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Elsa se había vuelto una leyenda de boca en boca entre las familias de Arendelle. La conocían como la traidora de hielo mientras que otros como la bendición de hielo, nadie podría creer que alguien tuviera la habilidad de sacar hielo por sus manos.

Conforme la leyenda crecía más personas se atrevían a adentrarse al bosque encantado en búsqueda de aquel ser que tanto hablan sus padres y vecinos pero jamás podían encontrarlo. Solo unos cuantos aliados y personas conocían la manera de llegar a su aldea, al parecer les gustaba vivir de manera apartada de los demás reinos.

Yelena se retiró dándole paso a Elsa como jefe de aldea, con Northuldra en sus manos empezó a crecer como pueblo cambiando por completo aquel estilo de vida que llevaban hasta el momento respetando unas cuantas cosas. Por primera vez en años disfrutaba mucho el cuidar de las personas y ser la representante de algo, claro que de vez en cuando se cansa y se escapa con Hans, su esposo, para distraerse un rato del trabajo.

Aquel día era un día especial, celebraban la llegada de Elsa a sus vidas con alegría, realizaban una ceremonia en su honor para después asistir a una fiesta. Elsa se encontraba un tanto nerviosa, aquel día no era algo bueno para ella, por supuesto, obtuvo su libertad pero sacrificó la relación que llevaba con su hermana. No se arrepiente, solo desea que haya sido de una manera distinta.

— ¿Elsa? —preguntó Hans entrando a la habitación— ¿estas lista?

— Si —terminó de ponerse un listo en la trenza y lo miró— nunca sabes acomodarte los pañuelos.

— Nunca me enseñaron —confesó el pelirrojo entre risas— ¿todo en orden?

— Ya sabes, lo de siempre.

— ¿No ha respondido? —Elsa negó con la cabeza— en algún momento lo hará, no te angusties.

— ¿Habrá decidido ignorarme? —preguntó Elsa terminando de acomodar aquel pañuelo que cubría parte de su cuello. Hans solo le dedicó una mirada de regaño—. Ya entendí, dejaré ese tema por hoy.

Abrazo a Elsa tratando de detener aquellos pensamientos intrusivos que no dejaban su mente en paz desde que escapó de Arendelle, claro que la celebración no era sencilla para ella.

— ¿Escribiste una de nuevo? —Elsa afirmó con la cabeza mientras se escondía en los brazos de su amado—. Envíala.

— ¿De verdad? —se separó con un aire de esperanza— ¿crees que la reciba?

— Es de importancia que lo haga. No pongas tu nombre, coloca algo que solo ella y tú conozcan —le sugirió.

•••

Las cosas para Arendelle habían acabado bien a pesar de los acontecimientos, se había vuelto más fuerte y las alianzas habían aumentado, nadie se atrevía a traicionar o hacer caer la corona de la reina. Habían mentido un poco sobre lo que le habían hecho a Hans, sorprendentemente la familia Westergaard se había disculpado y del mismo modo mostró respeto ante Anna.

Empezaba a ser una mejor reina y madre, ahora era hija de dos dulces niñas que se amaban con todo el corazón. Es triste para la pelirroja el hecho de solo contar con Olaf y Kristoff como su familia, de vez en cuando se detiene a mirar el horizonte solo para preguntarse ¿cómo estará su hermana?, ¿seguirá con vida?, ahora entendía las acciones de su hermana y lo arrepentida que estaba de dejarla ir de aquella manera.

El mensajero tenía demasiado trabajo por entregar, con el crecimiento de Arendelle, las cartas no dejaban de llegar. Una tras otra, ni siquiera Anna tenía tiempo de descansar.

— Su alteza —hizo una reverencia frente al rubio.

— ¿Más cartas? —preguntó amablemente, había aprendido bastante en ese tiempo.

Lealtad [Helsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora