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El camino hacia su habitación comenzaba a volverse eterno para Elsa, si Olaf descubre que está escondiendo a Hans no solo hará un drama, también le contará a todos advirtiéndoles sobre la presencia de aquel intruso. Llevo su mano a la manija de la puerta, su mano temblaba gracias a los nervios, no quería enfrentar al muñeco de nieve, no había manera de hacerlo.

Finalmente tomó el valor para abrir la puerta de su habitación encontrándose con una escena bastante peculiar. Hans estaba arriba de Olaf sujetando cualquier parte que pudiese agarrar del individuo para que no escapara de sus manos, el pequeño estaba llorando pero al ver a la albina entrar no pudo evitar gritar de la emoción.

— ¡Estás acabado amigo! —dijo en un tono victorioso esperando a que Elsa lo atacara, pero no sucedió, solo hubo un silencio—. ¿Elsa?

— Suéltalo, la puerta está cerrada —el pelirrojo se quitó de encima e inmediatamente Olaf corrió a los brazos de Elsa—. Tranquilo, todo esta bien.

— ¿No se supone que él es el malo?

— Prométeme que escucharas, ¿si? —lo cargo en sus manos como si de un niño se tratase y se sentó en la cama junto con Hans—; no lo ves atacando, ¿o si? —el menor negó con la cabeza—. Es bueno, lo conocimos en las circunstancias equivocadas.

— Pero Elsa..-

— Necesito que no le cuentes a nadie sobre lo que viste aquí —estaba aterrada, sabía que Olaf era alguien sociable por lo tanto era muy fácil que hablara—, por favor es lo único que te pido, júrame que lo harás.

Olaf miró a Elsa y después a Hans, parecía decir la verdad como para rogarle de esa manera, Hans significaba mucho para ella. Soltó un largo suspiro, y a pesar de que su pequeño cerebro no comprendía grandes cosas sabía perfectamente lo mucho que Elsa estimaba a aquel pelirrojo que no le agradaba para nada después de escuchar los rumores de su suceso.

— Está bien, pero ¿Anna sabe de esto? —Elsa negó con la cabeza dos veces, iba a ser más difícil de lo que pensó—. Confía en mí Elsa, nada saldrá de mi boca, pero en cuanto a ti —recogió su brazo, el cual se había desprendido de su cuerpo cuando Hans lo atrapó, y le señaló con el mismo— deberías ser más amable cuando te visitan, fue muy grosero recibirme así.

— Es solo que me asuste, discúlpame.. ¿Olaf?

— Si, vendré seguido a cuidarte niñito —le amenazo jugando, o tal vez no— es en serio.

— ¿Que era lo que buscabas? —Olaf volvió a colocar aquel brazo en su lugar, bajó de los brazos de Elsa y se dirigió al baúl que estaba al lado de la cama— ¿Olaf?

El muñeco de nieve sacó el chal que pertenecía a su madre, Elsa lo usaba en ocasiones cuando estaba nerviosa, gracias a esa prenda se sentía acompañada, además de eso, sacó varios juguetes hechos con palos de madera, estaban tan deformes que era fácil suponer quien los había hecho con sus propias manos.

Pensó que regresaría el chal a su lugar, en vez de eso, se lo puso llenándolo de nieve.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Elsa curiosa.

— Uhm, estoy muy nervioso y he visto que tú lo utilizas cuando te sientes igual —respondió con inocencia tratando de que aquellos palos llenos de pegamento y brillos no se cayeran de sus delgadas manos de madera—. Si te soy sincero esto me ayudó cuando no estabas aquí, así que en este momento lo necesito.

No dijo nada, solo lo abrazo. Aquel comentario lleno de inocencia terminó cautivando su corazón y por parte de Hans solo se enterneció al ver la manera en que se trataban. Jamás había recibido algo así en su vida, por lo que ver un abrazo tan sincero era demasiado extraño y tierno para su corazón. Tenía demasiados sentimientos encontrados.

Lealtad [Helsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora