6

489 41 7
                                    


Todos estaban fascinados por las cosas tan extraordinarias que Elsa podría crear con sus propias manos, sobre todo los niños. A pesar de que vivían rodeados del hielo y el frío, la magia de Elsa era diferente.

Poco a poco se fue ocultando el sol, la única luz que había en el lugar era las fogatas gigantescas que había en cada casa; después de un largo y agotado día, Hans y Elsa se reencontraron.

— ¿Ya no te siguen los niños? —preguntó Hans bromeando un poco, el ambiente entre ambos ahora era más agradable que horas atrás.

— Por suerte aún no acaba, se que mañana me van a perseguir otra vez —ríe un poco agotada, jamás había usado tanto sus poderes para complacer a los demás.

— ¿Mañana?

— Respecto a eso, me quedaré unos días aquí —movió su dedo en círculos para llenar el cabello de Hans de nieve, acto seguido comenzó a caminar.

— Espera —sacudió su cabello y camino hacia ella para tomarle el brazo— ¿qué pasará conmigo?, ¿qué pasará con Anna?

— ¿Desde cuando te importa Anna? —pregunto algo ofendida, después de todo parecía aún importarle, no lo sabía—. Solo serán unos días, ellos me enseñarán el camino a Arendelle.

— Pero yo..-

— Ya puedes irte Hans —colocó su mano sobre sus hombros para después acariciarlos, con la esperanza de apoyarlo con la noticia—, no tienes por qué quedarte aquí te estoy dando la oportunidad de vivir.

— Pero quiero quedarme a su lado —finalmente miro su rostro con cariño y esperanza, no quería alejarse de ella por una extraña y conveniente razón—; no quiero dejarla aquí sola con estas personas que apenas conoce.

— ¿Por qué tanta urgencia de desconfiar Westergaard? Váyase de aquí —le miró seriamente— es una orden como la reina de Arendelle.

Elsa se retiró del lugar dejándolo solo con sus emociones y pensamientos. Aquel pelirrojo que había dejado atrás ahora se encontraba frente a ella con la respiración agitada y el cabello desordenado.

— Tu misma lo dijiste Elsa —no estaba orgulloso de lo que diría a continuación pero se notaba su sinceridad— si mentía regresaría a ti.

Elsa se preocupó ante aquel comentario, todo su discurso sobre estar agradecido con ambas era mentira. Comenzó a retroceder y con ella cada paso que daba se volvía hielo.

Hans se acercó a ella lo suficiente para tomar sus manos y calmarla, sin soltarla se arrodilló frente a ella y bajo la cabeza.

— Pero estoy dispuesto a que confíe en mi de nuevo, viviré para usted reina Elsa.

No entendía lo que estaba sucediendo, lo único que quería hacer en esos momentos era escapar, parecía como si eso fuese lo único bueno que puede hacer. Al verlo de aquella manera solo pudo pensar en aquel día donde la salvó de el candelabro, lo dulce que fue cuando la llevó hasta Arendelle en sus brazos. No podía hacerle daño.

Con delicadeza alejo sus manos del contrario y sin decir nada se retiró a su cabaña asignada. No podía creer lo que acaba de escuchar, inocentemente creyó en él, aunque también su necesidad de no tomar una decisión como esa la había llevado a liberarlo.

Se sentó en la cama mirando un punto fijo, ¿qué iba a hacer ahora?, ¿y si intentaba asesinarla? La idea de quedarse en aquel lugar remoto sin comunicación alguna con su hermana y con él cerca comenzaba a angustiarle, ahora solo quería volver con su hermana, su lugar seguro.

Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos intrusivos, se acercó con miedo a lo que estuviera al otro lado de la madera, la abrió lo suficiente como para que lo único que se viera fueran sus ojos.

Lealtad [Helsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora