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— ¿Cómo puedes pensar eso? —preguntó Elsa sorprendida por el comentario de su hermana, jamás pensó que pudiera hacer algo así— no puedes arrebatarle la vida así nada más.

— Si puedo Elsa, soy la reina —limpio sus lágrimas y se levantó— tengo que mostrarme fuerte ante el público, si lo dejo libre ¿qué dirán los libros de mi?

— ¿Por qué haces esto?

— Ni siquiera tengo paz con saber de su existencia en este mundo —dijo un tanto alterada— tome una decisión Elsa, no puedes hacerme cambiar de opinión.

— Anna por favor, piénsalo de nuevo —intento detenerla tomándola del brazo pero ella se soltó—. Te lo suplicó.

— ¿Estás de su lado?

— No, pero necesita otra oportunidad.

— Debes estar demente para pedirme algo así —ríe sarcásticamente— ¿acaso lavo tu cerebro también?

— Anna yo.. —mordió su labio inferior al borde de las lágrimas, no era la mejor situación pero si eso significaba cambiar su decisión, lo haría, tomaría ese riesgo— yo lo amo.

— ¿Qué? —palideció  por completo, no su hermana, no ella— ¿es una broma? —al ver su rostro avergonzado y sus mejillas completamente coloradas entendió todo, ni siquiera desistió— ¿El es la persona que tanto me ocultabas?

— Déjame explicarte.

— No necesito explicaciones esto no puede ser cierto, eres mi hermana, no puedes amarlo —decía en medio de lágrimas—. De seguro esta jugando contigo, créeme yo lo viví una vez puede que se vea muy convincente pero-

Ahora podía comprender la manera tan nerviosa en la que actuaba de vez en cuando, los encierros constantes en su habitación, el hecho de que aceptara tan fácilmente el darle el trono empezaban a tener sentido en su cabeza, la loca idea de irse lejos de Arendelle todo eso paso por los oídos de Hans.

— Espera —la miró seriamente como si la hubiesen traicionado, cosa que era verdad, o al menos así lo veía ella— ¿Por él no asiste a mi coronación? —preguntó alterada.

— Anna-

— No, contéstame, ¿es verdad?, ¿dejaste todo solo por él?

— Si.

— ¿De verdad él es tan importante?, ¿incluso más que yo? —Hubo un silencio entre las dos.

No basto solo con darle la peor experiencia y el recuerdo de su primer amor, también intentaba destruir la relación que tenía con el único miembro que quedaba de su adorada familia. Veía a Hans como alguien malvado y repugnante, si seguía metiendo las manos a su vida muy pronto todo se vería destruido.

Él era la maldición de Arendelle, peor aún, la maldición y el martirio para la vida misma de Anna, no podía permitir que eso continuase.

— No quiero escuchar más —hablo entre lágrimas, ahora parecía más imponente que antes—; yo como reina de Arendelle te prohíbo tener cualquier tipo de relación que involucre a Hans Westergaard príncipe de Las Islas del Sur, así como destino a Hans a la muerte, pronto será oficial princesa.

Todo en la habitación empezó a congelarse de un momento a otro, ¿cómo podía ser tan desconsiderada después de finalmente presentarle al chico que adoraba con todo el corazón?

— Tienes prohibido visitarlo sino serás castigada —le advirtió para después abrir la puerta.

— No, tú no puedes hacerme esto, no tú por favor —le suplico entre lágrimas— haré cualquier cosa solo... no le impongas ese castigo cruel.

Lealtad [Helsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora