingiendo inocencia y mirando con curiosidad lo que había en aquellas hojas sobre la mesa, las cuales tenían el nombre de Hans en grande.

— Anna, qué gusto tenerte aquí —rápidamente fue con su hermana para después empujarla suavemente mientras se dirigían a la puerta, volteo a ver a todos con aquella sonrisa que tanto les gusta ver— Señores, entiendo sus preocupaciones, pero mañana tendrán una respuesta mientras tanto buenas noches.

Ambas salieron con una sonrisa traviesa en sus rostros, Anna siempre salva a su hermana de esas juntas que tanto la agobian, no solo por el hecho de su exigencia ante temas de urgencia, también por que son despiadados con ella. Es como si no le agradara la idea que reinara.

Salieron al jardín del palacio, todos estaban dentro del castillo por lo tanto era para ellas solas. Anna le contaba sobre los problemas que tenía con Kristoff, sin embargo, Elsa no se encontraba del todo bien en esos momentos.

Su mente divagaba ante la preocupación de que hacer con Hans. Anna apretó su brazo para llamar la atención de su hermana.

— ¿Entonces que opinas? —le preguntó Anna burlándose un poco.

— ¿Sobre qué...? —su rostro se puso compleméntate rojo al darse cuenta, no estaba prestando atención y Anna se había dado cuenta.

— Se que no te interesan estos temas del amor, pero significa mucho para mi el poder hablar contigo sobre esto —dijo Anna en un tono suave y gentil mientras le acomodaba un mechón blanco—, y el que me escuches también.

— Lo siento mucho —soltó un largo suspiro—, esto del comité está matándome.

— ¿Es sobre Hans? —Elsa asintió con la cabeza mientras cubría su rostro agotada— ¿Por qué no solo lo matas y ya?

— No es tan sencillo, tengo miedo que eso haga realidad los comentarios que dicen de mí los demás reinos — retiro las manos de su rostro para voltear a verla—. Si ya es fácil el poder entablar una relación con los demás.

— ¿Haz escuchado los rumores? —preguntó con tristeza, al ver la expresión de su hermana la abrazó con fuerza.

— Hans no es una persona cualquiera Anna, es un príncipe. No puedo solo asesinarlo y ya.

— Pero el intento hacerlo.

— Pero su padre es uno de nuestros aliados, asesinar a su hijo sería la guerra por completo.

— Hans rompió sus acuerdos, tal vez si conversan entenderá sus decisiones —dijo la pelirroja acariciando el cabello de su hermana— ,ademas no es como que puedas preguntarle a Hans que hacer al respecto con su vida.

Hubo un silencio después de su comentario, tenía razón, todo era una locura y el hecho de que lo hagan ver tan fácil solo la hace sentir más pequeña de lo que ya se siente. Se levantó y fingiendo una sonrisa empezó a jalar del brazo a Anna.

— Mejor vamos a dormir ya, ¿por que no me cuentas sobre Kristoff?

Los ojos de la menor se iluminaron por completo, si había algo que le encantaba además de su apreciado novio, era hablar de él.

Finalmente la media noche llegó, los pensamientos de Elsa no le permitían dormir como ella quisiera, por más que intentara, jamás lo lograba. Se levantó de la cama en silencio y fue hacia el calabozo.

••••

Aquella noche era las más fría que había existido en Arendelle, a pesar de ser verano, el hecho de vivir alrededor de grandes montañas y frente a un gran lago hacía que la temperatura disminuyera.

Las celdas estaban completamente heladas y sin una manta que cobijarse Hans estaba en una esquina con las piernas encogidas y pegadas a su pecho mientras que pasaba sus manos de abajo hacia arriba sucesivamente en sus brazos.

— Maldita sea.. ja-jamás pe-pen-pensé que terminaría a-así —dijo entre titubeos. Estaba apunto de quedarse dormido cuando el ruido de unos pasos acercarse lo despertaron— ¿¡Qui-quién está ahí!?

No hubo respuesta, aquello sólo ocasionaba que se pusiera más nervioso de lo que ya estaba. Como pudo, se levantó del piso y se preparó ante cualquier ataque.

— ¡Habla! —gritó haciendo que su voz resonara por todo el lugar.

— Vas a despertar a todos si sigues gritando y eso será peor —hablo Elsa finalmente apoyando su rostro entre los barrotes—, buenas noches Westergaard.

— Reina Elsa —se arrodilló rápidamente arrepentido.

Lealtad [Helsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora